El día siguiente fue terriblemente monótono. El dictador no perdió tiempo mirando mi informe y me ordeno enviarlo tal cual. Min hablo de lo deliciosa que era la comida en el "Oceanic" durante horas y horas, provocando con plena intensión a Josefa.
No hubo señal del bello joven ni ese día, o el siguiente. Las visitas con Ara se convirtieron en un constante intento por manipular mi cerebro y lograr cambiarme. Frustrada a mitad de semana regrese a casa de Momo, donde vivía hace algunos años luego de vender la casa de mis padres en busca de comprar la salud de mi hermana.
Con Tía Momo vivíamos cerca del centro Viña marino. Mas específicamente a unos cuantos metros subiendo por Aguasanta. En una casa algo rustica de dos pisos, compartíamos nuestros días junto a Marcos, su único hijo.
– ¿Como estuvo la visita a la pequeña estrella? – Pregunto Momó en forma de saludo, apenas cruce el umbral de la puerta. Se encontraba en el centro del vestíbulo, con las piernas cruzadas una sobre la otra, y un grupo excesivo de velas aromáticas. El olor de diversas frutas golpeo en seco mi nariz.
– Esta algo habladora y estresante estos días. No deja de reclamarme por todo...– confesé.
– También la visite hoy, y su aura esta inquieta...– mascullo con los ojos cerrados, y una actitud meditativa.
– Es obvio que estará inquieta con todo el chocolate que le has llevado– replique rememorando los envases vacíos de chocolate de diversas marcas, bajo la almohada de mi hermana.
Momó guardo silencio.
Esta era una de las ocasiones donde me obligaba a recordar que Tía Mónica no era la clase de mujer, o madre ortodoxa. A diferencia de mi madre, Momó siempre fue liberal, creativa y algo extraña comparada con el resto. Y esto parecía ser mas obvio y certero con su edad. Ya sobrepasa los cuarenta y aun se divertida, desobedeciendo reglas como una niña traviesa.
Lo peor es que Ara era su mejor cómplice.
– Momó...– le advertí, ante el constante silencio.
Abrió sus ojos grises, dirigiéndolos sobre mi con una inocencia que ambas sabíamos que no existía.
– El chocolate atrae la alegría y el placer ¿Como podría negarle eso a mi estrella bonita?– dijo al fin, en defensa.
– Ara tiene prohibido el chocolate en su tratamiento. A mi tampoco me gusta negarle cosas, pero si es por su bien... debemos hacerlo. – trate de que mi tono fuera conmovedor para calar en su conciencia, como lograba hacerlo mi hermana menor en cada visita. Sin embargo, ese poder increíble solo podía manejarlo alguien con una mente terca como la de Ara.
– Esta bien, esta bien... tratare de no llevarle dulces. – prometió, pero evitando mis ojos. Ella lo volvería hacer, Momó era así...
– Buenas noches mis bellas mujeres. – Marcos interrumpió mi siguiente discurso, cruzando la puerta con el mejor animo. – siento el olor a muchas flores... cuando quisiera oler algo apetitoso...
– Mi niño, tu sueñas demasiado. Tienes tus manos buenas, así que si tienes hambre... ahí esta la cocina. – Señalo con esa radiante sonrisa, sacudiendo su flequillo ante la falta de mas cabello por su corto peinado. El sarcasmo irradiaba en su tono.
ESTÁS LEYENDO
Lo que Aprendí de una Estrella.
Romance"Hay situaciones y personas que simplemente no se pueden controlar, predecir o evitar. Por tanto no te arrepientas de lo ocurrido, porque de una u otra forma si fuiste feliz mientras sucedía, valió la pena." - Ara. Lyra y Franco viven en dos mundos...