7. Claro de Luna.

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                  Baje a desayunar al restaurant del hotel particularmente temprano por el plan de aquel día. Tras dar mi pedido a la mesera, saque de mi cartera la libreta de Ara. Se había vuelto un habito necesario releer su carta cada día y repasar la lista tachando aquellas cosas que ya estaban resueltas.

– No he avanzado mucho en ella...– balbuce al notar que solo tres actos fueron borrados de la lista.

– ¿A donde iremos hoy? – La pregunta me cogió por sorpresa, más al notar que Franco era quien se dejo caer en la silla frente a mi, posando sus gafas oscuras sobre su cabeza.

– Me asustaste... – masculle masajeando mi pecho.

El como siempre se mostro casual, llevando unas bermudas claras y blanca camisa entreabierta.

– ¿Que es eso? – pregunto, descubriendo el cuaderno en mis manos.

– Algo mío. ¿Como me encontraste? – cambie el tema.

– No te busque. Vengo a desayunar aquí cada mañana...

– oh...

– Pero ya que estas aquí ¿Cual es el plan de hoy? ¿Seguirás con tu fascinación por los parques de atracciones?

– No, esta vez viajare a la Isla de Santa Clara.

– ¿La que esta frente a la bahía de la concha? – Asentí. – Sera interesante...

– No es por sonar mal educada pero...¿No tiene un itinerario como viaje de negocios?

– Tu eres mi itinerario. ¿Acaso no hablaste que la experiencia turista era la mejor para este proyecto? – hablo con elocuencia.

– ¿Cambio todo lo que tenia planeado por algo que yo le dije? – el movió la cabeza en aprobación.

– Así que haz bien tu trabajo. – sentencio. Segundos mas tarde llamo a la mesera ordenando su desayuno, dejándome pasmada con la simpleza con la cual acababa de hacerme responsable por algo que no era mi asunto.

Bajamos a la playa de la concha, y cuando ya pasaba el mediodía dirigimos nuestros pasos hacia la bahía donde subiríamos a las motoras que nos llevaría a la Isla. El viaje fue ameno pero gran parte de mi atención estuvo en el mirador submarino que tenia la pequeña embarcación.

El viaje duro cerca de media hora. Descendimos en un pequeño puerto, y cuando caminábamos lejos, escuche a uno de los hombres que manejo la barca decir algo, pero lo ignore.

El día era caluroso, y la marea estaba baja permitiendo una pequeña playa cerca de los bordes de la isla no muy poblada por turista para nuestra buena suerte.

– Como buena guía turística... ¿Que me puedas decir de esta isla? – dijo Franco, siguiendo a mi lado mi andar.

– La isla de Santa Clara es un bien de dominio público de titularidad municipal, cedido por el Estado español al ayuntamiento de San Sebastián. Mmmm ¡ah! y La Oreja de Van Gogh la mencionó en su canción «Inmortal» – explique mientras iniciábamos la subida hacia el faro, reconocido en la zona.

– ¿Solo eso?

– Si, solo eso...

– Acabas de asesinar la imagen erudita que tenia de ti. – sentencio.

Lo que Aprendí de una Estrella.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora