IX (NUEVO)

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POV Alexandra

Sentía mi cabeza dar vueltas, incluso con los ojos cerrados, mi mente era una ensalada de emociones diría mi mamá

- ¡Por Dios María! – no había abierto por completo mis ojos cuando vi a María sentada sobre la cama con una sonrisa de esa que te dan los psicópatas antes de asesinarte a sangre fría y no, no exagero, su mirada era tétrica y su sonrisa falsa.

- ¿Qué sucede cariño? ¿Tuviste una pesadilla? -preguntó dulcemente.

- ¿Cómo que qué sucede? -pregunté algo histérica -Me despierto y lo primero que veo es a ti con una sonrisa siniestra, ¿Cómo pretendías que reaccioné? –hablé un poco más calmada.

- ¿Cómo te sientes? -preguntó metiendo un termómetro a mi boca -Vamos niña, responde no seas grosera -la miré fijamente con el ceño fruncido, tratando de descifrar qué pasaba por su cabeza -Lo siento -sacó el termómetro y lo miró -No me percaté, lo bueno es que no hay fiebre.

- ¿Qué escondes María?, estas muy rara y nerviosa el día de hoy -me miró fingiendo indignación – No lo niegues, si hay algo que sabes de mi es que soy muy observadora

- ¿Qué especulas de mí? -entrecerró sus ojos – Pero si, desde que eres una niña siempre has sido muy lista e inteligente, tu madre te educó bien - ¿Y bien? ¿Cómo te sientes? -se levantó y abrió las cortinas.

Entrecerré mis ojos esperando una entrara por la ventana una gran cantidad de luz, pero solo me encontré con obscuridad y una tenue luz perteneciente a las lámparas de afuera, a un costado de la cama había un atril para suero, tenía un par de funda vacías.

- ¿Cuánto tiempo dormí? –pregunté sentándome en la cama y viendo una leve marca en mi mano de lo que debía ser esparadrapo.

-Llegaste hace un par de días en la mañana, prácticamente, has dormido por tres días –su voz era calmada, pero algo dentro de mi sentía que ocultaba algo.

-María, ¿qué ocurre? Te conozco y sé que algo no anda bien, ¿tienes problemas con tú embarazo?

- No cariño – se sentó frente a mí, tomó mis manos y me miró profundamente.

-Dilo de una vez María -susurré - ¿Qué está pasando? –mi corazón latía a mil, sentía mis manos sudar, incluso mi respiración se agitó, no me había percatado que vestía un traje negro

-Lo siento - su voz estaba llena de tristeza y culpa.

No necesité más que esas dos palabras para sentir como mi corazón se rompía en mil pedazos, instintivamente solté sus manos y miré hacia la ventana, no me había fijado de que había empezado a llover, el aire llegaba a mis pulmones con dificultad, un temblor se apoderó de mi cuerpo, pero eso no me impidió ponerme en pie y acercarme a la ventana, pegué mi mano al vidrio y pude ver varios autos estacionados afuera.

-Alexandra – la voz de maría se escuchaba lejana, caminé hasta la puerta y sentí a María llamarme nuevamente pero mi cuerpo actuaba por sí solo.

Salí de la habitación y bajé las escaleras con dirección a la sala de estar tenía a María pisando mis talones y llamándome, pero mis pasos eran apresurados, tenía un nudo atravesado en la garganta y sentía claramente una daga en el corazón.

No me importó estar descalza, no me importó no llevar gafas, no me importaba absolutamente nada, solo necesitaba llegar a la sala de estar desde donde se escuchaban claros murmullos y podía sentir el aroma de las flores.

Y ahí estaba, frente a mí se encontraba un gran féretro de madera sobre el cual posaban margaritas, sentía las miradas de las personas a mi alrededor observándome, mi respiración era agitada, mi corazón dolía, mi cuerpo dolía, mis manos temblaban y con esfuerzo se posaron sobre el cristal del féretro, y ahí estaba su rostro, su hermoso y pálido rostro, sus labios rojo carmesí, sus ojos cerrados, su cabello negro tan bien peinado, su mirada era de paz, por fin descansaba, después de tantos años de dolor y culpa, por fin era libre, por fin estaría en paz sin cargar con tanta pena.

Más que a nada en el mundo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora