Capítulo 47

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En  el aeropuerto me esperan mi amigo Edu y mi pequeño con su tía Clara, la hermana de Noé. Abriendo mis brazos lo estrecho contra mi pecho, lloro de felicidad de poder verlo, tenerlo entre mis brazos es la mayor felicidad que le puede dar a una madre. Algo más recompuesta saludo a mis amigos. Nos sentamos en una mesa. Empezamos a hablar de  las últimas novedades. Edu lo dejó con Sonia, ésta se marchó fuera de la ciudad. Clara me cuenta sobre la vida de su hermano, parece que todo le va de maravilla. Me alegro por él. Yo le cuento lo que pasó entre Caden y yo. Ambos se quedan sorprendidos, no más que yo, pero así yo soy, así es la vida te da una de cal y otra de arena.

Paso unos días en la casa de Clara, saludo a sus padres, aprovecho que Noé está de viaje para llevarme a mi hijo a casa de mis padres. Necesito descansar, organizar un poco mis ideas, al mismo tiempo mi vida. Tengo que reconocer que voy de mal en peor, o me ha mirado un tuerto o es que mi madre me parió así. Una de dos.

De vuelta a mi pueblo, todo está conforme lo recuerdo, saludo a mi abuela como no me pone de comer su riquísimo cocido, cuanto lo extrañaba. Pasamos la tarde con ella, como no poniéndome al tanto de los chismes del pueblo. Al llegar la noche me voy a casa de mis padres, como siempre me reciben con los brazos abiertos. Qué bonito es tu hogar. Como dice el dicho «hasta en su casa el culo descansa». Más aliviada ceno con mis padres contándoles todo lo que me  sucedió con Caden y el motivo de porque me separado de él. Ellos algo apenados me abrazan dándome su cariño y comprensión.

Me siento muy a gusto con mi pequeño que está muy grande y guapo. Paseo por las calles de mi pueblo sentándome en un parque para jugar con mi pequeño. Mientras busco trabajo en el periódico, me da igual de lo que sea. Creo que mi carrera ya la dejé olvidada. Al atardecer llego a mi casa, para mi sorpresa me encuentro con Martín. Me quedo un poco asombrada, sin entender que hace él aquí. Nos saludamos, me da tanto gusto de verlo, pero noto algo en su mirada que hace que comience a inquietarme.

―Naiya, podemos hablar tranquilamente.—Me dice con su voz algo bajita.

―Si claro, ven sentémonos aquí en el porche.

―Naiya te preguntarás que hago aquí, bueno además de saber de ti. Me ha alegrado mucho verte. Pero realmente ese no es mi motivo.

― ¿Y cuál es?

―No sé cómo decírtelo, yo aún no salgo de mi asombro. Estoy aquí por Víctor, el...el...murió Naiya.

― ¿Qué? No, no puede ser. Me estas tomando el pelo. Víctor no...

―Sí, Naiya, hace meses, en un accidente aéreo. Víctor se enteró de lo que te pasó con tu hijo, quiso ayudarte, se montó en ese avión camino para Canadá pero nunca llego a su destino. El avión sufrió una rotura en la aleta lo que hizo que se estrellara contra unas montañas.

―Pero...como..—digo entre lágrimas sin salir de mi estado de shock.

―Aquí te traigo un sobre, donde Víctor te deja como única heredera de todos sus bienes. Entre ellos la empresa, su casa y su fortuna.

―Yo no quiero nada Martín, no se lo acepté cuando vivía ahora menos. Gracias por el detalle pero no quiero.

―Naiya no seas orgullosa. Si él quiso ayudarte de esta manera para que no te faltara de nada. Ahora no se lo desprecies. Además no estás en condiciones de rechazarlo. Si quieres recuperar a tu hijo esta es tu oportunidad. Si Víctor te la ofreció por favor no lo rechaces.
―Pero...Martín. Porque a mí.


―Porque tú fuiste su luz. Cuando todo el mundo le dio la espalda, perdiendo las esperanzas en él, llegaste tú consiguiendo que volviera a caminar. Él siempre te lo agradeció y de esta manera quiere ayudarte. Por favor, Naiya acepta la herencia de Víctor.

ASÍ SOY YO  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora