Capítulo 8: Miedos

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Mientras me quedaba dormido, empecé a recordar mis días con mi primer grupo; Carlos, Chop, Rex, Ashley y Sofía, entre esos recuerdos, pensaba en uno en específico: Cuando en un día como cualquier otro estábamos sentados alrededor de la fogata, todos contábamos chistes y reíamos; Fue nuestra mejor época. Entre los relatos tratábamos de pensar en que éramos antes de ser encogidos y sino que nos gustaría ser. De último habló Sofía. Habíamos tomado un poco y todos estábamos alegres, cosa sucedía poco, en especial en Sofía, se levantó de su asiento y exclamó -Saben. Ya sé que me gustaría hacer; Cosa que pienso cumplir: Algún día seré una gigante, pero no cualquier gigante, una gigante que supere el tamaño de los demás, ser gigante para los gigantes y hacerlos sufrir tanto como ellos nos han hecho sufrir a nosotros -Luego de acabar su oración empezó a reír de manera desenfrenada, cosa que dejo un ambiente frió y sombrío el resto de la noche.

De pronto en mi frente sentí un fusil; Era Finnick y me dijo -No te muevas y camina.

Llegamos bastante lejos del campamento y bajó su arma - ¿No me mataras? -Le pregunté.

-Aún no está en mis planes asesinarte niño. Me enteré que te enfrentaste a mi aprendiz Ramsés y le ganaste. No debió ser fácil -Me dijo riéndose.

-Me enteré de que sabes que pasó con tu hermano y que sigue vivo -No me dejó interrumpirlo y continuó.

-Esta encogido al igual que tú. Te seré sincero. Es una verdadera molestia como tú. En fin. Lo hemos capturado y ha escapado mil veces, pero hasta hace unos días lo volvieron a atrapar. Según mis contactos: Dentro de una semana exactamente, en un rio a 1 km al noroeste de este lugar, lo transportaran en un barco. Si llega a su destino podrás olvidarte de él.

- ¿Por qué me dices esto? ¿Qué ganas?

-Eso no es tu problema niño. Tu problema es rescatar a tu hermano -Me aclaró.

Solo se retiró corriendo hacia las sombras. Llegué al campamento y me acosté sin levantar ninguna sospecha.

En la mañana nos preparábamos para partir. Me dispuse a ayudar a Liz a caminar. Alejandro llevaba nuestras cosas e iba conversando con el papa de Edward; Su nombre era Antonio, era un hombre anciano, de cabello blanco como las nubes y una sonrisa que transmitía tranquilidad, con pensamientos de libertad y fuerte de mente. Me fue explicando cómo ha sido su lucha y que no descansaría hasta lograr su objetivo que era similar al nuestro. Decidimos que al llegar a su campamento haríamos una alianza para cumplir nuestro cometido. Entre los soldados vi a una persona; Era un chico, parecía un niño, estaba apartado de los demás. Lo molestaban porque era pequeño y delgado. Me acerqué a él y le pregunté su nombre -José -Me respondió.

Era pequeño, de contextura delgada, de cabello rubio oscuro enrulado, de piel morena, nariz pequeña y orejas grandes.

- ¿Por qué tan cabizbajo? -Le pregunté.

Muy pero muy desanimado me dijo -Ni siquiera sé que hago aquí. No soy un guerrero. Solo le quería probar mi familia que si valgo algo y en especial a mi hermanito menor.

De pronto escuchamos unos temblores. Ya sabíamos lo que se avecinaba...

Todos empezaron a correr. Antonio los organizó de manera rápida, de modo que no se desordenaran a la hora de escapar; Eso me sorprendió mucho. Rápidamente corrí a donde estaba Liz y la cargué en mi espalda. Pude notar como la gigante atrapaba a varios de los soldados y Antonio no les ordenaba nada, solo seguían corriendo.

Miré hacia atrás y pude ver como José se quedaba atrás, ya estaba cansado y la gigante estaba a punto de atraparlo. Busqué a Alejandro con la vista hasta dar con el y le dije -Por favor toma a Liz. Cuento contigo.

Las Tres Guerras: LuzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora