2. La prefecta y los Long

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Alice despertó descansada y con una enorme sonrisa en el rostro. ¡Por fin iban a comenzar las clases!

Se levantó rápidamente recordando que debía de echar la solicitud para asistir a clases especializadas de Alquimia. Iba a ser una asignatura complicada pero necesaria para lo que la muchacha de Hufflepuff quería hacer al terminar sus estudios en Hogwarts. Aspiraba a participar en la creación de varitas mágicas.

"La pequeña Alice movía la cabeza en todas las direcciones mientras miraba cada rincón del callejón y todos los singulares personajes que iban y venían. Algunas tiendas vendían ropa, otras telescopios y extraños objetos que nunca antes había visto. Había numerosas librerías con libros y portadas de lo más interesante.

Algo que llamó especial atención de la niña, fue un enorme edificio que hacía esquina con un simpático muñeco que representaba a un mago pelirrojo vestido de túnicas muy chillonas, "Artilugios Weasley", pudo leer.

El callejón Diagón era sin duda increíblemente mágico.

- ¡Mira Alice! - de pronto la niña, recordó que iba de la mano de su madre, la cual seguramente estaría más sorprendida que ella.- ¡Es la señora Prince! ¿Sabías que era una bruja?

Negó con la cabeza mientras su madre le soltaba de la mano y se acercaba a su vecina, la señora Prince. Fue un momento que la joven aprovechó para entrar en la última tienda del callejón Diagón, que tenía muy mal aspecto y parecía bastante estrecha. En el cartel de arriba se podía leer claramente: Ollivander: fabricantes de excelentes varitas desde 382 a.C.

Al entrar, una campanilla resonó en el fondo de la tienda. A pesar de que el lugar era pequeño, había gran cantidad de cajas estrechas amontonadas unas encima de la otra formando extensas hileras. Cuando menos se lo esperaba, un joven apuesto de pelo pajizo y mirada plateada, le saludo amablemente.

-Buenas tardes.

-Ho-hola...-respondió la niña con torpeza.

Se sintió de pronto muy cohibida cuando el joven Ollivander la miró de arriba abajo, fijándose en su oscuro cabello ondulado y sus ojos color avellana. Esperaba que el encargado de la tienda fuera tan viejo como el cartel de la entrada. Había leído que algunos magos y brujas llegaban a cumplir más de 100 años.

- ¿Con qué brazo coges la varita?

-Eh...soy diestra.

Acto seguido tomó notas en un pequeño y gastado papel y se internó en una de las largas hileras. Todo fue muy rápido, el joven llegó de nuevo hasta a ella con una varita bastante alargada y fina en la mano.

-Fresno, 42 cm y con centro de dragón...inténtalo con esta.

Alice se quedó un momento paralizada con la varita en la mano, sin saber muy bien que hacer.

-Prueba agitándola. -le sonrió amablemente Ollivander.

Así fue como lo hizo la niña, pero lo único que consiguió fue tirar un montón de cajas que se encontraban en un rincón. Se sintió extremadamente torpe y no pudo evitar sonrojarse.

-No pasa nada, inténtalo ahora con esta.

La varita que el joven de mirada plateada le tendió, ahora no era tan larga como la otra, pero parecía mucho más fina y delicada que la anterior. Esta vez, cuando tocó la varita sintió un súbito calor en sus dedos y al agitarla hizo aparecer unas bonitas chispas doradas y plateadas.

Historias de Hogwarts I: la DécimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora