Capítulo 17

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El frío, la humedad y el silencio se podían apreciar en cierto lugar, que era totalmente desconocido para el azabache que acababa de despertar. "¿En dónde me encuentro?" Fue su primer pensamiento. 

La mirada azul empezó a recorrer todo el lugar; por las pocas ventanas ingresaba los rayos del sol del atardecer alumbraba claramente todo lo que le rodeaba, dándose cuenta de que se encontraba en una bodega abandonada.

Su instinto le decía que tenía que escapar cuanto antes, pero en el estado que estaba no ayudaba, ya que se encontraba atado de los pies y muñecas.

Con todas sus fuerzas trataba de desatar con sus dientes la cuerda que tenía en sus muñecas, dejándose marcas rojas en el proceso. Tanta era la desesperación de escapar que no se dio cuenta cuando ingresaron los mismos hombres que le secuestraron.

-Oh! La preciosura despertó y está intentando de liberarse- dijo uno de los hombres, mientras se acercaba al pelinegro- es mejor que no lo intentes ya que te estas lastimando tú mismo.

-¿Por qué me tienen aquí? – pregunta con voz firme el pelinegro, cosa que era todo lo contrario lo que en ese momento sentía.

-Eso no te tiene que importar, yo que tú me preocuparía de que te va a pasar- comento el sujeto, mirando morbosamente al oji azul.

-Capas que el jefe nos deje jugar un rato con él- Comenta otro de los secuestradores.

-S-si lo que quieren es dinero, les daré todo lo que quieran- se le notaba lo nervioso que estaba, pero si no hacía algo para salvarse estaría en graves problemas.

-Tan inocente eres que piensas que con tu dinero los vas a comprar- responde una voz conocida por el azabache que ingresaba a la bodega donde estaba él y sus secuestradores.

-A-Antonio...

-Tu expresión de asombro es única- se ríe, mientras se acercaba más al pelinegro hasta quedara tan solos unos metros de distancia- te diré una algo, si hubieras aceptado a casarte conmigo obedientemente esto no te estaría pasando.

-Nunca hubiera aceptado ese compromiso- le mira con odio.

-Es por ese imbécil con el que te vi la última vez, ¿cierto?- el semblante del ojo miel se le podía apreciar lo enojado que estaba. Demian desvió la mirada, no tenía con que responderle así que decidido guardar silencio- Al parecer es cierto, pero lamentablemente ese noviecito que tienes no podrá ayudarte- Antonio le sonrío malicioso y se le acerco cortando la poca distancia que había entre ellos dejando su cara a tan solo centímetros del doncel- quiero que firmes este documento-le mostro una hoja de papel- porque si no haces lo que te pido te ira peor de lo que te haremos ahora- se alejó y miro a sus hombres- háganlo.

El terror que sintió en ese instante sabía que nunca lo olvidaría. Veía como los sujetos que seguían las órdenes de ese hombre cruel se quitaban las chaquetas y se arremangaban las mangas de las camisas, mientras que caminaban a dirección del azabache.

Lo primero que sintió fue un golpe en su estómago, seguido de otros más. No había que ser inteligente para saber que con cada golpe le provocaba dolor al doncel, pero este no gritaba del sufrimiento que le causaban a su cuerpo, no quería darles la satisfacción a esos sujetos, que solo se satisfacían en dañar su cuerpo.

-Suficiente- les dijo el oji miel deteniendo a sus hombres, para luego mirar al cuerpo mal herido que estaba en el piso- te dejare un momento para que tomes una decisión al firmarme este documento, que en este se dice que tú que renuncias voluntariamente a la herencia de tu padre- sin nada más que decir, Antonio sale de la bodega en compañía de sus hombres dejando solo al de ojos azules. Este solo lloraba por la impotencia de no poder defenderse, quería que todo acabara y así al fin poder estar tranquilo...

"Me perdiste y ahora soy feliz sin ti."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora