8. Pérdidas, o no...

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Al llegar a casa noté cierto alivio, esperaba que el viaje a Londres no se le pareciera en nada. Mi padre se asomó por la puerta de la cocina y me observaba mientras yo seguía apoyada en la puerta con la bolsa de viaje en la mano todavía. El resoplido que pegue le hizo levantar una ceja de forma muy graciosa y consiguió sacarme una sonrisa, que en las últimas horas habían escaseado bastante.

- Hola, papá.

- ¿Qué pasa Elena? Estás rara.

Se acercó a mí para abrazarme y al terminar me cogió la barbilla con una mano y la levantó para estudiarme.

- ¿Encuentras lo que buscas papá? Estoy bien, cansada. Eso es todo.- Dije sonriendo.- Ha sido un fin de semana... entretenido.

- Pues no tienes muy buena cara. Tal vez será mejor que vayas a dormir, mañana ya me contarás ¿Vale?

- Me parece perfecto. Buenas noches.

Cuando me desperté vi que ni si quiera eran las siete. La noche anterior me fui tan pronto a dormir que ya estaba totalmente descansada. Después de darme una ducha y tomarme un buen desayuno, decido plancharme el pelo para matar el tiempo. Antes de salir de casa me pongo un pañuelo a modo de diadema con un estampado de flores, me pongo mi gabardina y salgo a la fría calle. La última vez que cogí el autobús me crucé con David, quién me iba a decir ese día que ahora estaríamos así. Antes de volver de la casa de campo, Espe nos obligó a reunirnos a todos en el comedor y hacer una reunión para quitarnos las malas vibraciones y dejarlas allí, como si nunca hubieran existido. Lo poco que hablé con David fue para preguntarle sobre su entretenido partido de tenis y con Iris las cosas se habían medio arreglado durante el viaje. Decidimos que ninguna tenía la culpa de lo que David sentía y que no debíamos fastidiar nuestra amistad por ello. Ahora empezaba una nueva semana y para la próxima ya estaría en Londres. Había sido un primer trimestre movido y no lo cambiaría por nada, ni si quiera aquel fin de semana por muy desastroso que fuera. Tal vez sí había cambiado algo pero no consideraba que fuera para tanto y seguía molesta por el comportamiento de David. Las próximas Navidades seguramente me reuniría de nuevo con él ya que nuestras familias habían decidido organizar una cena, ahí ya tendríamos la oportunidad de arreglar las cosas y ya habría pasado algo de tiempo.

Al bajar del autobús en la parada del Magistral no pude evitar poner mala cara al ver que apoyado, en la valla que rodeaba el recinto, se encontraba Iker. Esto sí que era una buena forma de empezar la semana, lo que me faltaba.

- Hola Elh ¿Qué tal el fin de semana?- Sin ni tan si quiera pararme a saludar tiré de largo para entrar en el colegio.- Venga, Elh. ¿Tan mal ha ido? Eso os pasa por llevar a gente tan mayor a excursiones de chavales.- Me paré en seco y me giré para ver a dónde quería llegar.

- ¿Qué mosca te ha picado, Iker? No sé a qué te refieres.- Mentí.

- Vamos, todo el mundo habla de ello. ¿No crees que mi hermano es un poco mayor para ti? Y lo de que os acompañara como un perrito faldero este fin de semana ¿Se os ocurrió a vosotros? ¿O es que se os acopló?- Sin duda cada vez que abría la boca era para decir algo borde y con mala intención.

- Mira Iker, no tengo ganas de aguantar tus estupideces. No tengo nada con tu hermano y me da igual lo que hable la gente. A diferencia de ti, él me cae bien y por lo menos es capaz de mantener una conversación mínimamente decente así que si has parado ya de decir tonterías, tengo que ir a clase. Adiós.

Le di la espalda y seguí mi camino hacia el interior del Magistral pero me paré en seco con lo siguiente que me dijo.

- ¿Sabes? Yo cené el sábado con tus abuelos y con otra persona que me mandó recuerdos para ti.- Dijo con cierto sarcasmo.

Nos conocemos de memoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora