1. Cuando de verdad empieza

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Cuando entré por la puerta del que sería mi nuevo instituto me quedé petrificada. No me imaginaba que sería así. Los alumnos, todos mayores de 16 años iban perfectos dentro de sus perfectos uniformes, perfectamente planchados y con sus perfectos peinados. Yo, una chica más bien corriente jamás me había imaginado en un sitio como aquel. El Instituto Universitario Magistral era para familias de los barrios más adinerados, no para alguien como yo, pero por mis buenas notas me habían concedido una beca poco común en aquella institución ya que no eran reacios a concederlas. Llegué a sentirme incómoda en aquel sitio, mirara hacía donde mirara sólo veía a gente con clase y ahí estaba yo. En realidad con aquella fachada que me proporcionaría el uniforme podía pasar totalmente desapercibida e incluso parecerme a aquellas personas. Al principio no me veía con ganas de ponerme el uniforme ya que no estaba acostumbrada pero tenía que reconocer que parecía bastante cómodo, más incluso que la ropa que solía llevar a menudo. En cierto modo me gustaba, así las demás chicas del Instituto no me mirarían mal por llevar ropa que no estaba a la altura de los modelitos que llevaban ellas. Sí, podría llegar a acostumbrarme.

El recinto era enorme. El instituto estaba formado por tres edificios y yo me dirigía hacía el principal que suponía que debía ser el más grande de los tres. Me hallaba en un jardín gigantesco que rodeaba toda la zona de las clases. Era un jardín verde y muy bonito. Lleno de árboles y arbustos perfectamente cuidados al igual que la gente de aquel fantástico sitio. Todo era verde y los estudiantes se encontraban sentados en el césped, estudiando o relajándose un poco entre tanta disciplina. La verdad es que era un sitio de ensueño y yo era muy afortunada por poder estar allí. Me asombré al ver a un grupo de estudiantes entre las sombras de una arboleda encendiendo lo que parecían ser cigarrillos, a esos seguramente no les parecía precisamente un sitio de ensueño. No es que me asombrara por ver a jóvenes fumando, sino que estuvieran ahí. ¿No se suponía que era un sitio de disciplina? ¿Dónde estaban en aquel momento los educadores? Sonreí para mi misma y seguí mi camino.

Cuando crucé el umbral de la puerta principal noté como mi boca se quedaba entreabierta contemplando aquel enorme edificio. Continué andando distraída por los pasillos contemplando las grandes vitrinas que habían pegadas a las paredes. Estaban llenas de fotos y de trofeos y también de algún que otro mérito conmemorativo, como en cualquier otro instituto. Este concretamente, tenía mucho prestigio debido a la ''disciplina'' que impartía a sus alumnos. Llevaba décadas funcionando, formando a los hijos de grandes personajes públicos proporcionándoles una educación ejemplar. Yo seguía contemplando las fotos cuando la vi a ella. Curso del 83. Una chica alta, esbelta y con una piel blanca aterciopelada. Un cabello ondulado y negro como el carbón, y con esos penetrantes ojos azules que harían estremecer a cualquier persona. Mi madre. No pude evitar que se me empañaran los ojos al ver aquella foto y recordarla. Hacía por lo menos siete años que no la veía y la añoraba.

Ella había estudiado en ese colegio cuando era joven. Empezó a los dieciséis años y estuvo allí hasta los veinticuatro, cuando finalizó su carrera en filología inglesa. Mi madre era de una familia rica y bien acomodada. Siempre había tenido cuanto había querido pero aún así era humilde y buena persona. Cuando terminó los estudios conoció a mi padre que también había estudiado para ser profesor de inglés. Se escaparon y estuvieron viviendo en Inglaterra varios años, donde se casarón y empezaron a ejercer como profesores. Cuando mi madre se quedó embarazada volvieron a vivir a España y finalmente nací yo. Mis abuelos no querían a mi padre porque no pertenecían a la misma clase social y se mantuvieron mucho tiempo al margen, seguían manteniendo el contacto conmigo y con mi madre pero casi nunca venían a visitarnos. Nosotros no vivimos rodeados de riquezas ni mucho menos, sino en un barrio corriente y tranquilo; en una casita encantadora y sencilla, con un pequeño, pero no por eso menos bonito, jardín. Cuando cumplí los nueve años mi madre decidió volver a Inglaterra y la verdad es que nunca supe muy bien los motivos, pero el caso es que no volví a saber nada más de ella. Ahora, continúo viviendo en esa casa con mi padre, pero la verdad es que ya no es tan encantadora ni el jardín tan bonito. Continuamos viviendo allí pero la convivencia se hace difícil porque con el sueldo de profesor de instituto público de mi padre no es suficiente. Mis abuelos maternos en cambio siguen llamándome casi todas las semanas y me mandan muchas veces dinero para comprarme cosas necesarias pero cada vez que les pregunto por mi madre rehúyen las preguntas y cambian de tema. Ahora que ya he cumplido los dieciséis, mis abuelos querían que me matriculara en el instituto en el que estudió mi madre, por lo que me facilitaron un montón de dinero para que pudiera estudiar allí, además de conseguirme una beca por mis buenas notas, aun que yo creo que también influyó el ser hija de una de sus mejores alumnas.

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