Trigésimo primer recuerdo

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24 de octubre del 2005

Asderel:

Tienes ya ocho años... Me da mucho gusto el verte crecer, eres como una hermosa flor, el tiempo hace maravillas contigo. A lo largo de los años he estado procurando que nada te faltase, hice generosas donaciones al orfanato en el que vives, yo espero que te haya llegado a tiempo todo lo que hice. Quisiera ofrecerte más, dotarte y maravillarte con todo lo que el mundo humano tiene, pero el querer no es poder, las barreras y los guardianes que te rodean, invisibles a tus ojos, son ridículamente fuertes. Lo lamento.

Ayer te has cortado el cabello, lo tenías casi hasta la cintura y te veías como una princesa cada que lo peinabas, pero hoy, al volver de la escuela, lo traías un poco más bajo de tu mentón, ¿qué sucedió? ¿Ya no te gustaba? No logro entender las razones ocultas bajo tus acciones, te he visto llorar detrás del orfanato, te he visto correr de la escuela a tu casa, como si huyeras de una tormenta. Quisiera que me contaras todo aquello que te asusta, que te hace correr, así yo sería de mayor utilidad, yo pelearía tus batallas infantiles, yo echaría de tu corazón aquellos miedos que te carcomen.

Te busqué por tanto tiempo y después de encontrarte me acobardo por temor a tu rechazo, sé que no recuerdas nada, sé que no entiendes nada... Pero mi consciencia no es tan pura como la tuya, y los fantasmas del pasado aún reclaman protagonismo como para intentar acercarme a ti.

¿Te he dicho que la relación con tu hermana ha mejorado en sobremanera? Ella puede llegar a ser orgullosa y fría, pero bajo esa escarcha se esconde un corazón bondadoso, juntos te hemos observado crecer y a ella también la inquieta verte tan inestable, por favor cuídate.

Te queremos bien, aunque en esta vida no nos conozcamos te seguiremos protegiendo.

Zhyt

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