3. "1 de septiembre"

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El final del verano llegó más rápido de lo que creían. Deseaban volver a Hogwarts, pero el mes pasado en La Madriguera había sido increíble.

La última noche, la señora Weasley hizo aparecer, por medio de un conjuro, una cena suntuosa que incluía todas las cosas favoritas de las niñas y que terminó con un suculento budín de melaza. Fred y George remataron la noche con una exhibición de bengalas del doctor Filibuster; llenaron la cocina con chispas azules y rojas que rebotaron del techo a las paredes durante al menos media hora.

-¡Me fascinan! -exclamó Maddie.

-Son increíbles, ¿o no? -replicó George.

-¡Ese azul es mi color favorito! -chilló Noa.

-Es la idea -dijo Fred.

Después de eso, llegó el momento de tomar una última taza de chocolate caliente e irse a la cama.

Antes de caer profundamente dormidas, charlaron un poco con Ginny: era bastante tímida, pero era agradable.

A la mañana siguiente, llevó mucho rato ponerse en marcha. Se levantaron con el canto del gallo, pero parecía que quedaban muchas cosas por preparar. La señora Weasley, de mal humor, iba de aquí para allá con una exhalación, buscando desde unas medias hasta una pluma.

Maddie se desperezaba tranquila, no entendía cuál era el apuro.

Noa se puso algo nerviosa, se vistió y fue a bajar las escaleras para desayunar, medio dormida, chocándose así con un Fred, medio dormido también, con una tostada en la mano. El señor Weasley, al llevar el baúl de Ginny al coche a través del patio, casi se rompe el cuello cuando tropezó con una gallina despistada.

A Maddie no le entraba en la cabeza que diez personas, ocho baúles grandes, tres lechuzas, un gato y una rata (y un bowtruckle escondido) pudieran caber en un pequeño Ford Anglia. Claro que no había contado con las ventajas especiales que le había añadido el señor Weasley.

-No le digan a Molly ni media palabra -susurró Arthur al abrir el baúl del coche y mostrarles cómo lo había expandido mágicamente para que pudiera caber el equipaje con toda facilidad.

Cuando por fin estuvieron todos en el coche, la señora Weasley echó un vistazo al asiento trasero, en el que Harry, Ron, Maddie, Noa, Fred, George y Percy estaban confortablemente sentados, uno junto a otro, y dijo:

-Los muggles saben más de lo que uno creería, ¿verdad? -Ella y Ginny iban en el asiento delantero, que había sido alargado hasta tal punto que parecía un banco del parque. -Quiero decir que desde afuera uno nunca diría que el auto es tan espacioso, ¿verdad? No creí que un auto muggle sería así.

El Señor Weasley arrancó el motor y salieron del patio. Se volvieron para echarle una última mirada a la casa. ¿Cuándo volverían a verla? No pudieron siquiera pensar esa pregunta: George había olvidado su caja de bengalas del doctor Filibuster. Cinco minutos después, el coche se detuvo, para que Fred regresara por su escoba. Ya estaban en la autopista cuando Ginny gritó que había olvidado su diario. Para cuando ella volvió a subir al coche, tenían muchísimo retraso, y los ánimos estaban alterados.
El señor Weasley miró primero su reloj y luego a su mujer.

-Molly, querida...

-No, Arthur.

-Nadie nos vería. Este botón de aquí es un accionador de invisibilidad que he instalado. Ascenderíamos en el aire, luego volaríamos por encima de las nubes y llegaríamos en diez minutos. Nadie se daría cuenta..

George interrumpió el cotilleo de las niñas con un susurro: "¡SHHHHH!", y él con Fred, Ron, Harry, Maddie y Noa se dispusieron a escuchar.

-He dicho que no, Arthur, no a plena luz del día.

Pequeñas Black y la Cámara de los Secretos [II] [Harry Potter] (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora