Capítulo 4

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Capítulo 4

Amarraron las manos de Katniss con una cuerda y los hombres se subieron a sus caballos y dejaron a Katniss caminar. Dirigió a su casa una última vista de nostalgia y a su padre una mirada de despedida.

- Adiós padre-. Dijo y volteo al frente. No le dolía la marcha y la manera en que su padre la había vendido... ya no podía sentir nada

- Adiós hija-. Era lo único que dijo a su hija. Sabía que no la volvería a ver y cuando la viera de nuevo, sería muerta o casi. Pero tenía que ver por sí mismo.

Caminaron por desiertos y prados. O mejor dicho Katniss caminó, le daban pequeñas porciones de comida y por las noches, hacía mucho frio y no le dejaban acercarse al fuego. Tomaba agua, del mismo tazón que los caballos. No le daba asco, pues eran animales tiernos y ya lo había hecho en su niñez mientras era pobre junto con su padre.

Su padre.

La segunda noche, la nostalgia pudo más que todo y se echó a llorar. Por un momento deseo que los moretones ocasionados por los golpes de su padre, nunca desaparecieran, pues era lo único que tenía de él.

La tercera noche, cuando la esperanza era nula... encontró un diente de león volando por los aires y lo tomo entre sus manos, mientras este volaba sobre su cabeza.

Al quinto día de caminatas largas y cansadas, entraron a un pueblo grande, donde se distinguía que era, tal vez, uno de los pueblos mercantiles y con mucha influencia económica de toda Europa.

Había callejones donde podía ver puestos de diferentes cosas. Entonces uno de los hombres se acercó a un puesto.

- Venga por aquí y pruebe estas hierbas-. Dijo una señora ofreciendo algunas cosas

- No gracias, ¿Dónde está el mercado de esclavos?-. pregunto

- A la derecha-. Dijo la mujer

Sin decir gracias, se dirigieron al mercado de esclavos.

Peeta se encontraba en el jardín leyendo un libro de plantas. Solo habían pasado dos días y sus padres ya lo tenían harto con todo el asunto del matrimonio....

- ¡Cinna!-. grito entonces el príncipe a su consejero

- Dime-. Dijo Cinna al acercarse a la mesita en donde Peeta estaba sentado.

- Necesito tu ayuda-.

- ¿el Matrimonio?-. dijo su amigo levantando una ceja

- No sé qué hacer-. Dijo tapándose el rostro

- Enamórate-. Dijo Cinna

- Ay gracias Cinna-. Dijo con una sonrisa el príncipe-. Como si fuera tan simple.

- Y lo es. Solo es cuestión de que encuentres a la indicada-.

- Siempre he deseado a alguien que no sea como la típica princesa engreída, pero estoy pidiendo demasiado-. Dijo Peeta con la esperanza por los suelos.

- Recuerda que puedes casarte con alguien que no sea de la realeza-. Dijo Cinna

- Ambos sabemos que no encontrare a una chica del pueblo que no sea avariciosa y sin contar aun, que nunca he ido al pueblo-.

Cinna no dijo nada y lo único que pudo hacer fue darle unas palmaditas en la espalda a su amigo.

- Cinna te habla su majestad el rey-. Dijo Annie, la cuñada de Peeta

Esclavos del amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora