Capítulo 11. Viviendo En El Sueño.

14 2 0
                                    

La vida parecía ensañarse con nosotros, porque no acabábamos de salir de un mal rato, cuando ya estábamos entrando a otro, pero esto es así. Pensamos que somos felices y que así viviremos por siempre, sin embargo ocurre algo un par de días después y nos preguntamos, ¿a dónde se fue la felicidad? Y es apenas normal que pensemos de tal forma. Pero como bien sabemos nada es eterno, y por eso un día morimos, un día reímos y llega el momento de llorar, pero el llanto al igual que la risa, cesa, siendo un proceso de nunca acabar, porque se dice que incluso después de la muerte, hay vida. Alejandra era mi vida. No podía permitir que mi vida estuviera decayendo, a causa del luto causado por la muerte de su primo. Pasaban los días, y Aleja poco quería salir, porque cualquier lugar le recordaba a algún suceso con tu primo, a pesar de no ser uno de los familiares con los cuales tuvo más contacto. Yo intentaba animarla, cada vez que iba a visitarla a su casa, lo hacía casi que a diario, porque su actitud y semblante no mejoraba, y cada vez más se le notaba que le dolía lo que había ocurrido, pero era como si hubiese tenido una cuenta pendiente con su primo o qué sé yo. En todo caso, su muerte había marcado su vida, de tal manera que sólo pude verla sonreír a carcajadas, un mes y veintidós días después. Ese día supe que valía la pena darlo todo por verla sonreír.

-Qué hermosa te ves así sonriendo. -Dije mirando fijamente su boca y tomando su mano derecha, mientras sacaba un chocolate del bolsillo izquierdo del pantalón, con la otra mano.
-Gracias por estar aquí, ¿qué haría yo sin ti? -Dijo acariciándome la mejilla.

Algo tenía de especial el contacto de su mano con mejilla, puesto que cada vez que lo hacía se sentía muy, pero muy bien. Parecía que había magia allí.

-Te cuento que hace un par de noches soñé contigo. -Dije, mientras le daba el chocolate, ante su mirada de amor.
-¿Por qué no me lo habías contado? -Me preguntó sin mirarme, con aquella cara de felicidad, mientras abría el empaque del chocolate.
-Pues precisamente soñé esto, que sonreías, que te daba un chocolate y que luego te abrazaba y besaba. -Contesté.
-¿Qué estás esperando para hacerlo realidad en su totalidad? -Me preguntó, mientras le daba un bocado al choco.

Alejandra tenía la sencilla particularidad de hacer todos mis sueños realidad, porque desde el simple hecho de conocerla, empezaba a ser realidad el sueño de tener emoción en mi vida. Todo lo que tenía en mi mente para con ella, luego lo hacía realidad. Todo aquello que durante noches de insomnio con ella me imaginaba, al rato podía vivirlo. Sin embargo, no era en sí como hacer que mis sueños llegaran a la realidad, sino más bien como vivir dentro de ellos. Mis sueños yo los vivía con ella.

-Yo vuelo cuando te abrazo y vivo cuando te beso. -Le dije en tono poeta y jocoso.
-Vamos Jason, me has hecho reír. -Soltó una carcajada.

Lo había logrado una vez más, y a pesar de que eso no lo había soñado, pues estaba resultando mucho mejor. Seguido a eso la tomé por la cintura e hice eso que hacía antes de darle un beso: mirar sus ojos, luego su boca, soltar un te amo y besarle el alma por medio de sus labios.

-No vayas a cambiar eso. -Dijo en medio del beso.
-¿De qué hablas? -Pregunté sin saber a qué estaba refiriéndose.
-No vayas a cambiar esa loca manía de traerme tan loca de amor. -Me besó con intensidad.

Sus besos sabían a chocolate blanco, porque se había comido toda barra del mismo. Amaba el chocolate creo que más que a mí mismo, y ella odiaba escuchar que yo dijera tal cosa. Lo hacía para ver el gesto en su cara de enojo, es que lucía realmente hermosa. Verla feliz era una razón más para yo sonreír, y vaya que en ocasiones me costaba ver su sonrisa en su rostro, pero fuera el esfuerzo que hubiera hacer, siempre valía la pena. Yo había estado acostumbrado a dejar pasar muchas oportunidades, personas, situaciones, y demás, debido al temor de perderlo todo o yo qué sé. En todo caso, verla, abrazarla y besarla, no se sentía como un sueño hecho realidad, no, era como vivir en el sueño.

-Nunca me sueltes por favor. -Me suplicó.
-No lo haré. -Tomé su mano.
-Y no me refiero a que nunca sueltes mi mano, me refiero a que nunca sueltes mi vida. -Me explicó, mientras una lágrima recorría su rostro.
-Ay mi hermosa, no te soltaré, lo prometo. -La abracé.

Podía sentir la aceleración de su corazón, y supe en ese momento que ella era todo el lugar posible y probable en el que podía encontrar plenitud, porque me hacía vivir en un sueño, sin tener que ir a dormir. Ella era sencillamente, mi bendito sueño viviente.

Sentir que vuelo cuando te abrazoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora