Capítulo 2. Caída En Picada.

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Había escuchado muchas veces que nada es para siempre, pero yo hacía caso omiso a cualquier intento de la vida, de arrebatarme lo que tanto me había costado construir, y era algo que a pesar de enfrentar con valentía, no conseguía sacar de mi mente y me atormentaba muchísimo por las noches, sí, en ese momento en el que todos se echan a dormir y descansan para despertarse un día más. Sin embargo, ahí me quedaba yo, tumbado en mi cama con los ojos fijos mirando hacia el techo, deseando escuchar su voz, como si alguna respuesta fuera a caer del cielo o como si ella fuera a tocar mi puerta y dormiría conmigo todas las noches. El insomnio era un triturador, que acribillaba mi mente, y aparecían recuerdos amargos de la primera chica con la que estuve, la muerte trágica de mi tío o la vez que vi morir a mi perro, arrollado por un auto que pasaba a gran velocidad por un lugar por el cual no podía transitar a tal velocidad. Era muy niño, y no podía entender cómo los adultos mentían tanto y cometían tantas locuras y más cuando tenían unos cuantos tragos en su cabeza. Lo normal era fumar, beber y pasarla bien, ¿pasarla bien? Claro. Yo la pasaba bien yendo con ella de su mano o quedándome toda la tarde y noche en su casa, riéndonos del mundo y yendo a pasear con sus besos. Eso en realidad, era pasarla bien.

Pero volvamos a la frase "nada es para siempre". Un día, de repente las cosas empezaron a ir un poco desviadas y yo no supe qué hacer. Sus amigos la rodeaban mucho y yo no soportaba ver que otros le coqueteaban, le decían cosas lindas y ella pareciera gustarle todo eso rollo.

-¿Podrías decirle a tu amigo, que nos deje tranquilos un rato? -Le dije con gesto muy serio.
-¡Vamos! Pero si solo es un amigo, no pasa nada. -Quiso tranquilizarme.
-Quiero irme a casa. -Dije decidido.

Tomé mi teléfono y llamé a un taxi, porque no podía soportar tal situación, y ella quiso calmarme y convencerme de guardar el móvil, pero ya mi noche con ella había terminado en ese momento. Yo no sabía si estaba exagerando o si de verdad tenía la razón, lo cierto era que me enojaba demasiado ver cómo lo único que me diferenciaba del resto eran sus besos en mis labios. Luego sentía culpa, porque ella estaba ilusionada con esa fiesta y yo se la había amargado por un estúpido ataque de celos, quizás tenía la razón, pero mis reacciones iban en contra de cualquier deseo de hacerla feliz. La estaba cagando. Sin embargo, ya había tomado la decisión de ese lugar, al fin y al cabo no haría mucha falta si me iba. Era muy difícil que nuestro enojo pasara rápido, porque ya todas las fuerzas y todo lo que por ella sentía, era solo energía negativa, y deseaba que me rogara un poco, que se le notara que conmigo era con quien quería estar. No notaba interés alguno de su parte, para querer verme bien y creo que pensar de esa manera tan errónea, me iba a costar un poco caro. Sin darme cuenta, estaba sofocando nuestro sentimiento, ese mismo que tanto había cuidado y tratado como lo mejor que tenía. Estaba destruyendo nuestro amor y empezamos a ir en picada libre. Me preguntaba, ¿y los momentos vividos? ¿dónde los guardo si ella se va de mí? Pues me quedé meditando en la cama, cuando llegué a casa, en el taxi pensé muchas cosas y el nudo en la garganta no se hizo esperar, hasta creo que pagué el doble de la carrera, ciertamente no me importó. Solo quería que ella me perdonara, e hiciera amnistía conmigo. Entonces decidí llamarla.

-Hey nena, disculpame por lo de anoche. -Dije casi que tartamudeando.
-No puedes hacer eso una y mil veces que se te antoje, ¡no puedes!
Se escuchaba muy alterada, y creo que había metido la pata y esta vez hasta el fondo.
-Pero nen...
-Ningún pero vale en estos momentos, arruinaste mi noche. Te juro que no aguanto más. -Dijo con su voz quebrantada.
-¡Maldición! lo siento mucho, nena, prometo que esto no volverá a ocurrir, ¡LO PROMETO! dame solo una oportunidad. Mira, después de ti para mí no existe más nada, y tengo miedo, mucho miedo de perderte, porque por fin siento que estoy haciendo algo bien con alguien y no quiero que esto termine por un ataque de celos.-Me interrumpió.

-¿Un ataque de celos? han sido muchos. -Dijo llorando.
-Espera, ¿me darás la oportunidad? -Pregunté resignado, esperando lo peor.
-Ajam. -Y colgó.

Me quede tirado en mi cama, pensando en cómo sacar la pata que había metido, porque aunque dudara de quién tuvo la culpa en realidad, arruiné su noche, y así, había hecho otras veces más. Pero, no quería perderme de ver cómo crecía en este mundo, junto a mí. No quería perderme ningún detalle de ella, porque de verdad la amaba, y la sigo amando, aunque mucho me haya dolido amarla en cierto momento, creo que ella es ese amor que te hace pensar que naciste de nuevo, incluso sin haber tenido que morir.







Sentir que vuelo cuando te abrazoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora