Capítulo 8, Como Cosa Del Destino.

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Por lo general no solía creer en el destino, ni en ese tipo de cosas, pero todo parecía ocurrir como por casualidad y cuando salía por allí, me encontraba cualquier cosa que me recordaba a Alejandra. Pensé que era apenas normal que después de terminar mi relación con ella, creyera verla en todas partes, y por eso en primera instancia no me alarmé, sino que más bien lo vi como algo normal. Lo normal era que la seguía amando como desde la última vez que se lo dije. Podía soñar algunas noches con ella, y querer que regresara a mi lado, pero eso solamente me mataría más, porque eso era lo que su amor hacía conmigo, matarme.

Encendía la radio y sonaban las canciones que les había dedicado, como queriendo decirme algo o tal vez todo era una casualidad. Casualmente su nombre lo veía en los comerciales de la televisión, como queriendo decirme que la buscara y a la mierda el orgullo, pero yo pensaba "a la mierda el destino". Yo no me quería seguir muriendo de amor, por alguien que en vez de hacerme fuerte, era la causa de mi debilidad. Ella era la causa de una pena de amor, como esas que sólo había visto en las telenovelas que veía mi mamá. Yo no entendía por qué los adultos (cuando yo era niño), tenían todo a su favor y lo echaban a perder. Yo pensaba "pero si luchan un poco más, a lo mejor lo consiguen", pero hasta que no te pasa algo, no lo podrás entender. Vaya manera de entender cómo funciona la vida, y qué mal que uno aprenda sufriendo, en algunas ocasiones. Porque mientras estuve con Aleja, hubo un tiempo de dicha, de amor, de compresión, en el que yo llegaba a casa, tomaba mi móvil y ahí encontraba una cantidad de mensajes de ella, diciéndome que me extrañaba y me amaba. Salíamos a todas partes, y nos besábamos en cualquier lugar, porque se nos daba la gana. La llevaba de la mano a todas partes, para que todos supieran que aquella chica de ojos claros y cabello hermoso, tenía una gran parte su corazón que me pertenecía a mí, o dicho de otra forma ella era mía.

-¡Qué milagro encontrarte por acá! -Dijo con una leve sonrisa a medio lado.
-Sí, un milagro... -Repetí mirando hacia el suelo, y con las manos entre los bolsillos.

Ella estaba caminando por aquel sendero donde la empecé a ver unos años atrás, cuando quería saber su nombre y la escuela en la que estudiaba. Tenía tanta curiosidad de conocer a aquella chica delgada, de cabello castaño y ojos verdes. Total, ella iba a ser el desastre más bonito, y me iba a a hacer sentir los sentimientos más profundos, que ni siquiera yo había imaginado que podía sentir, y me decían que en eso consistía el amor verdadero, pero joder, ¿en qué parte decía que aunque fuera verdadero, no siempre podría permanecer a tu lado?

No quise decirle más nada en aquella ocasión y sin mirarla a la cara, me marché a mi casa. Al llegar, mi madre me había preparado una sopa con champiñones, papas a la francesa y un jugo que prefiero no mencionar. Ese día estaba tan confundido, porque Aleja se veía bien, pero como con aquella cara de "me falta algo", quizás era yo quien le faltaba o quizás no. Dado el caso que fuera, yo la necesitaba conmigo, a mi lado, cuando fuera al cine o al estadio, en la iglesia o en mis citas con el odontólogo, en todo momento yo la quería conmigo y el destino se había encargado de mostrarmela de nuevo, con ese cabello y esa mirada que tanto me traían loco, y entonces supe que por más alejados que quisiéramos estar el uno del otro, como por cosa del destino, ella había nacido, para morir junto a mí.

Sentir que vuelo cuando te abrazoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora