Capítulo 12. Loca Pasión.

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Recién empezado un momento de felicidad, pensaba en qué iba a pasar, porque cuando más feliz estaba, más riesgos tenía que caer al suelo fuertemente. Siempre caía. Cuando estás durmiendo, y sueñas con que un monstruo te persigue, que vas cayendo por un barranco o que alguien muere, por lo general sientes un alivio al despertar, porque piensas que sólo fue una horrible pesadilla y que ya fue. Pero, ¿qué pasa cuando esos horribles sueños los tienes en la realidad? Eso me pasaba con Aleja. Vivíamos de pesadilla en pesadilla, como perseguidos por ellas, y eran pocas las veces que nuestros cuerpos se abrazaban en pasión y amor. Normalmente estábamos en desacuerdo en muchos temas, porque si no era por mis gustos, era por su desánimo repentino, pero siempre había algo.

-¿Qué tal si comemos algo en mi casa? -La invité.
-Me parece bien, necesito ocupar la mente en otras cosas, además, cocinas muy rico. -Respondió.
-Entonces, mañana a las siete está bien. Te recojo a las seis y cuarto, ¿vale? Ponte bien guapa.
-¿Que me ponga guapa? Siempre luzco así. -Respondió con tono de altivez.

Allí entre risas compartimos un buen rato, en el que luego empezamos a recordar muchas cosas. Algunas buenas, otras no tanto, pero pensábamos que no teníamos salida el uno del otro, y qué bueno que fuera así. Estábamos en su casa, porque prácticamente me la pasaba allá todos los días, intentando que superara la pérdida de su primo, a quien parecía recordarle cada cosa que veía.

Pronto llegó la noche, y llegó la hora de irme a casa, y al llegar, llamé a su casa para darle las buenas noches. Hablamos dos horas y seis minutos, según marcó mi teléfono. A mí me pareció que fueron minutos los que hablamos, pero es que el tiempo estaba en mi contra cuando la veía, excepto por el día siguiente. Ese día el tiempo nos sobró o quizás perdí la noción del mismo, y no sólo del tiempo, sino de todo. Fue una sensación realmente agradable y hermosa.

Al día siguiente me desperté muy temprano y con más ánimos que de costumbre, claro, si es que tendría una cita con la chica más guapa que había podido yo ver, mi novia. La llamé, y su voz sonaba como de recién levantada, hermosa.

-Hola, nena, ¿cómo amaneciste? ¿más guapa?
-¿Guapa? Sí, así amanecí, como siempre. -Respondió.
-Vamos, bájale a tu ego. -Le dije entre risas.
-Entonces no me lo subas, baby.
-Entonces bésame.
-Entonces ven.

Sabía provocarme sin decir tantas palabras y deseé que fueran pronto las seis y quince de la tarde para ir a buscarla. Se hizo eterno el día. Me puse un pantalón negro, camisa blanca y unos zapatos color café. Algo ceñido. Me perfumé tal cual a ella le gustaba que estuviera, y fui a buscarla. Al llegar, aún estaba maquillandose, ¿para qué? Vamos, las mujeres y sus cosas.

-Nena, pero si sólo vamos a comer.
-Me parece que debo ir bien guapa como me dijiste. -Contraatacó.
-Bueno sí, tienes razón. -Me resigné.

Da igual, estaba muy guapa esa noche, y sus ojos lucían más claros que de costumbre. Quizás el delineador, quizás el rubor, quizás el cabello o mi amor por ella me tenía tremendamente loco. Salió de su cuarto y puse una cara de anonadado impresionante. La tomé por sus manos y la miré de arriba a abajo, apenas sonriendo a medio lado. Llevaba un vestido blanco, no muy largo, por cierto, y unos tacones, como si fuésemos a una fiesta, y tal vez sí.

-Alejandra de mi vida... Ciertamente es que estás hermosa hoy. -Dije, aún sin salir del asombro.
-Vamos, no es para tanto. Tú también luces muy bien. -Me dijo, mientras rodeaba mi torso y me daba un cálido beso.
-¿Nos vamos? -Le ofrecí mi brazo.
-Contigo, a donde tú quieras. -Respondió con una sonrisa.

Llegamos en menos de veinte minutos a mi casa, faltando unos escasos tres minutos para las siete. Había preparado unos espaguetis a la carbonara, y había comprado un vino caro que mi madre me recomendó, dizque para una "ocasión especial" y vaya que sí lo era.

-Te quedaron exquisitos, deberías darme la receta. -Dijo, cuando aún le faltaba medio plato por disfrutar.
-Cuando vivamos juntos, quizás pueda yo enseñarte eso, y algunas cosas más. -Dije sin mirarla. Era mi desquite.
-¿Vivir juntos? -Me tomó de la mano, y me miró a los ojos. -Ya yo vivo contigo, vivo en ti, y tú en mí, ¿qué no lo ves?
-Sí, aunque me gustaría que me lo explicaras.
-No sé cómo explicarte.
-Bailemos un poco, he preparado un CD con canciones que sé que te gustarán. -La tomé por el brazo. -¿Me permites esta pieza?
-Claro, bailemos.

Alejandra había utilizado un perfume muy suave, que sólo podía percibir si estaba tan cerca de ella, como cuando bailamos aquella suave canción. Parecía una escena de película, aunque no la hubiera planificado así.

-¿Sabes? Siento que te amo, y que sí, quizás sea así como tú dices, vivo en ti. -Le dije con cara de cursi enamorado y ella sonrió.
-Mi vida está adherida a la tuya. Desde que me enamoré de ti, sentí que había dejado de estar perdida. Tú me encontraste, me rescataste, y no sólo eso, me empezaste a querer con cada parte faltante de mi ser, y hoy me amas. Hoy puedo decir que vivo dichosa, por tener el amor de una persona como tú. -Me abrazó un poco más fuerte.

Bailamos en silencio, como meditando sus palabras, y ella las mías, como intentando asimilar que nuestro amor había pasado a otro nivel. Entonces la besé. Tomé su cara entre mis manos y la besé lentamente. Luego tomé su cintura y rápidamente la traje más hacia mí, ella me tomó por el cabello y el beso empezó a tener una aceleración notoria, y caímos en el sofá de mi sala. Pasé mi mano por su pierna, a lo cual ella no protestó, acaricié su espalda y besé su cuello, para luego quitarme de golpe mi camisa. Ella se desabrochó su vestido, y lentamente se lo despojó de su cuerpo. Besé su hombro y la estrujé tan fuerte que dio un suspiro, y en unos minutos, estábamos desnudos, dejando correr el placer por nuestros cuerpos. Nuestras pulsaciones iban en aumento y podía notar su agitada respiración, cada vez que realizaba un movimiento. Entre el calor, la pasión y el amor que sentimos esa noche, supe que no estábamos haciendo el amor, sino que el amor nos estaba haciendo a nosotros, envueltos en una loca pasión.

Sentir que vuelo cuando te abrazoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora