Una primera vez

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Al verse frente a la princesa, Pedro sintió que el corazón se le quería salir por a boca latiendo muy fuerte, casi se le salen los ojos y se dio cuenta que aquella niña de aspecto un poco descuidado era la misma princesa con la que había chocado y la misma que había visto a lo lejos tan hermosa y danzarina como ella sola. El chico tratando de hacer algo y no quedarse pegado deja salir.

- Aam... Eeh, prin... Princ.... – balbuceaba tratando de decir algo de lo pasmado que estaba.

Fernanda apresura el paso y le tapa la boca con su mano mientras le dice al oído.

- Cállate, no hables fuerte que no quiero que me reconozcan –le decía esto mientras tenía su mano en la boca del chico - solo vine por unas manzanas y volveré al castillo.

Pedro, que solo era el hijo de una mercader no atinó a más que obedecer y venderle las manzanas a nuestra vivaz princesa, cuando ella se gira para marchar a su casa Pedro nota el vestido rasgado en la espalda y no puede evitar el comentario.

- Princess.... - recibe otra vez el tapado de boca por parte de ella quien le dice al oído.

- Si me vas a hablar ahora, mejor dime Fernanda, ya te dije que no quiero que sepan que soy la princesa – le molestaba que ese chiquillo no entendiera las cosas a la primera - eso me traería más de algún problema.

- Pues prin... Fernanda, Fernanda - apresuró a corregirse - si está usted pensando en los problemas de que sepan aquí que usted es la - y lo dice con voz muy bajita - princesa... pues debería saber que lleva el vestido rajado en la parte de la espalda y creo que sus doncellas se darán cuenta y la reprenderán por aquello.

Nuestra distraída princesa no había pensado en eso, a lo que usando todo su carácter que llevaba en la sangre de la nobleza se para derecho, cuadra los hombros y levanta la barbilla de manera orgullosa, cosa que si uno la ve podría parecer gracioso viniendo de una niñita, pero siendo la princesa, con el poder de mandar a matarte, créanme que no es tan gracioso de ver, le dice a Pedro.

- Pues como - aquí se acerca un poquito a Pedro y le dice en el oído - tu princesa... te ordeno que me ayudes a reparar mi vestido para volver al castillo lo más pronto posible, o sea ahora hace el gesto técnico con su dedo.

Pedro sin saber que hacer empieza a desesperarse un poco, pero entre el reto de la madre y ser colgado en la plaza pública por orden de la princesa o peor, por orden del rey no había por donde perderse, sin mucho pensar le tomo la mano a la princesita y salió corriendo rumbo a casa.

Cuando estuvo frente a la puerta giró el pomo y entraron apresuradamente los dos, Pedro vivía solo con su madre por ende la casa estaba sola y a esta la conocía bastante bien por lo que fue a buscar en la cajonera aguja e hilo para componer el vestido de la princesa. Al llegar a la sala nuevamente con los objetos de costura en la mano se encontró a la princesa con la nariz pegada en uno de los muebles de la sala.

- ¿Que hace princesa? – preguntaba intrigado ya que para él la casa era bastante común, pero para nuestra princesa todo lo que había era nuevo.

- Te dije que no me llamaras así – de verdad aquel niño la sacaba de quicio.

- Pero me dijo que no quería que la llamara así en el mercado – a veces le costaba entender a la princesa.

- Pues tampoco quiero que me trates así aquí – dijo no muy convencida de su propia lógica.

Claro que Fernanda por primera vez sentía que no tenía que aparentar ser una distinguida y elegante princesita y al fin podía ser una niña frente a un niño, aunque sabía que aquel niño tendría problemas en adaptarse a este nuevo juego y dejar de tratarla como si fuera de cristal.

- No conozco tu nombre – dijo Fernanda después de un rato para romper el silencio que se había formado.

- Me llamo Pedro Lisanti, pero puedes decirme Pedro – le dijo como lo más normal del mundo, a Fernanda y a Pedro le agradaba poder tratarse de esa manera.

En ese momento Pedro se sentaba en uno de los sillones que había en la sala y la princesa se sentó en el piso dándole la espalda a él de esa manera comenzó poco a poco, puntada a puntada a unir la parte que se había rasgado, tenía cierta experiencia Pedro en costura ya que con su madre tuvieron que arreglar su propia ropa varias veces para poder darle unos años más de uso.

- Listo – le decía Pedro con una sonrisa de haber terminado su trabajo con éxito a Fernanda.

Cuando la princesa se miró en el espejo vio que el vestido estaba como nuevo, que las costuras casi ni se notaban, eso le daría tiempo de entrar en el castillo, cambiarse el vestido sin que lo notaran y el problema estaría solucionado, pero para que no empiecen a extrañarla será mejor que ya se fuera al reino.

- Muchas gracias - le decía sincera Fernanda al chico por haberlo ayudado, se toma el ruedo del vestido y hace la clásica reverencia para agradecerle a Pedro por sus servicios.

- No hay nada que agradecer princesa – se apresura en corregirse – Fernanda - tras estas palabras y este gesto de parte de ello Pedro ve lo más lindo que se pueda ver en el mundo, una sonrisa de la princesa, esa fue la gota que rebalsó el vaso y sin darse cuenta, Pedro había besado a la princesa.

El castillo del sol nacienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora