Algo nuevo

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Fernanda gira sobre sus talones, abre la puerta y sale corriendo por la calle polvorienta dejando bajo el oscuro umbral de la puerta a un pequeño y dudativo Pedro. Mientras corría, la princesa, tenía en la mente lo que había pasado, sentía como sus mejillas se acaloraban, sentía el calor de la ciudad sobre ella pero también un calor interno que le hacía sentir algo nuevo.

Llegó al castillo pero esta vez no pasó por la puerta de los perros ya que sabía que podía romper otra vez su vestido, por esa razón no le quedaba más que entrar por la puerta principal encontrándose con los guardias que custodiaban ésta entrada, como siempre pasa la niña haciendo una leve reverencia tomando el borde de su vestido que por su educación le sale muy elegante y continúa su marcha dejando unos consternados guardias que no reconocieron muy bien a la princesa ya que como lo recordamos, nuestra querida Fernanda iba un poco sucia al pasar por la puerta de los perros, pero no la detuvieron ya que reconocieron la reverencia a modo de saludo y también no era la primera vez que la inquieta princesa llegaba en esos estados y más de alguna rabia les había hecho pasar. Caminaba, más bien corría por los jardines sin saber muy bien por qué lo hacía hasta que llegó al salón principal, corriendo sube hasta su habitación, ahí afuera toma el pomo de la puerta para girarlo feliz de que nadie la había visto cuando siente detrás suyo la presencia de una persona, se gira lentamente para enfrentarla y ver con sus propios ojos quién es, respiró profundo cuando vio a su criada Esperanza con una mueca graciosa, pero tratando de parecer severa. Esperanza había visto llegar a la niña desde el balcón del castillo y agradeció ser ella quien la vio y no los reyes, así que a paso lento fue a la puerta de la habitación de la princesa y la esperó, con el apuro Fernanda ni se percató de la presencia de la criada a sus espaldas que al verla sucia le parecía divertida y no podía evitar la sonrisa por más enojada que tratara de estar.

- Que voy a hacer contigo – le dijo, pero esta vez no estaba molesta - ya niña será mejor que se bañe y cambie el vestido que si la ven así - ve la costura que tenía en el vestido la niña - pero señorita Fernanda si usted no sabe de costura ¿cómo pudo? – le preguntaba muy curiosa.

- Pues entonces evidentemente no fui yo – le dijo altanera solo como una princesa malcriada podía ser - fue un chico del mercado - dijo con la mayor naturalidad del mundo.

Para la criada fueron muchas dudas pero no quiso indagar más ya que no le eran extrañas estas situaciones, si a veces se molestaba pero al fin y al cabo era una niña, era su Fernandita, Esperanza se fue dejando a la niña en una tina con agua caliente.

Fernanda pensaba con la cabeza un poco inclinada para atrás mientras jugaba con su cabello bajo el agua, olía los jabones para saber cuál usar y en eso recuerda su día. Un día distinto, especial, con un sabor y aroma únicos, aquél chico.

- Pedro – dijo recordando su nombre - que descarado en besarme, a mí, la princesa, pero – recordaba cada detalle - igualmente de valiente - Fernanda toca sus labios y cierra los ojos - maldito niño.

El castillo del sol nacienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora