Capítulo 8

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-¿Diga? -contesté distraída mientras daba clic a un par de cosas en el computador.

- ¿Estás en casa, hija?

-¡Hola, pa! -dije con sorpresa; no esperaba su llamada y tampoco había revisado el identificador-. Sí, estoy en casa.

- Voy para allá.

-De acuerdo, aquí te espero.

Me levanté de mi lugar y fui a la puerta a recibirlo.
-¿Pasa algo malo? -pregunté cuando estuvo en el porche.

Frunció el ceño.

-¿Debería? -preguntó en respuesta.

Negué con la cabeza.

-Solo preguntaba.

-No. No pasa nada. Emmett dijo que dejó olvidadas aquí las esposas y pasé a recogerlas.

-¿Se las prestaste? -pregunté acusatoriamente.
Charlie rodó los ojos.

-Emmett solo tomas las cosas. Acto que me molesta de él.
Asentí con la cabeza.
-Iré por ellas. -Di media vuelta y me dirigí a mi habitación para buscarlas.
Cinco minutos después bajé las escaleras, mi padre seguía en el mismo lugar. Me acerqué a él y le tendí las esposas.
-¿Ahora qué hizo? -preguntó mientras guardaba las esposas en el bolsillo trasero de sus pantalones.
Me encogí de hombros para no darle mucha importancia al asunto.
-Nada. Una tonta pelea, ya sabes, lo mismo de siempre. -No pareció conforme, pero tampoco preguntó nada más.
-Bien. -Colocó ambas manos en su cintura-. Aún no me acostumbro a que mis dos hijos de treinta años jueguen como dos insoportables mocosos de cinco.
Emmett podría estar cerca de esa edad, pero yo no. Prácticamente yo era una niña al lado de ese anciano.
-Te recuerdo, padre, que yo solo tengo veinticinco. Además, fue él quien comenzó toda esta mier... esto. Y sabes bien que no se detiene hasta que tiene su merecido.
-Aun así, señorita de los veinticinco, no quiero problemas grandes. No quiero verme en la necesidad de llevarlos presos por esas bromas tontas que se hacen.
-Sabes bien que nunca nos hemos metido en problemas con la ley, papá. Y en todo caso, esto también debe llegar a los oídos de ese cabrón, ya que él es el que comienza todo y después comienza a quejarse como nenita.
-Ten por seguro que se lo diré -dijo Charlie. Estaba por dar media vuelta y marcharse, pero antes de eso giró la cabeza para mirarme-. Iré al supermercado a comprar una botella de vino para llevar a la casa de los Cullen. ¿Necesitas algo?
Negué con la cabeza.
-No necesito nada por ahora, gracias por preguntar.
-Tu hermano dijo que te recordara que pasaríamos por ti a las seis.
-Ya lo sé. Y también espero que recuerde que no voy a ir.
Alzó una ceja.
-¿Algún motivo en especial?
-¿En serio, papá? En esa casa no soy bien recibida, y lo sabes bien. Todos me odian a excepción de Esme, quien cree que soy la heroína de su hijo. Y ya sé que ese evento no es en mi honor, pero no quiero arruinárselo a Emmett. Aunque se lo merece por lo sucedido en la mañana.
Mi padre suspiró pesadamente para luego depositar sus manos sobre mis hombros.
-Bella. -Otro pesado suspiro-. Esto es importante para tu hermano. Sabes bien que casi se pone a llorar cuando nos relató el momento en que la hija de Carlisle aceptó su noviazgo.
Sonaba un poco dramático como lo decía mi padre. Pero era cierto. Aquel día, cuando llegó con la noticia de su noviazgo, Emmett se había puesto a gritar y brincar como canguro por toda la casa de Charlie, casi provocando que ésta se viniera abajo por los saltos.
-Sí, lo sé. Es un llorón -afirmé.
-Bueno, aunque el cabrón de tu hermano se lo merezca, no lo hagas llorar. Y alístate a las seis, ¿está bien? -Soltó mis hombros y retrocedió para girarse y marcharse.
-Está bien -dije-, lo pensaré.
-Bien, me voy.
Bajó los escalones del porche, subió a la patrulla y se fue.
*~RaN~*
Estaba terminando de arreglarme cuando la voz de Emmett llamó desde la calle.
-¡Ya estamos aquí, Bella!
Fui hasta la ventana y miré hacia abajo. La camioneta de Emmett estaba aparcada frente a la casa, y él se encontraba apoyado, mientras miraba hacia arriba.
-¡Apúrate! -volvió a gritar en cuanto me vio observarlo. Lo ignoré y cerré la cortina, tomé mi pequeño bolso y bajé las escaleras.
En cuanto abrí la puerta, Emmett se despegó del coche y se apresuró hasta llegar a la puerta del conductor.
-Sube -ordenó.
¿Quién se creía? Crucé los brazos sobre mi pecho.
-Subiré solo si me abres la puerta.
-¿Qué?
-No te hagas el tonto, me escuchaste bien.
Me miró por un par de segundos.
-¿Y qué pasará si no lo hago? -preguntó con una ceja arqueada.
Me encogí de hombros.
-Simple. No voy.
-Vamos, Bells, no te comportes como una niña.
-No voy -repetí. Charlie nos miraba reprobatoriamente y negando con la cabeza.
Di media vuelta para regresar y entrar a casa. Tenía que hacer algo por lo de la mañana, él necesitaba un escarmiento.
-¡Espera! -De mala gana fue hasta la puerta detrás de Charlie y la abrió para mí. Caminé hasta llegar junto a él y le di una palmada en su cabeza.
-Buen chico. Así se hace.
Aquello lo hizo enfadar más de lo que ya estaba. Cuando subí por completo al auto, Emmett azotó la puerta con más fuerza de la necesaria. Charlie soltó un bufido mientras que mi querido hermano rodeaba el carro.
Llegar a la casa de los Cullen nos tomó solo diez minutos. En cuanto aparcamos, bajamos del carro y nos acercamos a la casa. Antes de que alguien tocara el timbre, la puerta se abrió, dejándonos ver a una Esme bastante alegre.
-Sean bienvenidos -dijo con entusiasmo. Se hizo a un lado para cedernos el paso. Uno a uno nos adentramos a la casa hasta que Esme cerró la puerta detrás de nosotros. Inmediatamente nuestra atención fue reclamada por Carlisle, quien venía a paso exageradamente lento. No tenía nada contra él, pero, Diablos, que alguien le sacara el supositorio del culo.
-Bienvenidos -dijo con voz calmada. Después comenzó a saludarnos a uno por uno, comenzando con Charlie y terminando conmigo.
-¡Emmett! -se escuchó la voz de Rosalie por los pasillos de la casa, para luego poder verla trotando hacia mi hermano. Emmett la estrechó entre sus brazos y le dio un casto beso sobre los labios; Rosalie nos saludó a Charlie y a mí.
Levanté la mirada y... Oh, sorpresa. El secu... Edward venía en nuestra dirección. Pero mi vista no se detuvo en el cobrizo, sino en el hombre que venía detrás de él. Rápidamente supuse que era Jasper, puesto que era el único miembro de la familia Cullen que no conocía. Miré a Jasper por un par de segundos. El tipo era mono. Era un poco más bajo que Edward, tenía cabello rubio ondulado, que le llegaba un poco más arriba del mentón. (Diablos, ese corte lo hacía verse sexy.) Vestía vaqueros, polera y un saco color gris.
«Ya viste a Edward, Bella. Anda, échale una miradita y ve de lo que te estás perdiendo», dijo la molesta voz dentro de mi cabeza.
Quise rodar los ojos y responderle que no. Sin embargo me contuve, sería extraño hablar sola frente a siete personas.
A regañadientes, miré a Edward, el muy hijo de... el muy cabrón vestía pantalones oscuros, camisa blanca y saco color gris oscuro. Y como si eso no lo hiciera parecer comestible, tenía desabotonado los dos primeros botones de la camisa.
Diablos, esta gente sí que tenía buenos genes, parecían la típica familia americana.
Diablos. Estaba considerando la posibilidad de en un tiempo muy, muy lejano, pedirle a Jasper que fuera mi donante de esperma. Sí, mis jodidos futuros hijos serían envidiados por todo el mundo.
«Oye, Bella. Calma a tus hormonas calientes y concéntrate», me reprendí mentalmente.
-Hola -dijo Jasper acercándose demasiado y besando mi mejilla-. Es un enorme placer conocerte al fin, Isabella. Me han contado mucho de ti.
-¿Ah, sí? -Levanté una ceja en su dirección-. ¿Y son cosas buenas? -pregunté curiosa.
-Por supuesto, preciosa. -Una sexy sonrisa apareció en su rostro.
Oh, Diablos, estuve a punto de sonrojarme por aquella sonrisa.
Síp. El tipo me agradaba.
-Menos mal, estaba comenzando a preocuparme -dije con una sonrisa en los labios. Para ese momento todos nos ignoraban.
-Espera. Déjame presentarme como se debe. Soy Jasper Cullen, y el resto ya lo sabes. -Guiñó un ojo.
-Bueno, creo que no necesito presentación, puesto que me has investigado bien.
-Hice mi tarea -dijo con orgullo.
Definitivamente este chico era agradable. Ya decía yo que Esme no era la única en la familia Cullen que no fuera tan... tan... desagradable.
-La cena está lista -anunció Esme-. Ya pueden pasar a tomar asiento.
Caminamos detrás de ella y cada uno tomó asiento en los lugares que Esme nos asignó. Por suerte, frente a mí estaba sentado Jasper.
La cena transcurrió tranquila. El tema principal fue la relación entre Emmett y Rosalie. No era aburrido, pero tampoco era que me importase cuáles habían sido las palabras exactas de Emmett cuando Rosalie accedió a la relación con mi fastidioso hermano.
Al término de la cena, Esme dijo que pasemos a la sala para poder conversar un poco más cómodos. Todos se levantaron y comenzaron a caminar, excepto Esme y Rosalie que se quedaron a levantar los platos. Me dirigí hacia ellas y las imité.
-Oh, no, querida. No es necesario que hagas eso, nosotras nos encargaremos. Ve con ellos a ponerte cómoda.
Hice una mueca y miré hacia donde se habían marchado.
-¿Y soportar a Emmett y sus bromas? -Hice otra mueca-. Prefiero ayudarlas.
-Bien. Empecemos -dijo esta vez Rosalie.
Al término de la tarea pedí indicaciones para ir al servicio, necesitaba refrescarme un poco. Me dirigí por los pasillos de la casa, justo como Esme me indicó. Diablos, esto era como un laberinto. No encontraba la maldita puerta. Estaba por mandar todo al carajo e irme, cuando vi a Edward bajar las escaleras.
-¿Estás siguiéndome, nena? -Iba a decirle unas cuantas cosas, pero él habló más rápido que yo-. Veo que vienes a terminar lo que empezaste por la mañana, bonita. Mi habitación es la tercera del lado derecho. -Con un movimiento de cabeza me señaló el camino.
Rodé los ojos.
Caminé hasta quedar aproximadamente a un metro de distancia de él, cruzándome de brazos.
-Ni en tu jodido mejor día, maldito pervertido.
Él solamente levantó la comisura de su boca en una sexy sonrisa.
Me enfadé.
-Escúchame bien, Edward Cullen -dije, y caminé hasta quedar más cerca de él-. Quiero que me dejes en paz, ¿me oyes? Ya te cobraste con creces lo que te hicimos, y no voy a aguantar más de tus jueguecitos infantiles de niño puberto. Esto se acabó -declaré.
Mi bella e inspiradora verborrea solo sirvió para que él ensanchara más aquella endemoniada sonrisa.
-Si no, ¿qué? -me provocó.
Abandoné mi posición y esta vez coloqué el dedo índice sobre su pecho y lo empujé con algo de fuerza.
-Voy, voy a... -titubeé. Diablos. Me había quedado sin amenazas para él. Estaba a punto de decir más idioteces, cuando su mano cubrió la mía que estaba presionada sobre su pecho y en un movimiento rápido me tomó de la cintura y me atrajo hacia él, aplastándome contra su pecho-. Suéltame. -Me retorcí entre sus brazos. Eso solo sirvió para que Edward me apretara más; sin hacerme daño.
Me retorcí nuevamente pero su agarre era firme. Levanté la mirada para poder hacer algo, y en ese instante sus ojos se toparon con los míos. Nuestros rostros quedaron tan cerca que nuestras respiraciones se mezclaron. Ninguno de los dos dijo ni hizo nada para apartarse. Edward lentamente descendió su mirada de mis ojos a mi boca. Luego, lentamente bajó la cabeza hasta que su nariz se posó en la curva de mi cuello y aspiró mi aroma. Inmediatamente un escalofrío recorrió mi cuerpo.
¿Cómo era que de una pelea estábamos pasando a esto?
-¿Qué...? -Mi respiración se agitó y tragué saliva fuertemente, mientras su nariz seguía en la curva de mi cuello-. ¿Qué es lo que quieres de mí? -solté.
Edward depositó los labios sobre mi cuello y dio un ligero beso, lo que hizo que mi corazón comenzara a latir con fuerza.
¿Qué diablos estaba pasando conmigo?
-¿De verdad quieres escucharlo, Isabella? -dijo con voz sexy. Demasiado. Si continuaba así, en cualquier momento mojaría mis bragas.
Bueno, no era estúpida para no darme cuenta qué era lo que quería, pero tenía que hacer algo de tiempo y pensar con coherencia.
-Ujum... Sí -respondí.
Otro ligero beso, esta vez un poco más abajo del primero.
«No te pongas caliente, no te pongas caliente», me repetía una y otra vez. Eso no estaba funcionando.
-Sexo. -La mano que estaba sobre mi cintura comenzó a bajar hasta mis nalgas y luego a subir hasta mi espalda media.
No. Esto estaba mal. En primer lugar, me odiaba. En segundo, yo lo odiaba más. Y en tercero, y no menos importante, pensándolo bien, quizás lo más importante de todo, lo habíamos secuestrado de su propia boda. ¿Y a quién en su sano juicio le gustaría tener un polvo con su ex secuestradora?
-No. -Fue mi respuesta.
Di un paso atrás para alejarme y al parecer aquello había funcionado, él también retrocedió unos cuantos pasos. Quise mirarlo y decirle algo, sin embargo no tenía ninguna idea sobre qué podría decirle. Solo me giré sobre mis talones y me dirigí al servicio.
Coloqué las manos en los costados del lavabo y respiré profundamente varias veces; me sentía abochornada.
-Tranquilízate, Bella -me dije a mí misma frente al espejo-. No puedes permitir que ese idiota te afecte tanto. Ahora refréscate un poco y sal de aquí lo más calmada que puedas. Y haz de cuenta que lo sucedido con el cobrizo no pasó.
Asentí dos veces. Respiré profundamente un par de veces más y me dispuse a salir de allí.
Al volver con los demás, pude notar la ausencia de Edward, la cual agradecí.
Los veinte minutos restantes que permanecimos en la casa los pasé conversando con Jasper. Después, Charlie dijo que era hora de partir.
Al llegar frente a la casa de mi padre, me despedí de Charlie, y Emmett se ofreció a acompañarme hasta la puerta de la mía.
-¿Que hacían Edward y tú cuando fuiste al servicio?
-¿Quieres que te explique a qué se va al WC?
Emmett hizo una mueca de desagrado.
-Sabes a lo que me refiero.
-No. No sé a qué te refieres, hermanito.
-Seré más específico, ¿qué hacía Edward tomándote de la cintura?
¿Nos había visto?
-Estás loquito, Em.
-No lo estoy. Estoy esperando una respuesta, B. No quise entrometerme porque de inmediato se separaron. Pero...
-Basta, Em. Lo que haga o no con él no es asunto tuyo. De verdad, Emmett, no metas tus narices en donde no te llaman.
-No me gusta, ¿sabes?
-¿No te gusta para qué?
-No para qué, para quién. No me gusta para ti.
Crucé los brazos sobre mi pecho.
-Según tú, ¿por qué no te gusta para mí?
-Solo quiere utilizarte, Bells. Solo quiere un buen polvo, con eso sabrá que te ha ganado.
-Dios, Em -suspiré pesadamente-. Para tu tranquilidad, hermanito, nadie va a ganar nada porque esto no es un juego, al menos no para mí. Eso ya fue, ya pasó. Y ya estoy harta de ese tema de Cullen, no quiero volver a hablar del tema. Nunca. -Dejé a Emmett parado sobre el porche de mi casa y me metí a ella.

Robándose al novioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora