Capítulo: Tuvo su merecido

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Capítulo beteado por Yanina Barboza, Beta de Élite Fan Fiction de (www facebook com/ groups/ elite . fanfiction)

-Uhm... -exclamé en voz alta y me removí. Quise levantar mis manos, quise estirarme un poco, pero algo
en mis manos me impidió hacer ese movimiento. Abrí los ojos de golpe al darme cuenta que algo no iba bien.
Sin duda era mi habitación, pero no me agradó el hecho de que me encontraba semisentada en la cama
con las manos extendidas hacia los costados, en cada una de ellas se encontraba un par de esposas y éstas
estaban sujetas al cabecero de la cama.

«¡Pero qué demonios estaba pasando!»

Me removí inquieta, haciendo que las esposas
tintinearan. No sé de dónde se me ocurrió que eso podía servir, pero tenía que intentar.
Inhalé todo el aire que fue posible guardar en mis pulmones. Sin duda iba a gritar. Seguro que alguno de mis vecinos me escucharía, llamaría a la policía y vendrían en mi ayuda. Me encontraba más que lista para ejecutar mi primer grito cuando la puerta de mi
habitación se abrió dejándome ver a... ¿Cullen?
El muy cabrón lucía guapísimo con pantalones color
caqui y polera azul marino. Al verme, su rostro reflejó un poco de confusión, como si no supiera qué hacer.
Mis pulmones se desinflaron al igual que un globo al verlo allí parado.

«¿Pero qué diablos hacía él aquí, en mi casa, en mi
habitación?»

Esto tenía que ser uno de esos sueños como el que
había tenido antes. Sí. Era eso. Solo un jodido mal
sueño. Estaba segura que en cualquier momento iba a despertar, ¿o no?
Edward se quedó parado en el marco de la puerta,
esperando a que yo dijera algo.

«Y claro que lo iba a hacer».

-¿Qué haces aquí? -logré decir con el poco aire que me había quedado en los pulmones. No hizo nada, solo se dedicó a mirarme.
Quería una respuesta rápida y él no estaba cooperando conmigo. La rabia se apodero de mi sistema.

-¡Quiero una maldita respuesta, Culllen!
El muy jodido se encogió de hombros.
De repente se me ocurrió que él estaba aquí para
vengarse por lo que había ocurrido hace pocas
semanas. Sí, eso era. Bueno, pues ya había cumplido su estúpida venganza. Ya era hora de que me soltara.

-Ok, ok, ya cumpliste tu infantil venganza. ¿Contento? Ahora te pido que me sueltes.
Su expresión cambió de relajada a dura. Creo que había sido mala idea recordarle lo anterior. Pero era inevitable, había venido a cobrarse y yo ya había pagado.
El cobrizo se recargó en el marco de la puerta.
-No puedo soltarte. ¿Sabes?, me pareció que era justo. La luna de miel no es reembolsable, nena -dijo dando una mordida a un sándwich. Esperen... ¿él traía
consigo aquel bocadillo? Porque juraría que hace dos segundos no había nada en sus manos y... ¿acaso aquel bocadillo lo había sacado de mi cocina?... Más le
valía que eso lo hubiera traído de su casa o de donde quiera que haya venido.
«Concéntrate, Isabella», me gritó mi subconsciente. Sacudí ligeramente la cabeza para aclarar mis ideas, y
dije lo primero que se me vino a la mente.
-¿En serio, Cullen? ¿Nena? Eso suena como una línea de literatura barata.
«¿En serio fue lo único que se te ocurrió, Bella? No pudiste haberle pedido una explicación del porqué estás
secuestrada en tu propia casa», me regañó la vocecita de mi cabeza.
Edward ladeó su boca en una media sonrisa y dio otra mordida a su bocadillo, masticó lentamente hasta que
se lo tragó.
-Tienes razón -dijo apuntándome con el dedo índice y dando nuevamente otra mordida al bocadillo-. Iba a decirte «cariño», pero pensé que estaba más trillado que nena. Así que he utilizado el de nena. ¿No te gusta?
Ignoré su respuesta; iba a hacerle unas preguntas.
-¿Me secuestraste? -pregunté, alzando una ceja interrogativamente.
Edward hizo una mueca, que de no ser porque me
encontraba un poco enfadada, la hubiera catalogado como graciosa.
-Sí -dijo sin un ápice de preocupación.
-¿En mi propia casa?
Asintió con la cabeza.
-Sabes... no era conveniente sacarte de la casa. -Se levantó de la cama y fue hasta mi ventana. Entreabrió
un poco las persianas y miró por ellas un par de
segundos. Luego, se giró para mirarme-. Tus vecinos entran en la categoría de reporteros.
Aquello sonaba como si fuera a suceder algo malo.
«Te odia tanto que seguramente viene a matarte por lo
del secuestro».
-¿Quién los calificó? ¿Tú? -traté de no sonar
asustada. Tenía que idear un plan para salir de aquí.
-Soy bueno para eso. Y no, no soy un psicópata o algo por el estilo. Estoy aquí por el motivo que te dije con anterioridad.
Si esto era un mal sueño como el anterior, entonces ya iba siendo hora de que despertara.
-¿Podrías pellizcarme, por favor? -pedí, esperanzada de que eso ayudara.

Robándose al novioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora