El pequeño bar, que usualmente estaba bastante solitario, ese día estaba lleno. Alice y yo caminamos por el local buscando a las chicas.
—¿Las encontraste? —le pregunté a Alice, alcé un poco la voz para que esta se escuchara un poco más alto que la música.
—No —me informó—. Espera... ¡Angela está allá! —Señaló a Angela, que se encontraba agitando la mano por encima de las cabezas de un grupo de chicos.
Caminamos hacia ella.
—¿Dónde están las demás? —pregunté.
—Por aquí.
Caminamos detrás de Angela hasta llegar a donde estaban las demás. Kate y Tanya estaban sentadas junto a dos mesas circulares pequeñas.
—Al fin llegan. Llevamos horas esperándolas —se quejó Kate.
En ese momento apareció un tipo rubio con una charola llena de margaritas, las dejó sobre una de las mesitas y luego se marchó. En cuanto el tipo se fue, Kate se aclaró la garganta para que todas la miráramos.
—Bella, ¿por qué no nos cuentas qué es lo que pasó entre tú y Cullen después de la boda? —Levantó las cejas un par de veces—. Había rumores de que sucedió algo entre ustedes dos.
Todas dirigieron su mirada hacia mí con curiosidad, esperando mi respuesta. Pero iban a quedarse esperando, puesto que no iba a hablar sobre ese tema.
—Se dice que Edward volvió para verte de nuevo —dijo Angela con sorna.
—Vamos, Bella, cuéntanos —animó Kate.
Maldita sea. Todas habíamos estado juntas aquel día. Bueno, a excepción de cuando fui a dejar a Edward al aeropuerto.
Me quedé callada por un par de segundos y miré a todas, luego alcé una de las comisuras de mi boca en una media sonrisa.
—Están ansiosas por saberlo, ¿no? —pregunté.
—Sí, claro —habló Angela.
—Qué curioso que ahora sí quieran escucharme y no cuando les dije que robarse a Peter de su boda era una mala idea —dije.
—Vamos, Bella. Solo confírmanos si estás teniendo una aventura con Edward Cullen o no —dijo Angela.
Estaba a punto de responder a eso cuando Tanya intervino.
—Chicas, chicas. Dejemos en paz a Bella. Suficiente tiene con que todo el pueblo le haya cargado nuestro numerito a ella, cuando en sí todas tuvimos la culpa.
—Pudo haber pasado algo de camino al aeropuerto —insinuó Angela.
Tanya le dio una mirada de pocos amigos.
—Oigan, chicas, dejemos en paz a Bella y pongámonos borrachas —expresó Alice. Después cambió de tema y le preguntó a Kate por su nuevo empleo en Seattle como dependienta de una tienda. Luego la conversación pasó a Angela, quien dijo que estaba saliendo con un compañero de trabajo. Y por último pasó a Tanya, quien contó que después del incidente su esposo la amenazó con dejarla sin sexo durante un mes, pero dijo que se las había arreglado para hacerlo caer.
Seis charolas de margaritas después, Tanya decidió que era momento de llevar a Kate y a Angela a casa, y tuve que ayudarla, ya que ellas querían quedarse un poco más. En cuanto estuvieron en la mini van Tanya dijo:
—Gracias por ayudarme. No sé qué hubiera hecho con las dos de necias.
—La próxima vez juro que me pondré peor que ellas para hacerlas pagar un poco.
Tanya asintió.
—Sería justo —sonrió—. Bueno es hora de que nos vayamos. Nos vemos luego, Bella, fue bueno verte de nuevo. —Alzó una mano y la agitó en forma de despedida.
—Bien. —Alcé la mano al igual que ella y la agité un poco en el aire. Luego giré sobre mis talones y me dirigí de nuevo al bar para ir por Alice.
No fue difícil encontrarla, estaba cerca de la barra, hablando demasiado cerca de la cara de Thomas Hyde. Me acerqué a ella por detrás de Thom, que había acorralado a Alice en la barra, colocándole las manos a los costados. En cuanto estuve cerca di un pequeño golpe en la mano de Thom para que se soltara, lo hizo.
—Es hora de irnos, Al —anuncié, la tomé del brazo y jalé un poco de ella para separarla de Thom, quien tenía su boca a poco centímetros de la de Alice.
—Un poco más, Bells —dijo con un puchero.
Tuve ganas de tomarle una foto en ese momento para mostrársela al día siguiente. Seguro que vomitaría en cuanto se la enseñara. Contuve el impulso y tiré nuevamente de ella.
—¡Espera! —protestó Alice. Esta vez hice que Thom se apartara con un gruñido.
—Me lo agradecerás mañana, Al —dije y seguí arrastrándola hacia la salida.
—¡Era lindo! —se quejó. Solté una estruendosa carcajada por eso.
—¡Por Dios, Alice! Estabas besándote con Thom Hyde —volví a reírme. Alice había dicho tiempo atrás que por nada del mundo besaría o tocaría a Thom Hyde porque con solo tocarla podría contagiarle algo, ya que el tipo se acostaba con cualquier mujer. Sí, era algo exagerado. Pero así era Alice. Y yo solo estaba rescatándola de algo que se podría arrepentir después de lo que había dicho de Thom.
Alice se detuvo en seco.
—No es verdad —declaró—. Ese... ese chico era... más guapo que Thom. Podría jurar que era Brad... Brad Pitín... —Dijo esto último y comenzó a reírse a carcajadas—. ¿Oíste eso, Bella? ¡Brad Pitín! —repitió su mal chiste, pero esta vez haciendo con sus manos una seña de un pene pequeño. Y luego volvió a reír como si una foca estuviera riéndose.
Sacudí la cabeza por eso y me reí con ella. Llegamos hasta el coche y subimos a él, lo encendí para retroceder y sacarlo de entre dos coches que estaban a los costados. Entonces, un golpe se escuchó en la parte trasera.
—Oye —gritaron.
Demonios, lo que me faltaba, que un maldito borracho se abalanzara sobre el coche. Apagué el motor y salí a ver lo que estaba sucediendo. Un hombre estaba levantándose con dificultad, luego volvió a agacharse. Un par de segundos más tarde volvió a tratar de levantarse, esta vez consiguiéndolo.
En cuanto lo reconocí me tensé.
—Cullen —dije con los dientes apretados, él se levantó y parpadeó un par de veces, como si le costara concentrarse en lo que tenía delante de él.
—Hola, tú —dijo y luego volvió a agacharse.
—¿Qué haces? —demandé. Él pareció no escucharme y siguió con su tarea—. ¡Oye! —Me le acerqué.
—¡Espera! —Metió la mano bajo mi pequeño auto y sacó un par de llaves—. Las tengo. —Con dificultad, se levantó del suelo y se tambaleó un poco mientras se apoyaba en mi auto.
Claramente estaba borracho. Muy borracho.
—¿Qué es lo que sucede? —Alice salió del auto y fue a la parte trasera para ver qué era lo que pasaba. En cuanto vio a Edward una sonrisa borracha se formó en su boca—. Hola, Edward —dijo alegre. Edward entrecerró los ojos para poder distinguirla.
«Bueno, al menos a él sí lo reconoce», pensé.
—No sucede nada, Alice. Sube al coche.
Ella me ignoró y siguió mirando a Edward. Después soltó una risita y lo señaló.
—Estás borracho.
—No lo estoy —se defendió.
—Apártate de mi auto, Cullen —ordené cuando vi que se estaba apoyando en él. Edward se tambaleó un poco cuando se apartó, alzando las manos lo más alto que podía. De nuevo, Alice soltó una risita.
—Si yo estoy en el nivel cinco, Edward debe estar por el diez —dijo Alice—. ¿Por qué no lo llevamos a casa?
¿Pero qué mierdas estaba diciendo Alice?
Algo muy en el fondo de mi ser, donde se encontraba la parte buena, pura y bondadosa de mí, me decía que le hiciera caso a Alice y que lo llevara a la casa de sus padres, a salvo. Pero, la parte que lo odiaba, que era el noventa y nueve por ciento, me decía que lo abandonara ahí a su suerte.
—Míralo. —Señaló a Cullen, que estaba recargado nuevamente en mi coche, tenía la cabeza apoyada en la mano y estaba dormitando—. Está muy ebrio. Y sabes que si intenta irse a su casa en ese estado, sólo provocará un accidente.
—No me importa —respondí.
—¿No te importa? Bien. Entonces vayámonos de aquí y dejémoslo, pero si mañana aparece en el diario que tuvo un accidente y que murió, no digas que no te lo dije.
A Alice le gustaba dramatizar todo, pero debía admitir que tenía un poco de razón con que Edward estaba muy borracho para manejar. No me preocupaba él, claro, pero sí que pudiera lastimar a otra gente.
—¡Bien! ¡Por Dios, Al! ¡Eres muy dramática! —me quejé—. Lo llevaremos a casa de los Cullen —acepté.
Me acerqué al cobrizo, extendí una mano para alcanzar su rostro y dar una pequeña palmada en su mejilla para despertarlo.
—Despierta. —Edward abrió los ojos un poco y se acomodó nuevamente.
—No molestes, Swan. —Se quedó en aquella posición un segundo más antes de quitarse, se talló un poco los ojos, y luego miró a Alice—. ¿Has visto al pendejo de mi hermano, dulzura? —Solo se dirigió a Alice.
—Idiota —murmuré en voz baja.
—¿Jasper? —preguntó Alice.
—Sí, ese, ¿lo han visto?
—Nope.
Edward dijo algo entre dientes que no alcancé a escuchar bien. En ese momento abrí la puerta del carro y le señalé el interior.
—Adentro, Cullen. —Me miró y negó con la cabeza.
—Contigo a ninguna parte, nena.
Apreté los dientes, otra vez aquella maldita palabra. «Bien, esto va a ser por las malas»,
pensé.
Después de unos diez minutos y un poco de dificultad, Alice y yo logramos meter a Edward en la parte de atrás. Juro que estaba a nada de mandar todo a la mierda y dejarlo ahí, pero a último momento había accedido a meterse. Una vez todos adentro, salimos de aquel lugar.
—Vas a ir a dejarme a casa primero, ¿no, Bells? —preguntó Alice.
Me reí por eso.
—Oh, no, nada de ir a casa primero, "chica rescata borrachos". Iremos a dejar a Cullen a la casa de sus padres, y después te llevaré a casa y podrás dormir en paz, ¿entendido?
—Bien —dijo de mala gana.
A mitad del camino a Alice se le ocurrió encender la radio y sintonizar una estación que estaba dando éxitos de los noventa. En cuanto Paradise City comenzó a sonar, subió todo el volumen y se puso a cantar a todo pulmón, a media canción me le uní.
Cuando estábamos cerca de la casa, bajé el volumen de la música y luego aparcamos frente a la gran casa Cullen. Miré la casa y esta tenía todas las luces apagadas, excepto por la del porche.
Alice soltó un suspiro.
—¿Quién de las dos irá a hablar con Carlisle o Esme? —preguntó.
No contesté. Estaba pensando en cómo le diría a Esme o Carlisle de que uno de sus hijos estaba en mi coche.
—Bien, iré yo —dijo decidida. Abrió la puerta y salió del coche. Yo bajé detrás de ella.
—¡Oye, Alice! —grité-susurré.
Ella se giró para verme.
—¿Qué?
Diablos, pensé. Con lo borracha que venía y con lo loca que estaba, seguro que armaría un escándalo. Fui hasta donde estaba y la tomé del brazo.
—Lleva tu maldito trasero ebrio al coche, Al.
—No. Yo fui la de la idea, ¿no? Yo iré —dijo, envalentonada por el alcohol, se volvió a girar y esta vez corrió hacia la entrada de la casa; no sé cómo lo hizo con aquellos tacones.
—¡Espera! —Fui tras ella y cuando la alcancé, ya estaba en la puerta. Tocó un par de veces y esperamos un minuto, pero no hubo respuesta del otro lado.
—¿Hola? —Volvió a tocar y nuevamente no hubo respuesta. Giró la cabeza y me miró—. Creo que no están en casa.
Alcé una ceja.
—¿En serio? Si no me lo dices ni me doy cuenta —dije con sarcasmo.
Ella me ignoró.
—¿Ahora qué haremos con Edward?
—No lo sé, Al. Quizás debamos despertarlo y dejarlo aquí, en la entrada de la casa, en algún momento alguien vendrá y lo meterá.
—¿Y si no viene nadie y se congela aquí afuera?
—No se congelará, Edward estará bien.
—No podemos dejarlo aquí. —Señaló el espacio delante de la puerta.
Me llevé las manos a la cintura.
—Bien. ¿Entonces dónde sugieres que lo dejemos? —cuestioné.
Se encogió de hombros.
—No lo sé —contestó pensativa, luego su cara se iluminó—. ¡Ya sé! Podemos llevarlo a tu casa para que pase la noche.
Alice no solo estaba borracha, sino también drogada.
—¡¿Qué?! ¡Ja! Ni hablar. De ninguna maldita manera llevaré a Cullen a mi casa. Él se quedará aquí o tirado sobre la acera. No me importa.
—Vamos, Bells. Ed está borracho, es inofensivo.
—No. Definitivamente no —me negué.
—¿Por qué? No es tan mala idea.
—He dicho que no. —Me crucé de brazos sobre el pecho—. ¿Y por qué no lo llevamos al garaje de tus padres? La última vez que estuve ahí había bastante espacio.
Alice hizo una mueca.
—Sí, sobre eso... Uhmmm... Por ahora el garaje está ocupado. Mi padre ha empezado con un proyecto con algunos cachivaches y no hay mucho espacio como antes. Vamos, Bells, no creo que seas tan desalmada para dejarlo.
—¿Ah, no? Pues hoy lo creerás. Edward no va a ir a mi casa. No voy a arriesgarme a ser acusada por violación o secuestro. Podemos esperar aquí un rato hasta que aparezca alguien y se lo lleve, pero él no va a ir a mi casa —repetí lo último para que le quedara claro a Alice que no iba a llevarlo a mi casa.
Alice se metió las manos en los bolsillos de la chaqueta.
—Bien. Haremos lo que quieras. —Abrió la boca para soltar un bostezo.
Caminamos de nuevo al coche y nos metimos en él. Y esperamos. Esperamos durante una hora, quizás dos, no lo recuerdo ni tampoco estaba pendiente del reloj en el teléfono.
Edward comenzó a soltar pequeños ronquidos durante algún tiempo hasta que estos se tornaron más altos. Alice estaba acurrucada sobre su asiento, con las manos en los bolsillos de la chaqueta, mientras dormitaba. Mientras tanto yo, apoyé la cabeza sobre el volante hasta que esta se deslizó un poco hacia el centro y toqué la bocina. Aquello me hizo levantar rápidamente la cabeza.
Demonios, pensé. Miré a Alice, quien ya estaba dormida, luego hacia Edward, quien tenía una posición incómoda en el asiento de atrás. Por último eché una última miradita a la casa, estaba igual a como la habíamos encontrado hacía rato.
Maldita sea. Todo esto estaba mal. Me maldije un par de veces por lo tonta que era y por ser tan blanda. Sabía que iba a arrepentirme de esto. Me acomodé sobre el asiento y encendí el coche.
—¿Qué? ¿Qué sucede? —preguntó Alice, incorporándose desorientada.
—Tranquila, Al. Nos vamos a casa —dije. Ella se talló los ojos para quitarse el sueño.
—Ya era hora —dijo.
Y salimos de ahí. Llegar a casa nos tomó unos quince minutos.
—Edward. —Golpeé su mejilla—. Oye. Tienes que despertar. —Volví a golpearlo para que despertara y así poder meterlo a la casa.
—Uhmm —protestó, llevándose una mano a la cara para impedir que lo siguiera golpeando.
Pasó un minuto y él seguía sin moverse, volví a golpearlo para que despertara.
—Levántate o te dejaré aquí, Cullen —dije en tono enfadado.
—No molestes —respondió.
Bien, haría mi última jugada antes de darme por vencida y dejarlo encerrado en el coche.
—Levántate o juro que meteré un palo en tu trasero.
Aquello pareció despertarlo más que las dos bofetadas anteriores. Abrió un ojo para mirarme, luego lo cerró.
—No molestes —dijo y volvió a acomodarse.
—Juro que lo haré.
Esta vez abrió los dos ojos.
—Ya voy —contestó y se incorporó, miró a su alrededor para luego salir del coche—. Esta no es mi jodida c-casa —hipó y señaló frente a él.
Lo ignoré.
—Vamos, camina. —Lo empujé un poco hacia la entrada de la casa. Me adelanté y abrí la puerta para mis nuevos huéspedes. Alice se metió, seguida por Edward. Lo tomé del brazo y lo guie hasta el sillón—. Túmbate ahí, Cullen —ordené. Edward miró el sillón por un par de segundos antes de sentarse. Se quedó ahí, mirando hacia el suelo, después levantó un poco la cabeza y se puso de pie, al segundo comenzó a quitarse la polera.
—No. ¿Qué haces? —Actué demasiado tarde para impedir que se la quitara. Mis ojos fueron a su pecho desnudo, no estaba tan ejercitado y marcado como alguna vez lo había soñado, pero estaba fuerte y se veía muy bien; foolable. Mis ojos se fueron hacia una pequeña mancha rosa que tenía en el hombro izquierdo. Tuve ganas de acercarme y tocarla, pero me contuve.
«Mierda, Bella. Aparta la maldita vista de ese lugar», me reprendí mentalmente. Desvié la mirada hacia otro lugar. Cuando volví a mirarlo Edward estaba quitándose los pantalones.
—Oye, no. —Esta vez lo detuve a tiempo.
Edward se detuvo y se sentó de nuevo en el sillón, mirando a su alrededor.
—Aquí no vivo, ¿verdad? —preguntó.
—No —respondí inmediatamente. Estaba comenzando a sentirme incómoda y un poco nerviosa.
—Ummm... Pero tú sí vives aquí.
—Sí.
—Ummm... Entonces yo no vivo aquí. —Rodé los ojos, esta conversación no iba a llegar a ninguna parte.
—Solo duérmete ya, ¿quieres? —Negó con la cabeza, luego su rostro comenzó a cambiar de color y dio una arcada—. No, no, no —dije. Me levanté rápidamente y fui por el cubo que estaba en la cocina. Pero cuando llegué Edward ya había vaciado el estómago donde estaba su ropa en el piso.
—¡Demonios! —exclamé, solté el cubo de basura y este cayó al suelo.
—Lo siento —dijo, y trató de levantarse pero se lo impedí.
—Ni se te ocurra moverte, Cullen —dije entre dientes. Él por primera vez en la noche me obedeció y se quedó quieto, se recostó en el sillón y cubrió su rostro con una mano.
Demonios. Y ahora tenía que limpiarlo yo. Tomé su ropa, la llevé a la lavadora y la puse a lavar. Luego fui a la cocina y tomé servilletas de papel y desinfectante para limpiar todo.
Una vez todo estuvo limpio, saqué la basura de la casa. En cuanto estuve de regreso fui a la cocina y ahí estaba Alice, comiendo.
—Oye. ¿Dónde te metiste?
—Fui al baño, luego regresé y estabas fuera, y vine a la cocina a preparar algo de comer, tengo hambre —respondió y dio una mordida al emparedado que tenía en la mano.
—Si vomitas lo limpiarás tú —avisé.
—No lo haré —dijo y dio otra mordida—. Me iré a casa —me avisó.
—Oh, no. Tú no irás a ninguna parte. Te quedarás a dormir aquí. No voy a quedarme sola en esta casa con Cullen.
—Tengo que irme. No traje ropa para dormir.
—Te prestaré un pijama —dije. La tomé del brazo y comencé a arrastrarla escaleras arriba.
Alice se cambió y se tumbó en mi cama, yo hice lo mismo y me acosté al lado de ella. Dios. Había sido una noche malditamente mala, y seguro que mañana sería mucho peor. Cerré los ojos y a los pocos minutos me quedé dormida.--------'
Gracias por leer ☺ Nos vemos en el sig cap
Capítulo beteado por Yanina Barbosa beta de Élite fanfiction
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Robándose al novio
RastgeleSecuestrar al novio de una boda no parecía tarea difícil. Hasta que se dieron cuenta que era el novio equivocado.