Metamorfosis

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Xlll.


YUNHO DESPLEGÓ sus alas lentamente, cuando atravesó el portal, sus extremidades rápidamente entraron en un enfriamiento horroroso, la temperatura que hacía en Corea era muy diferente a la que se vivía en Siberia, todo era blanco, gris y azul. Sinceramente, estaba más a gusto con el clima, pues el sol era prácticamente inexistente ahí, aunque éste al ser un hijo del fuego, o el rey del fuego de su raza, tenía una rápida adaptación al calor y sus células se regeneraban rápido ante el desgaste de la luz solar.

La nieve no había parado desde que llegó, en las alturas, tardó en divisar algo ya que todo lo que veía eran montañas blancas y un bosque congelado; adentrándose un poco más, notó un ancho río que estaba calmado, el frío hacía que el agua fuera más densa así que no había mucha corriente, pasó por encima sin apuros, hasta que voló directamente sobre el bosque, dentro de este, y dando uso de su aguda visión pudo observar claramente el lugar donde se situaba su pueblo, la vista increíblemente lo sorprendió.

¿Cuánto tiempo había sido que había dejado a todos los vampiros en ese lugar? ¿Un mes y medio? ¿Dos? El no recordaba el lugar con la mitad de detalles que ahora veía a simple vista desde las alturas, las casas comenzaron a hacerse notar desde que se acercó, algunas alejadas, otras cerca de grandes extensiones de árboles, que ni siquiera se molestaban en camuflar, ningún humano nunca jamás pisaría estos rumbos tan remotos, tal vez solo los osos. Por eso no se molestaron en ocultar sus excéntricos gustos , decidió acercarse rápidamente a pie, así que tomó su forma de siempre, y notó como sus alas se comprimían de nuevo, sintió el dolor más intenso que cuando salieron, pues ahora los tendones y huesos estaban calados por el intenso frío que el poco toleraba.

-¡Miren! ¡El rey Yunho ha regresado! –Escuchó voces y susurros a sus espaldas, confiadamente, comenzó a caminar con pose altiva hasta dentro de la desarrollada 'aldea' la gente lo veía sorprendida y aliviada, no sabía por qué, si el rápidamente se dio cuenta de que su gente era perfectamente capaz de sobrevivir y tener ciertas comodidades sin ayuda de los sangres pura.

-¡Amo! Amo, ¡Has vuelto Amo! –las agudas exclamaciones de una niña que se aproximaba a una velocidad impresionante llamaron la atención, era una pequeña, a simple vista se veía de unos 6 u 8 años, cabello rojo y rizado que le causaron gran ternura al rey, aunque no recordaba que hubieran muchos niños en estos tiempos, suponía que tenía varias décadas teniendo la misma edad, acarició su cabeza amistosamente mientras pasaba y se aproximaba al centro de la aldea.

-¡Hola! ¿Cómo han estado? Parece ser que hay muchas cosas de las que no me he enterado aún, este lugar luce increíble. –El moreno saludó con familiaridad a su gente, siempre tan bromista, los aldeanos, que poco parecían gente de pueblo, se inclinaron solemnemente ante él, recordando que era uno de los reyes y más antiguos seres que han existido.

-Mi señor, nos hemos encargado de establecernos en un lugar alejado lo antes posible. –Se acercó un soldado de la guardia de hielo, quien se diferenciaba del resto por tener unos ojos muy llamativos, no por el color, sino por su forma gatuna, tampoco es que pareciera mucho un soldado, era demasiado hermoso, además de que se veía joven, quizás eran soldados de las últimas generaciones que entraron, Yunho debió suponer que Chaerin no los ponía en condiciones muy arriesgadas, como él con su guardia, pues parecía hasta delicado, con su cabello rubio suave y su rostro blanco, quizás su única marca de guerra sea su diminuta cicatriz en su ceja, que de todos modos, hacía verlo genial.

-Veo que han estado muy bien, Sandara y Donghae ¿Dónde se encuentran?

-La señorita Park y el señor Donghae ya entregaron las píldoras a la gente, están descansando en el castillo. Por favor, acompáñeme.

The cursed blood.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora