Capítulo 16: Marca Permanente

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12 AÑOS ANTES...

ETHAN

Estoy en el suelo. Él está sentado en un sofá mirando la televisión con una botella en mano. Todo el tiempo tiene esa botella y cuando se le acaba, saca otra de la heladera. No me gustan esas botellas. Lo que tiene adentro sabe y huele feo. Pero no digo nada. Me quedo quieto esperando. Solo puedo hacer eso. Esperar a que sea de noche y mantener los ojos abiertos.

—¡Edith!—grita él. Odio sus gritos— ¡Maldita sea! ¿Cuánto falta para que la comida este lista?

Comida. Hace días que no como. Me duele mi pancita. Pero no digo nada. A nadie le importa de todos modos. Me quedo quieto en el lugar, esperando que nadie me vea.

—¡Cállate!—grita Edith—¡Hago lo mejor que puedo mientras tú te quedas sentado todo el día en el estúpido sofá!—se queja. No es cierto. Ella no hace gran cosa. Se va de casa todos los días dejándome solo con él.

—Eres libre de irte cuando quieras—anuncia el—Nunca te pedí que te quedaras. Tu decidiste hacerlo sola cuando te enteraste del mocoso

Mocoso. Ese soy yo. No me gusta cómo me llaman. Suena feo.

—¡Fuiste tú quien me dejó embarazada!—se queja Edith.

—Te dije que lo abortaras—recuerda el—Nunca te dije que me haría cargo de él.

¿Qué es abortar? Eso también suena feo. Todo lo que sale de su boca suena feo. Edith también es así, pero al menos no me lastima. No como él. Me quedo callado sentado en el suelo. Tengo hambre. También tengo sed. Pero no me muevo. Es más seguro quedarse quieto. Pero entonces, el deja de ver la televisión y me mira. Está enojado.

—¡Por el amor de Dios, mujer!—grita y tira la botella al suelo. Se rompe. Hay muchos vidrios en el suelo. No me gusta el ruido, pero no me muevo.—¡Si vas a cocinar como la mierda, al menos ocúpate de que el mocoso este limpio!—grita molesto.

Edith camina hacia la sala. Me mira a mi. También está enojada. Se acerca y me levanto antes que me toque. Odio que me toquen.

—Vamos a bañarte Bruce—dice Edith. Niego con la cabeza—Necesitas un baño—insiste. Vuelvo a negar con la cabeza. No me he bañado hace mucho tiempo y la enorme remera negra que llevo apesta. Pero no quiero bañarme.—¿Quieres hacerlo por las buenas o por las malas?—amenaza.

Nunca es por las buenas. Así que su amenaza ya no tiene sentido. Edith se acerca e intenta sacarme la remera, pero yo retrocedo. No quiero que me la saque. No quiero estar sin ropa.

—Realmente es hijo de perra—comenta él. Edith lo mira molesta—Ni siquiera obedece a su madre. Solo trae problemas

—¡Entonces castígalo!—grita Edith. No quiero que me castigue. Él es malo. Todavía me duele el cuerpo desde la última vez que me castigó. Mi garganta todavía me duele y mi ojo también. Un sollozo se me escapa—¿Eso quieres Ethan?—pregunta ella sonriendo—¿Quieres que tu papá te de una paliza?

No hice nada. Me quedé quieto. No puede pegarme. No hice nada malo. Sigo sollozando y él se levanta y camina hacia mi. Agarra mi brazo izquierdo con fuerza. No puedo soltarme. El camina rápido. No puedo soltarme. Lloro en silencio. Si hablo, él se enojará más. Me lleva hasta su cuarto y me tira a la cama.

—¡Quédate quieto!—grita lo hago. Oigo ruidos. Los conozco muy bien: se está quitando el cinturón. Y mi pesadilla comienza. Me pega en los brazos, en la espalda y en mi estómago. Caen lágrimas pero no grito. Me quedo en silencio. No sé cuántas veces me ha pegado, pero cuando ya está complacido, se detiene.—Tu madre tiene la culpa—dice mientras se coloca el cinturón de nuevo—Nunca quise un hijo. Ella lo sabía—y se va.

Detrás de la RupturaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora