Capítulo 11

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Narra Lexx

-¡Ian! - Lo abracé con fuerzas - cuanto tiempo sin verte.
-Ha sido una eternidad - rodeó mi cuerpo.

Nos separamos unos centímetros y nuestras miradas tenían una conexión tan fuerte que pudo haber pasado un tornado y no lo hubieramos notado. Estar entre sus brazos me hizo sentir protegido, hundí mi cabeza en su pecho.
-No estés triste - colocó su mano en mi cabeza y comenzó a consolarme.
-No lo estoy... - reproche.
-Claro... - tomó mi maleta - vamos a casa - sonreí.

Su apartamento estaba ubicado en el octavo piso, con una vista a un parque y una cafetería. Era un lugar pintoresco y muy espacioso, sus paredes son verde pastel con sillones marrones, un televisor en medio de la sala colgado en la pared, debajo hay una mesa de madera con libros esparcidos, carátulas de vídeo juegos y un PlayStation 4 sobre ésta, había también un wii u en la estantería debajo. La cocina de un blanco hueso con estanterías de madera conectaba con la sala en la que podías ver todo desde la barra.
-Vives muy bien - lo seguía.
-Éste será tu cuarto - una recamara color gris, una cama de una sola persona con un sobrecama azul marino, junto a ella una mesa de noche de madera, con una lámpara sobre ella y otra en el otro extremo de la habitación. - Aunque si quieres dormir conmigo esta bien por mí - me obsequió una de sus sonrisas coquetas, por ellas había querido a esta persona.
Me limité a sonreír.

-El baño está justo en frente - me indicó con su dedo índice.
-Me gustaría darme una ducha - confesé - siento que de esa manera puedo perder la vergüenza de estar en un lugar desconocido.
-No haz cambiado nada - déjeme traerte una toalla.
Me quité el suéter.
-Aquí tie... - su mirada recorrió todo mi cuerpo.
-Vamos, no es la primera vez que me ves sin camisa - tomé la toalla, él parecía estar estático, le di la espalda para dirigirme al baño cuando sentí su agarre rodearme por detrás.
-Soy un hombre después de todo - susurró en mi oído - y tú eres jodidamente erótico - sus manos recorrieron mi pecho y mi piel se erizó con su tacto.
-Ian... - Me retorcí en sus brazos.
-Lexx.. - Besó mi cuello, sustuve sus cabeza y el calor golpeó mi cuerpo.
-Deten... - suspiré - Ian, detente...
-Lo siento... - sostuvo mis hombros firmemente. - Esta es mi advertencia - besó mi frente y se retiró.

Me metí al baño mientras sentía mi cuerpo palpitar - eso fue excitante - recordé a Ethan, lo que me hacía sentir cuando nuestros cuerpos se rozaban, cuando nuestros labios se juntaban, nadie más ha podido hacerme sentir de esa manera. La excitación y el amor, son conceptos con sensaciones distintas.

Los días pasaron y me he ido acostumbrando a estar en otro lugar, a estar lejos de él.
Lloraba en las noches su ausencia, Ian se sentaba a mi lado y acariciaba mi cabello y mis brazos, no decía nada, solo me dejaba llorar aferrado a su cuerpo.

Mi alma estaba en pedazos y nada podría reparar la herida, estoy destinando a pagar por mi pecado. Mis días en el paraíso habían llegado a su final para estrellarme con la dura realidad, en unos meses Ethan será padre, yo seré tío de una criatura que en el fondo despreciaré toda mi vida, aquella pequeña existencia arrasó mi felicidad como un huracán.
Para mi suerte no lo conoceré. Espero nunca volver a ver a Sara, ni a Ethan, ni mucho menos a ese bebé.

-Ian, saldré a buscar empleo - le dije desde el mango de la puerta.
-¿No es muy pronto? Puedes esperar un poco más si quieres.
-Han pasado tres semanas, es peor para mí quedarme aquí solo, lamentándome.
-Tienes razón, suerte.

Asistí a varias entrevistas y ha las dos semanas fui aceptado en una escuela no muy lejos del apartamento para mi suerte. Quería seguir adelante, dejar atrás al amor que nunca será mío.

Mis ojos se llenaban de lágrimas a medida en que me sumía en mis pensamientos, en mis deseos más profundos y en la realidad que no será nunca un nosotros.
-Lexx, tienes que dejarlo ir... - me lo decía una y otra vez. Ian también opinaba lo mismo y no solo porque me había confensado que quería volver a tener una relación conmigo.

El esposo de mi hermana (Yaoi-gay) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora