Cuatro años después

– ¡Coral! –oigo a mi amiga Kais gritar desde su habitación.

Abro mis ojos y estiro mis brazos intentando alejar el dolor de espalda que siento en el momento en que me siento en la cama.

– ¡Coralie Larsson! –grita Kais y luego con un fuerte suspiro agrega–. Mueve tu lindo trasero hasta la ducha antes de que vaya a tu habitación y te arrastre yo misma hasta ahí–dice Kais en un intento de contener su ira como siempre lo hacía.

Kais se había convertido en una gran amiga desde que mi papá murió de cáncer hace cuatro años, ella se encontraba en el hospital acompañando a su abuela que había sido internada debido a un ataque al corazón, aquel día fue el peor de mi vida. Luego de recibir la llamada de mi madre viajé a Dallas esperando lo peor y eso fue exactamente lo que pasó, mi padre se había enterado de que sufría de cáncer solo unos cinco meses antes de su muerte, el tratamiento no funcionó y su corazón dejó de funcionar mientras intentaba tomar una siesta, no pudo llegar al hospital a tiempo.

Cuando llegué, mi padre ya no se encontraba en esta tierra, no recuerdo haber llorado tanto en mi vida, ni siquiera pude despedirme de él, no le pude decir cuanto lo amaba, no pude tomar su mano y decirle que jamás lo olvidaría, no pude decirle que en mis momentos más oscuros, él fue el único que me ayudó a levantarme.

Kais había estado ahí para mí, todo el tiempo que me tomó recuperarme, jamás me juzgó, nunca me dio la espalda como otras personas lo habían hecho, nos habíamos conocido en la primaria, éramos mejores amigas hasta que ella fue transferida a otra escuela. Luego de la muerte de mi padre las deudas crecieron, mi madre no tenía dinero suficiente para poder pagarlas y yo tuve que dejar la universidad para poder trabajar y encargarme de mis dos hermanos pequeños, sin embargo nada de lo que hice pudo parar lo inevitable, y a los diez meses de morir mi padre nos quitaron la casa y todo lo que poseíamos, mi madre murió un mes después de aquello, supongo que no pudo soportar que su vida se destruyera en un abrir y cerrar de ojos.

Kais y su familia nos ayudaron mucho, pagaron los gastos del sepelio y ayudaron a mis hermanos con la escuela. Un día Kais vino con su rostro totalmente iluminado por una gran sonrisa y me dijo que su tío nos había conseguido un trabajo increíble en Los Ángeles. Los Ángeles, el lugar donde mis sueños se acabaron y donde estaba...él.

Kais y yo nos mudamos juntas a un pequeño dúplex en Inglewood y mis hermanos pequeños Sarah y Millan se quedaron con la familia de Kais.

Hoy era nuestro primer día en el empleo, no estaba muy emocionada ya que tenía que servir bebidas en un lujoso Club de Golf, odiaba a la gente rica, sin embargo necesitaba el dinero para poder comprar una casa y ayudar a mis hermanos a tener un futuro mejor que el mío.

– ¡Ya estoy levantada!–grito a todo pulmón mientras camino hacia la ducha.

–No necesitas gritar niña genio–dice Kais apoyada en la puerta mientras come un donut.

–Lo siento, no me di cuenta de que estabas ahí–murmuro.

–Niña genio, te he dicho que odio cuando no puedes abrir la boca de manera correcta y soltar las palabras–dice Kais entrecerrando los ojos.

–Lo siento–digo sonriendo en tono de disculpa.

–Disculpa aceptada, ahora niña genio, muevo tus pies rápido que debemos estar ahí en media hora–dice Kais con la boca llena dirigiéndose de vuelta a su habitación.

Cuando llegamos al club ambas nos quedamos con la boca abierta, creo que este club es incluso más grande que toda mi cuadra, además se ve tan lujoso, obviamente no encajamos aquí.

Luego de dirigirnos hacia la zona de recepción, la encargada nos recibe y nos da nuestros uniformes, nos cambiamos y nos dirigimos hacia el bar que se encuentra al lado del campo de golf, ahí el encargado de esa parte del club nos da indicaciones sobre las cosas que tenemos que hacer y cómo debemos tratar a los clientes.

– ¿Estás nerviosa? –me pregunta Kais con una sonrisa divertida.

–Estoy bien–respondo mientras doblo el borde de la falda del uniforme.

–Eres una terrible mentirosa Coral–dice Kais riendo estruendosamente–. Siempre doblas lo que tengas a la mano cuando estás nerviosa, no me puedes engañar niña genio, te conozco mejor que cualquiera­–dice Kais colocándose detrás de la barra.

A la hora del almuerzo el bar estaba repleto de hombres y mujeres ricos, se notaba por la forma en que hablaban y trataban al servicio.

A las cuatro nuestro turno había terminado. Kais se acerca a mí con una gran sonrisa mientras yo termino de vestirme.

– ¿Sabes qué día es hoy? –pregunta Kais con una sonrisa de oreja a oreja.

–No lo sé, tal vez ¿el día más horrendo y cursi de el año? –digo frunciendo los labios.

–Eres una amargada Coral–dice Kais fingiendo enojo.

–Odio que me llames Coral, sabes que me llamo Coralie–le digo poniendo ambas manos en mi cintura.

–Como sea amiga mía, tengo que decirte la razón por la que vine a molestarte–dice Kais dando pequeños saltitos.

–Si tiene algo que ver con salir de mi habitación, no estoy interesada–digo amarrando mis pasadores.

– ¡Eres una aguafiestas!–grita Kais con el ceño fruncido.

–Sabes que odio las fiestas–afirmo.

–Estoy segura que te encantará, anda Coralie dime que dirás que sí–ruega Kais haciendo gestos que me hacen reír.

–Bien, iré contigo–me río haciendo enojar a Kais.

– ¿Qué es tan gracioso? –dice Kais soltando un bufido.

–Nada, es solo que haces gestos que juras son tiernos pero en realidad te hacen ver como un payaso con cara deforme–me río sin parar.

–Eres una idiota–espeta Kais molesta.

–Mejor vámonos–agrega azotando la puerta al salir.

A las siete tomamos un taxi que nos llevaría hasta la gran fiesta, recordé el día en que lo conocí, había pasado por lo mismo aquel día, y digamos que mi sentido de la moda no había cambiado mucho desde aquel día.

Kais me había gritado hasta más no poder que lucía como una persona sin hogar pero yo no le hice caso, solo de esta manera me sentía cómoda.

Al llegar a la casa me di cuenta que ya había estado aquí antes, entré en pánico, si esta era en verdad la casa de hace cuatro años significaba que él podría estar aquí.

–Kais, ¿quién te invitó a la fiesta? –susurro mientras doblo el borde de la manga de mi flannel.

–Un cliente con el que coqueteé un momento–dice Kais tranquila.

–Claro.

Bajamos del auto mientras los nervios me mataban, si él estaba ahí tendría que evitarlo a toda costa, me había costado mucho convencerme a mí misma que lo que sentía cuando él estaba cerca de mí era solo producto de mi imaginación.

Entramos a la casa en el momento en que el maestro de ceremonias dice –Tomen la mano de su acompañante y diríjanse a la pista de baile, es hora del Frozen Hearts Annual Dance –anuncia el presentador.

Trago sonoramente, debía salir de aquí, ni siquiera le avisé a Kais, pero cuando me dispongo a salir una profunda voz dice a mis espaldas.

–¿Me concederías este baile?­





Frozen HeartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora