Leí las últimas líneas de mi libro mientras bebía una taza de café humeante. Tenía un final muy alejado de la realidad, realmente no podía creer que hubiera personas que creyeran todo esta basura adolescente, me reí para mis adentros, digamos que alguna vez yo también lo creí.
Miré hacia la calle que se encontraba repleta de gente, la mayoría de ellos eran parejas tomadas de la mano y compartiendo besos, otros corrían por la acera con regalos y tarjetas de felicitación decoradas con corazones.
Cerré mi libro con fuerza, realmente odiaba esta fecha, San Valentín era sin duda mi festividad menos preferida.
–Bonito libro–dijo una voz profunda a mis espaldas.
–Eh...gracias–dije volteando para poder observar el rostro del desconocido.
– ¿Puedo sentarme?–me preguntó el recién llegado haciendo un gesto con la cabeza, indicando el asiento que se encontraba frente a mí.
Mi mente se puso en blanco durante un segundo antes de contestar.
–De hecho, estaba por irme– le dije doblando la punta de mi libro repetidas veces en un acto de nerviosismo.
–Oh vamos–me dijo con una gran sonrisa–. Sólo será un momento.
Consideré mis opciones, podía simplemente hacer como que no habíamos hablado y salir corriendo o podía quedarme y avergonzarme a mí misma como siempre lo he hecho, creo que me gustaba más la primera.
El desconocido me miró fijamente parado a mi lado esperando a que le diera una respuesta.
–Está bien, puedes eh...sentarte– dije con tono nervioso mientras sentía como el color rojo pintaba mis mejillas.
–Gracias, pero primero debo ir por un café, regresaré en un minuto– me dijo el desconocido con una cálida sonrisa.
Debería aprovechar este momento para escapar, tomar el autobús y desaparecer de la vista del desconocido, pero eso sería realmente maleducado.
Mientras pensaba en aquello no me había dado cuenta de que había estado mirando fijamente al extraño, él me sonrió y luego se dio la vuelta para pedir su café, para ese momento yo ya sufría de una fiebre intensa.
Luego de cinco minutos el desconocido regresó con su café y se sentó frente a mí.
– ¿Cómo te llamas?–dijo el desconocido mirándome fijamente mientras sostenía con ambas manos su café.
Me quedé helada, ¿realmente debería decirle mi nombre?, siempre he sido una persona muy reservada con un inmenso temor a las personas, así que decidí que no correría el riesgo de que aquel desconocido supiera mi nombre, si le daba mi nombre me arriesgaba a que me pasara algo terriblemente malo o al menos eso es lo que mi madre siempre me decía cuando era pequeña.
–Samantha–mentí doblando los pliegues de la falda floreada que llevaba.
El desconocido me miró con desconfianza, estaba segura que había pillado la mentira, sin embargo no me dijo nada y solo asintió para luego tomar un sorbo de su café.
–Soy Stephan, es un gusto conocerte... Samantha–dijo estirando su mano para que la tomara, en un gesto muy cortés. Tomé su mano y sentí una corriente eléctrica por todo el cuerpo que me hizo estremecer, levanté la mirada para ver si Stephan había sentido lo mismo pero el solo sonrió mientras aún sostenía mi mano, retiré la mano delicadamente en un intento de disimular aquella extraña sensación y coloqué mis manos en mi regazo.
–Aquel libro tuyo–dijo Stephan señalando con su cabeza– . ¿Te molestaría si te pido que me lo prestes? –dijo centrando su atención nuevamente en mí.
Tenía una mirada muy penetrante con unos hermosos ojos color avellana, sin mencionar que tenía pestañas largas; aunque algo escasas, que estoy segura cualquier mujer envidiaría.
– ¿Samantha? –dijo Stephan agitando su mano frente a mí.
–Lo siento, estaba pensando–le dije con una sonrisa forzada.
–Lamento haberte preguntado aquello abruptamente, lo que pasa es que mi hermana menor es fanática de las novelas adolescentes, intentó comprar el libro pero lamentablemente ya no quedaban más copias disponibles, te vi y pensé que tal vez podrías acceder a prestarme tu libro–dijo con un tono suave y profundo en su voz que hizo que mi piel se erizara.
–Claro, puedes llevarlo–dije como una máquina.
– ¿Estás segura? –dijo observándome con cautela.
–Por supuesto–dije, volviendo a sonreír falsamente.
–Gracias–dijo tomando el libro con delicadeza para luego guardarlo en un morral de cuero que no había notado la primera vez que me habló.
–Oye me tengo que ir ahora, lo siento–me dijo levantándose.
–Claro, no hay problema–dije en un susurro.
–Escucha, hoy habrá una gran fiesta de San Valentín en casa de un amigo, la fiesta es en parejas, así que pensé que podrías acompañarme–dijo Stephen metiendo ambas manos en los bolsillos de sus vaqueros desgastados.
–Acabamos de conocernos–dije algo escéptica.
–Lo sé, es algo raro pero realmente me gustaría que vayas, me vendría bien algo de compañía–dijo con una sonrisa torcida.
–No estoy segura–dije evitando su mirada.
–No te obligaré a nada Samantha, pero si te animas ésta es la dirección de la casa, la fiesta empieza a las ocho, realmente espero que vayas, pareces una chica divertida y me gustaría conocerte–me dijo sin quitar su mirada de mí.
–Bueno debo irme, espero verte ahí Samantha–dijo finalmente dándome una última sonrisa.
Solté el aire que estaba conteniendo desde que llegó, todo lo que había sentido era totalmente desconcertante y me asustaba, no había sentido algo parecido desde aquella vez, aquel día en que mi corazón dejó de pertenecerme.
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Frozen Hearts
RomanceCuatro letras, amor. ¿Qué es el amor? Algunos dicen que el amor es compartir, que el amor es dar todo de ti sin esperar algo a cambio, que amar es sentir que vuelas, que al amar te sientes completa, que el amor no es egoísta, no es temeroso, que el...