Mis nudillos se vuelven blancos debido a la fuerza que ejerzo en el marco de la puerta.

–Coralie–dice Stephen mirándome fijamente.

– ¿Qué?...me refiero a que, ¿qué haces aquí? –pregunto rascándome la cabeza intentando evitar su mirada.

–Yo...vine a ver a Kais–traga sonoramente bajando la mirada a mis labios.

–Sí, justo estaba por...eh...irme–consigo decir mientras siento como mis pulmones se quedan sin oxígeno.

–Me alegra ver que estás bien Coralie–susurra Stephen sonriendo a medias.

–Lo mismo digo–respondo con un nudo en la garganta.

–Escucha Coralie...yo

– ¡Stephen! –exclama Kais desde las escaleras

–Coralie eres una maleducada, debiste dejarlo pasar–me hace un lado y le da a Stephen un beso en los labios que hace a mi corazón resquebrajarse. Contengo la respiración y luego digo. –Bien, creo que es hora de que me vaya, diviértanse.

Miro a Stephen por última vez y sé que quiere decir algo pero sólo se queda callado, sonrío y luego salgo fingiendo que estoy feliz por su cena.

No sé por cuanto tiempo camino cuando rompo a llorar, ni siquiera sé porque lo hago, sólo sé que me siento fatal, mi corazón late a mil por hora. Me siento en una de las bancas del parque en el que me encuentro y froto mi rostro empapado en lágrimas para luego cubrirlo con ambas manos.

–No creo que éste sea un buen lugar para llorar–dice una voz familiar, levanto la vista y veo a Luc parado frente a mí con las manos en los bolsillos.

–Yo...no estaba llorando–intento sonreír pero no lo logro.

– ¿Alguna vez te han dicho que eres mala mintiendo? –dice Luc apoyándose en sus rodillas.

–No sabes cuánto–exhalo y seco mis lágrimas con mis dedos.

–Toma, esto te servirá–dice Luc entregándome un pañuelo blanco con bordados de flores.

–Gracias–sonrío de forma cortés.

–Entonces... ¿qué te trae por aquí? –pregunta Luc con una mirada llena de curiosidad.

–Nada–contesto con la mirada fija en el suelo.

–Bien, ya lo entendí, no quieres decírmelo–dice Luc levantando ambas manos en señal de rendición.

–No es eso, es solo que ni siquiera yo sé lo que me pasa–suspiro.

–Bueno, lo que sea que pase por esa hermosa cabecita espero se resuelva pronto, no quiero ver a ese rostro de ángel deformarse por las lágrimas–dice Luc cogiéndome el rostro con ambas manos.

–Gracias–sonrío y quito delicadamente sus manos de mi rostro.

Me levanto y le devuelvo el pañuelo.

–Es tuyo–me dice empujando mi mano extendida.

–Oh, gracias, has sido muy amable conmigo Luc–le digo y sonrío con sinceridad.

–No hay de que–me dice con su típica sonrisa seductora.

–Bien, debo irme ya–digo mientras camino lentamente

–Espera–se levanta y me sonríe.

–Si algún día necesitas a alguien, ven a visitarme, vivo por aquí–me acaricia la mejilla

–Claro–afirmo volviendo a caminar

–Lo digo en serio, ya que no me llamaste–dice mirándome curiosamente

–Apenas ha pasado un día–digo frunciendo el ceño lo que produce que él se ría.

–Bueno, las demás siempre llaman a la hora de haberlas conocido–afirma de forma pedante.

–No soy como las otras–respondo de forma cortante.

–Me voy dando cuenta–dice él esbozando una sonrisa.

–Debo irme–digo y él asiente.

–Espero verte otra vez Coralie–dice con las manos en los bolsillos

–Claro–le digo mientras me alejo.

Camino unas cuatro horas hasta que me canso y decido volver a casa.

Al llegar a casa escucho unas carcajadas.

–Ella odia que le diga Coral, dice que la hago sentir como si fuera un animal, la verdad es que yo siempre creí que eran simples plantas sin vida que solo servían de adorno para el mar, pero ella me explicó un montón de cosas sobre su importancia y cosas que sigo sin entender–se ríe estruendosamente.

Camino lentamente hacia mi habitación intentando hacer el menor ruido posible, sin embargo no logro conseguirlo.

– ¡Niña genio! –grita Kais desde el primer peldaño de las escaleras.

–Hola Kais–digo apretando los dientes.

–Ven nena, le estaba contando a Stephen que eres una niña genio insoportable–dice Kais y se ríe otra vez. Creo que está borracha, seguro tomó vodka.

–No creo que sea buena idea–digo intentando forzar una sonrisa.

–Ven aquí aguafiestas–dice Kais subiendo y jalándome hacia la cocina donde se encuentra Stephen.

Mientras Kais me lleva a rastras siento como el aire se queda atrapado en mi garganta, no puedo respirar y comienzo a asustarme, ese chico no puede tener ese efecto en mí. Finalmente cuando llegamos a la cocina lo veo, está apoyado en la encimera tomando una copa de vino tinto (no sabía que teníamos vino), su mirada se encuentra con la mía y esboza una sonrisa que hace que mi corazón se detenga al instante.

–Hola, soy Stephen–dice extendiendo su mano hacia la mía–Es un gusto conocerte.


Frozen HeartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora