9- Te ves increíble.

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Ingrid había insistido en ayudarme con mi atuendo para la cita -o lo que sea que tenía con Ernest- pero acabó decepcionada cuando lo escogí yo misma con la escusa de que no era la gran cosa y que sabía exactamente qué usar.

Terminé eligiendo un vestido veraniego casual que mi abuela me había obsequiado al final del verano y unas sandalias de color similar. Como casi siempre, mi cabello iba suelto y no tenía una gota de maquillaje en mi rostro.

Me senté frente al pequeño piano eléctrico que tenía en mi habitación jugando un rato con viejas canciones mientras esperaba el toque de Ernest en la puerta. Ingrid se mantuvo todo el rato en el lado opuesto de la habitación, pintando de un rojo fuerte sus uñas de los pies mientras bufaba en mi contra, alegando que me odiaba y que no era divertido tenerme como compañera de habitación si no la dejaría ayudarme en situaciones como estas.

Tal y como habíamos acordado aquella mañana, Ernest estuvo en mi habitación a las seis en punto. Ingrid corrió a la puerta, teniendo cuidado de no arruinar su pedicura. En cuanto vio al rubio, le brindó una inmensa sonrisa cómplice y abrió un poco más la puerta, dejándome verlo también.

Llevaba unos jeans claros, una camiseta básica blanca y sus típicas zapatillas del mismo color

-Hola- lo saludé, apagando el piano para caminar rápidamente a su lado.

-Hola- me brindó una inmensa sonrisa- Te ves increíble. Ese color te va.

Está bien, me sentía extraña ahora. ¿Qué debía responder? Lo primero que pasó por mi cabeza fue algo como "sería genial si Harry pensara que me veo genial" pero deseché esa idea, maldiciéndome a mí misma.

-Gracias- opté por la segunda opción.

Nos quedamos allí, en un silencio incómodo en el que yo me balanceaba ligeramente de adelante hacia atrás, esperando algo, nunca supe exactamente qué. Ingrid comenzó a reír unos segundos después.

-Bueno, eso ya es todo. Largo de aquí. Ed llegará pronto.

-Ew- protesté de manera juguetona- Lejos, bien lejos de mi cama, por favor.

Ella sólo me guiñó un ojo y cerró la puerta luego de darnos un pequeño empujón.

Y ya está.
Completamente sola con Ernest.
En una cita-no-cita.
Con Ernest.

Caminamos fuera del campus, hundidos en un total silencio y suspiré, comenzando a preguntarme de nuevo por qué había venido.

-¿Cuándo te comenzó a gustar la música?- me sorprendió su pregunta.

Sin embargo, respondí al momento.

-Creo que siempre me ha gustado. Mi madre es músico, también. Así que he pasado toda mi vida mirándola cuando está cerca, deseando hacer lo mismo que ella.

-Vaya, eso es genial- sonrió, mirándome fijamente.

Le devolví la sonrisa- Supongo. ¿Y a ti?

-Solía ver los conciertos de la orquesta sinfónica en la televisión cada vez que tenía la oportunidad.

-Algo raro para un baterista- fruncí el seño.

Él rió por lo bajo.

-Lo sé. Siempre quise ser violinista pero mi padre no lo aprueba como profesión para un hombre- alcé las cejas ante la declaración.

-Así que estás estancado con la percusión.

-Sep- suspiró- Pero no es tan malo como pensaba.

- Yo siempre he amado el piano.

Y así desatamos una larga y entretenida conversación. Esa noche conocí a Ernest, y debo decir que me gustó lo que descubrí. Era lindo, inteligente y me entendía perfectamente. Me habló sobre su familia. Lo mucho que la amaba a pesar de las discusiones con su padre a causa de la música y sobre cómo sus hermanos pretendían ser los guitarristas y vocalistas de una banda de rock cuando él practicaba cada vez que iba a casa. Le conté que la música era mi vida. Que mis abuelos eran lo mejor que tenía y sobre las giras interminables por el mundo de mi madre.

La cena fue igual de genial. Me contó cómo se hizo amigo de Ed y lo mucho que se divertía en los ensayos del pequeño grupo, cuando tomaba el lugar de Harry porque él casi siempre estaba ausente.

Intentando ignorar la mención del chico que me esforzaba en olvidar, me encontré pensando en lo fácil que era para mí hablar con él. Natural, nada forzado. La incomodidad se había esfumado. Ernest era un gran chico. Un gran amigo.

-¿Estás preparada para los exámenes nacionales?- preguntó mientras esperábamos la cuenta.

Suspiré- Eso espero. He esperado y trabajado muy duro para esto desde los diez.

Él sonrió con confianza. Sus ojos pareciendo más claros por la iluminación del local.

-Me han dicho que eres increíble frente a un piano. Estarás bien. Todos saben que pasarás ese examen con los ojos cerrados.

-Gracias- susurré y le devolví la sonrisa- Eso espero.

-De nada. Verás que sí.

Luego de una larga discusión en la que me impuse para pagar mi parte de los gastos, puso a la mesera en mi contra mientras le daba el dinero, parloteando sobre poder pagar la próxima vez.

Una próxima vez.
De repente ya no me sentía tan incómoda pasando el rato con Ernest.

De regreso a la E.V.A, me contó chistes y jugamos a continuar la melodía que creaba el otro. Cuando nos adentramos en el jardín, se inclinó hacia adelante y arrancó una de las pequeñas flores que crecían en el pasto. Se acercó lentamente y me la tendió con una sonrisa tímida en sus labios y sus mejillas tornadas de una suave color rosa.

-Combina con tu vestido- se explicó y me sonrió.

Le sonreí de vuelta, le agradecí sintiéndome rara por la situación y me la coloqué en el cabello. Su sonrisa nunca desapareció de su rostro.

Ernest insistió en que debía acompañarme hasta mi habitación y entonces cuando subíamos las largas escaleras en rumbo al cuarto piso, mi corazón se paró por un segundo a escuchar su risa en uno de los pisos superiores.

No la risa de Ernest, que había escuchado casi toda la noche.
Era la de él, Harry Styles. Esa risa que lograba siempre estremecerme y sonreír como una completa tonta, aún cuando estaba de mal humor.

Una puerta cerrándose, pisadas fuertes y una voz hermosa y grave se escuchó acercándose cada vez más cuando el chico de rulos y ojos verdes estuvo a nuestra vista.

Me atraganté mientras tragaba fuertemente. Vestía shorts de cuatros y una camiseta negra junto a unas sandalias de baño. Noté su cabello más revuelto de lo normal y no pude evitar preguntarme de dónde venía o que había hecho en toda la tarde.

-Hey, Harry- saludó Ernest con una sonrisa.

Harry se giró para mirarnos y saludó con su mano en nuestra dirección- ¿Qué hay de nuevo Ernest?

Y luego su mirada calló sobre mí.

-Hubert- asintió.

Quería salir corriendo.

-Styles- repetí su acción.

Me giré rápidamente hacia mi amigo, queriendo escapar. No quería que supiera que había salido con Ernest. Era estúpido, ridículo de mi parte luego de haberme gustado tanto el tiempo que estuve fuera.

Pero aún así. No quería que lo supiera.
No.

-Bueno, ya me voy. Mañana tenemos clases, ya sabes- atropellé mis palabras hablando con rapidez, nunca mirando al rizado- Nos vemos en el desayuno. Buenas noches, Ernest.

Y desaparecí por las escaleras.

Y esa noche soñé con Harry Styles.

No Olvides... » H.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora