Entré a la audición en cuanto llamaron mi nombre, siendo una de las últimas en ser examinadas. No estuve nerviosa, ni mi corazón golpeteó fuerte en mi pecho. Sólo entré y toqué, dejando mis manos moverse solas sin realmente enfocarme de verdad en lo que estaba haciendo.
Logré conseguir un sobresaliente, así que en el momento en el que salí de la reunión final en la que daban los resultados, no creí que algo borraría mi inmensa sonrisa hasta que vi a Ernest.
Él me dio un pequeño abrazo y besó mi mejilla sin realmente darse cuenta de mi reciente cambio de humor.
-Ernest, necesito hablar contigo.
Ya no podía más. Llevaba toda la semana con esto. Tenía que dejarlo salir.
La sonrisa se borró de sus labios- ¿Qué está mal?
-Lo siento. Yo... necesito que lo dejemos aquí.
Sólo se quedó allí parado frente a mí, mirándome fijamente.
Dios.
-¿Ernest?
-Es sobre Harry, ¿no?
No respondí.
-Bueno- se aclaró la garganta- por lo menos me lo dijiste.
-Lo siento. En serio, yo...
-Déjalo así, Amaya- se acercó lentamente y me besó en la mejilla suavemente, como una caricia.
Y luego se alejó.
Para cuando entré esa misma tarde en mi habitación luego de todas mis clases, Ingrid se levantó rápidamente de su cama y vino a mi encuentro.
-¿Estás bien?
Wen resopló detrás de ella.
-¿No deberías preguntarle eso a Ernest?
La miré con la boca abierta. Buscando algo que decir.
-¿Es en serio?
-Te lo dije, Amaya. Me encontré con Ernest cuando venía hacia aquí ¡No me hizo falta preguntar qué pasaba! ¿Cómo hubieras reaccionado si Harry te hubiera hecho lo mismo, ¿eh?
-Maldición, Wendy. Lo sé- gruñí- No tenía que haberle dado alas a todo esto. Porque... ¡porque me gusta Harry! ¿Y qué? No puedo salir con alguien. ¡Ni siquiera había sido besada a causa de eso! Me gusta él. Me ha gustado por cinco años. Sé que fue egoísta, pero tengo el derecho de intentar dejarlo atrás y que me guste alguien más.
Ella me miró, incrédula e Ingrid solo estaba en el medio, sin saber qué decir para aliviar la tensión en el ambiente.
-Bueno- finalmente habló la castaña- Asegúrate de no herir a más nadie en el proceso, Amaya. Háblame cuando crezcas.
***
En una media hora, atravesaba el campus con mi mochila a rastras cuando finalmente recibí una llamada de mi abuelo diciendo que estaba cerca y me senté a esperarlo en uno de los pequeños bancos justo al doblar de la puerta de entrada de la institución.
Me sentía mal. Esta semana había sido una real basura. Admitía que me había equivocado, ¿pero tenía que ser Wen tan poco comprensiva? Rayos, era mi amiga. Se suponía que tenía que estar ahí para mí y ayudarme a arreglarlo, no hecharme toda mi mierda en la cara y luego marcharse.
Sin siquiera darme cuenta sentí mis mejillas mojadas por unas pocas lágrimas que se escaparon de mis ojos. Intentando aguantar hasta estar en mi casa y desahogarme con la abuela, saqué mi teléfono y me desplacé por mi lista de canciones favoritas.