10- Yo también tengo una apuesta.

3.8K 268 8
                                    

Me desperté aturdida sintiendo un grupo de personas riendo en algún lugar cercano. Abrí los ojos de golpe y solté una de mis pocas maldiciones al saber la luz de la habitación encendida, una de las bombillas justo encima de mi cama. Fruncí el ceño y me giré hacia una de las ventanas, viendo todo oscuro y tranquilo afuera.

-¿Indrid? La luz, por favor. Mañana hay clases. Son las...- busqué mi teléfono bajo mi almohada y lo desbloqueé, gimiendo- ¡Son las cuatro de la mañana!

Unos murmuros se escucharon y una risa ronca hizo eco en la habitación.

Esperen... esa risa...

-¡Indrid!- me levanté corriendo y miré al otro lado de su cama. Allí estaban ellos sentados en un intento de círculo. Mi compañera de habitación, Wen, Ed, los gemelos y Harry.

¿Qué...?

-Bueno, bueno. Miren quien decidió unirse- la sonrisa gigante de Wen me asustó.

Le fruncí el seño- Me parece que no se han dado cuenta de la hora. ¡Deberían estar durmiendo! Además de que no dejan compartir dormitorio con los chicos a estas horas.

Uno de los gemelos comenzó a reír, al igual que Wen. Ingrid me miró sonriente, acurrucada bajo el brazo de Ed. Y Harry... Harry sólo inclinó su cabeza a un lado, como intentando adivinar de qué manera iba a conseguir sacarlos a todos de allí sin hacer un escándalo.

La mirada de siempre. Oh, pero había algo más. Algo que me dejó más confundida que ver a un grupo de idiotas felices intentando matarme del estrés a las cuatro de la mañana.

El extremo de su labio se inclinó hacia arriba, creando una hermosa, pequeña, discreta sonrisa.

No pude evitar perderme en ella.

Wen volvió a reír escandalosamente, susurrando un "te lo dije" que quedó más como un grito que un susurro. Ingrid maldijo mientras se acurrucaba más contra Ed, pero aún sonreía.

Mi seño fruncido volvió.

-¿Bebieron?

-Nope- el otro gemelo respondió y sonrió tontamente.

-Bebieron- esta vez afirmé- Dios, ustedes están locos. Sólo bajen el volumen. Necesito dormir. Mañana tengo clases de piano.

Dejándolos por incorregibles, comencé a caminar de vuelta a mi cama, cuando su voz me interrumpió.

-¿Sabes, Amaya? Yo también hice una apuesta.

Me giré bruscamente.

Amaya... me había llamado por mi nombre.

Pero luego palidecí. ¿Apuesta? ¿Cómo sabía sobre la apuesta?

-Wen me contó- respondió, leyéndome la mente mientras se ponía de pie.

Busqué a mi amiga con la mirada, dándole la espalda al chico de ojos verdes y voz ronca.

-Oye- reclamó la morena- No me mires así. En parte esto es culpa tuya. No debes negar lo que sientes, Am.

Aspiré bruscamente. Mierda, ¡callate, Wendy! ¡Callate!

-No sé de lo que estás hablando.

-Oh, yo sí- Harry habló a mis espaldas- Por eso hice una apuesta y creeme, cariño, estaría encantado de ayudarte a perder la tuya.

Su voz, mientras terminaba su frase, se sintió increíble y alarmantemente cerca. Me giré, preparada para salir corriendo. ¿Acaso esto era real?

-Oigan, realmente no se que está pasando. Si esto es una broma pesada, prometo...

Mi boca se cerró cuando Harry dio un paso más cerca, si es que aún podía. Me estremecí, haciendo que sonriera al darse cuenta. Me miró directamente a los ojos, logrando hipnotizarme en tan sólo un segundo.

No Olvides... » H.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora