27- Lo siento.

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-¿Estás bien?- Harry preguntó por décima vez ese día.

-Sí- suspiré- Deberías preguntarle lo mismo a Wen, Harry. No fuiste a verla.

Harry se sentó a mi lado en la pequeña banqueta del piano y tomó mis manos, haciendo que dejara de tocar por un momento.

-Ella quiere su espacio ahora mismo. No voy a ir para que me diga todo lo que está mal conmigo y luego se arrepienta.

Lo miré a los ojos- Hay que ponerse en su lugar, Harry. Está dolida. Yo hubiera reaccionado igual. De todos modos, sé que no dijo todo eso en serio y si lo dijo, tiene toda la razón. Mi madre no me quiere. Eso es algo que estoy comenzando a aceptar. No dijo nada que yo no supiera ya.

-No, Am- él negó suavemente- Tú nunca le hubieras dicho algo así a alguien y puede que tu madre tenga un gran problema decidiendo qué es lo más importante en su vida y puede que sea famosa pero eso no quiere decir que seas quien eres gracias a ella. Eres quien eres, por ti. Por tu propio esfuerzo. Nunca he conocido a alguien más talentosa y estudiosa en mi vida. Y no me sorprende que seas la número uno en esa lista, Am. Te lo mereces, no importa cuanto Ed diga qué deberías haber sido la segunda.

Me reí suavemente, mi corazón acelerándose más y más con cada palabra que salía de sus labios. Tener este chico en mi vida era lo mejor que me había pasado. No importa cuantas bailarinas trajera de la mano o cuantas veces más me rompiera el corazón, sabía que estaría ahí para mí, al menos como un muy buen amigo que tendría siempre mi espalda.

-Gracias, Harry- le sonreí y él me imitó, dándome la sonrisa más tierna del mundo.

-Solo decía la verdad. Ahora, ¿por qué no vamos por un helado o algún dulce fuera del campus? No lo llamemos celebración, digamos que vamos a relajarnos luego de tanta presión.

Y fuimos. Pasamos todo el día afuera. Compramos helados gigantescos y caminamos por la playa desierta a causa del clima. Bromeamos, hablamos de nuestros colores favoritos y de esos platos que podríamos comer cada día por el resto de nuestras vidas. Me dijo que sabía cocinar pero solo cosas sencillas como huevos y tocino. Me reí, porque al final era un chico.

-Un día de estos te haré el mejor desayuno del mundo y luego te quedarás rogando por más- me había dicho riéndose.

Y era cierto. Estoy segura de que en unos años, cuando me viera obligada a tomar un camino diferente al suyo, extrañaría todo sobre él, puede que desayuno incluido. Extrañaría momentos como estos en los que parecíamos ser solo dos adolescentes pasando tiempo juntos, conociéndose... no esta clase de pequeños adultos que a los dieciocho años ya sabían y luchaban por una carrera en un mundo con tantos obstáculos como el de la música.

Como era de esperar, caí de mi nube en cuanto entramos al campus. La realidad me golpeó de repente y me sentí mal. Mal porque por unas pocas horas completamente perfectas había olvidado que este mes era el que decidiría mi futuro y que el mundo de una de mis mejores amigas se estaba callendo a pedazos en ese mismo momento por no haberlo logrado.

Harry me tomó de la mano sin decir una palabra y nos llevó a Wen. Su puerta cerrada. Ningún ruido, o voz amortiguada. Ninguna luz colándose a través de la puerta. Ninguna señal de mi amiga.

Recuerdo haber tocado su puerta por horas. Diciéndole lo siento y pidiéndole que hablara conmigo.

Nada. No obtuve nada como respuesta.

*
En el desayuno la mañana siguiente podías decir que la cafetería estaba más vacía de lo normal. La mayoría de los estudiantes de primer a cuarto año se habían ido a casa y pocos de los veinticinco rechazados el día anterior estaban alrededor.

No Olvides... » H.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora