Capítulo dedicado a todas esas personas que alguna vez perdieron un sueño.
Las manecillas del reloj se movieron otra vez y otra vez y otra vez.
Y una, dos, tres veces más.
Y mientras las miraba moverse y recordaba que ya hacían un poco mas de cinco horas que había caído por aquellas escaleras, un par de largos brazos me presionaban contra un pecho fuerte como si en cualquier momento fuera a romperme.
-Amaya- Harry murmuró a mi lado, sentado tan cerca que casi me tenía encima. Él acarició mi cabello suavemente y lo sentí suspirar en mi cuello- Dime algo, Amaya.
Pero no lo hice. No lo hice porque no sabía que decir. No sabía que pensar. No sabía existir.
-Amaya, cariño, dime algo. Lo que sea.
No reaccioné al término cariñoso como normalmente lo hubiera hecho. Era como si todo lo que pudiera pensar era en mi mano y en lo jodida que podría estar mi vida después de todo esto. En el silencio del doctor cuando pregunté una y otra vez si podría ser capaz de tocar en el examen de la próxima semana a pesar de que sabía que no sería así.
Así que dije lo primero en lo que pensé que no tuviera que ver con mi mano o mi carrera. Eso que parecía un juego de niños comparado con lo que estaba viviendo ahora.
-Viste la foto ¿no es así?
Harry me apretó contra él y besó mi sien, definitivamente poco sorprendido por pregunta. Él sabía que lo había visto recogerla y meterla en uno de sus bolsillos delanteros antes de cargarne en sus brazos como si el hecho de tener una mano herida no me permitiera caminar- Sí, la tengo conmigo.
Suspiré, derrotada- Harry yo no...
Entonces, cuando escuché un repiqueo de zapatos altos en las baldosas al final del pasillo, levanté la vista.
Ahí fue cuando vi a mi madre. Una versión mucho más joven, delgada, maquillada y bien vestida, de todos modos.
Sin siquiera pensar en todas esas veces en las que decidió mandar una tarjeta a llamar, o cuando ni siquiera vino a casa por Navidad... me levanté rápidamente haciendo a Harry a un lado y corrí hacia ella.
Y luego, después de todas esas horas diciéndome a mí misma que todo estaba bien, finalmente me rompí y comencé a llorar.
-Mamá. Que bueno que estás aquí, mamá- le murmuré mientras la abrazaba tan fuerte como podía, sólo para estar segura de que esto, ella era real- Yo... ellos dicen...
De pronto, ella rompió nuestro abrazo, sus manos en mis hombros, su mirada recorriendo mi cuerpo hasta llegar a mi brazo enyesado.
Y no me perdí la mirada de desaprobación en esos ojos color miel que eran iguales a los míos.
-Amaya- su voz sonó más dura que nunca- ¿cuantas veces te he dicho que no corras? Las manos son la parte más importante del cuerpo para un músico. ¿Sabes lo que harán? ¿Sabes lo que acabas de hacer? Tenía un show hoy a unas horas de distancia y entonces tengo que cancelarlo porque la escuela de mi hija me llama y me dice que se rompió su muñeca una semana antes del examen nacional. Una semana antes del examen nacional. ¿Tienes idea de lo que significa eso?
Me tambaleé hacia atrás por su repentino ataque y la miré horrorizada. Horrorizada porque no conocía a esta persona. Mi madre nunca había sido muy cercana a mí, pero los recuerdos que tenía de ella... Mis mejillas se sentían más húmedas que nunca y mis ojos lloraban tanto que veía borroso pero nunca aparté la mirada de ella. Esperando. Esperando que me dijera algo que indicara que al menos se sentía mal por mí. Lástima. Condescendencia. Tristeza... pero lo único que recibí fue enfado. Enfado porque había sido lesionada por una estupidez. Porque la había sacado de su rutina y su vida increíblemente bien planificada.