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Lo miré con el ceño fruncido.

Iba a contestar pero lo Interrumpí.

- Debes estar confundido - Dije sin acomodar mi ceño.

Me miró por unos segundos.

- Sí, lo siento sólo... - No terminó su frase.

- Su madre no tiene mucho dinero, pero su padre sí. Están separados. Debes conocer a su madre pero no a su padre.

- Ahora que lo mencionas, así es - Dijo asintiendo.

Sonreí un poco aliviada.

Me devolvió la sonrisa, pero ésta ocultaba una risa reprimida.

- ¿Qué? - Pregunté riendo sin entender.

Negó con la cabeza - Jason - Dijo y rió sin mirarme.

Reí - ¿Qué con él?

Volvió a negar - Recuerdo cuando éramos chicos, tal vez, diez años y él catorce - Rió, una vez más - Me colgó en el travesaño de un arco de fútbol, allí en una de las canchas de tierra de mi barrio, y comenzó a tirar de mis pies con fuerza. No tenía más opción que sostenerme con fuerza, pero mis brazos dolían demasiado. Luego de varios minutos, hasta que no lloré y supliqué, no me largó.

Reí con una sonora carcajada.

- No me cuesta creerlo...

- Y todo porque se había enterado que, tiempo antes, había roto una de sus nuevas zapatillas - Rió dejando a la vista su dentadura.

Lo observé con una risa. Era tan, pero tan diferente cuando reía de esa manera, era tan natural, tan sincero, que hacía cuestionarte millones de cosas.

Sin eliminar mi sonrisa, miré en dirección al suelo. Me encantaba recordar momentos graciosos de Jason.

- Otro día - Dijo llamando mi atención - Unos dos años después, recuerdo que mi hermano, el tuyo y yo estábamos jugando con una moto en un camino abandonado, así que podíamos hacer lo que queríamos. No tuvieron mejor idea que pararse en la motocicleta. Yo tenía doce años así que no podía manejarla, entonces tu hermano tomó la delantera y me paré detrás de él, apoyando mis manos en sus hombros. ¿Qué se le ocurrió? Frenó de golpe, se agacho y salí disparado hacia adelante.

Abrí mi boca, del asombro, alcé mis cejas y reí. No podía creerlo.

- ¡No jodas! - Reí más fuerte.

Rió - ¡Claro que no! Mira - Dijo tomando mi mano (Hecho que, por algún motivo, me gustó. Claro que no llegué a esa conclusión en aquél momento, no hasta antes de dormirme) y la llevó hasta la parte de atrás de su cabeza - ¿Sientes la cicatriz? Tuvieron que llevarme al hospital y me hicieron prometer que no le diría nada a mi madre, de no cumplir me golpearían - Agregó - ¿Puedes creerlo? Tenía doce años - Soltó mi mano.

Volví a reír y no pude parar. Intenté tranquilizarme pero fallé. Abracé mi abdomen del dolor. Respiré profundo y logré desacelerarme.

- Imagino que si a mí me hacía sufrir de esa manera, a ti te han tenido que llevar al hospital día por medio.

- Jamás olvidaré un día que fuimos a montar caballos con mi padre y mi hermano, a las afueras de la ciudad, habré tenido nueve y él diecisiete y... - Reí al acordarme - Yo estaba delante, no sabía cómo manejar muy bien. Sin embargo, el muy listo, decidió darle una fuerte palmada al trasero del caballo y éste último comenzó a galopar y galopar. No lo pude detener y no lo hizo hasta llegar a un arroyo, donde se detuvo, se paró en sus dos patas traseras y caí de espalda. Pero eso no fue lo peor de todo, tuve tanta mala suerte que caí justo arriba de un conjunto de ortigas. Me picó todo el cuerpo y minutos después estaba completamente roja. De más está decir, que terminé en urgencias.

Crossed.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora