Capítulo 9

191 23 7
                                    

Otro año más. Otra cosecha más. La vida de otros dos chicos en mis manos. Como cada año, me preparo yo primero y voy a la casa de Mags para poder pensar sobre los tributos de este año. Cada vez está más cerca el tercer vasallaje de los 25, y no sé qué enfermo plan habrá reservado para entonces. Este año, los 70 Juegos del Hambre, tengo la impresión de que serán diferentes. No sé si para bien o para mal, pero sé que algo cambiará.
En el Capitolio, muchas de mis admiradoras juegan a mi favor en los juegos, lo que les da más probabilidades a mis tributos. La mayoría de mis clientas solo quieren sexo. No debería llamarlas clientas, porque según Snow, hago esto porque les debo la vida. Sin embargo, ellas me pagan para evitar el sentimiento de culpa supongo. Joyas, dinero, lo que quisiese. Sin embargo, hace un año, descubrí una forma de pago mucho más valiosa para mí: los secretos. Hasta ahora tengo una buena colección de secretos. Sé que Snow tuvo un hijo con su esposa que falleció en el parto. Su hijo se enamoró de una chica del distrito 5. Cuando Snow se enteró, pensó que su hijo había puesto en peligro su fama, contándole algunos de sus trapos sucios, así que la capturó y la tuvo en las celdas que hay en el Capitolio. Ella estaba embarazada y cuando dio a luz, Snow la ejecutó. Su hijo, que no sabía de la existencia del bebé, se suicidó. Desde entonces, nadie se ha atrevido a contar esa historia, hasta el punto de que casi desaparece.
Sé otros muchos secretos, como que Snow usa veneno para matar a sus adversarios; que en la mayoría de las cosechas hay alguna urna en algún distrito amañada... Sin embargo, el que más me dolió fue uno relacionado con mis juegos. Cuando Mags me envió ese tridente, dejó en ridículo a los vigilantes, que no querían que yo tuviese uno, fue por eso que no lo pusieron en la cornucopia. Esa noche que desapareció, Snow decidió convertirla en ávox, pero tras mutilarle la lengua, cayó en la cuenta que podría delatarse, así que usaron la técnica del secuestro para hacerle pensar que había tenido un derrame cerebral. Me gustaría decir que es lo más cruel que he escuchado, pero por desgracia no es así. Hay miles de historias que prefiero no recordar. Historias que me han tenido en vela durante noches enteras.

Ya en el escenario de la cosecha, intento divisar a Annie. Está junto a otras muchas chicas de 16 años. Mags, que se ha dado cuenta de que la miraba me coge la mano, dándome ánimos, transmitiéndome esa seguridad de que no saldrá escogida. El escolta mete la mano en la urna y saca una papeleta. Se pone a abrirla y tarda a penas unos segundos que a mí me parecen eternos.
- El tributo femenino del distrito 4 es... ¡Annie Cresta!
En cuanto lo oigo, no puedo reprimir mis lágrimas. Salgo del escenario sin perder la compostura, dando a entender mi indiferencia. Salgo bajo la atenta y dolida mirada de Annie, que no entenderá por qué no me quedo a apoyarla.
Desde que Snow me ofrece como acompañante, he decidido alejarme de ella. Sé que no está a salvo y mucho menos, después de conocer tantos secretos sobre lo que Snow le ha hecho a algunos vencedores. No puedo ponerla en peligro, como lo estaban mis padres o como lo están Mags y Johanna.
Cuando estamos en el tren, Annie se mete directamente en su habitación. El tributo de este año tiene un año más que Annie, pero no lo conozco.
Entro a la habitación de Annie. Sé que en el tren no hay micrófonos ni cámaras.
En cuanto abro la puerta veo a Annie tumbada en la cama, de espaldas a mí
- ¿Me tengo que presentar o te acuerdas de mí?- dice con rencor
- Annie, lo siento- ella se incorpora y me mira con esos ojos que atraviesan el alma
- ¿Qué sientes? ¿Que yo esté aquí? ¿Haberte ido en la cosecha? ¿No hablarme durante dos años?- me dice con lágrimas de impotencia corriendo por sus mejillas
- Lo siento todo. No deberías estar aquí y tampoco debí haberme ido de la cosecha. Pero todo lo que he hecho lo he hecho por ti
- Finnick, sé por qué dejaste de hablarme. Johanna me lo contó. Me dolió que no fueras tú el que me lo contaras. ¿Por qué no lo hiciste?
- Porque no sabía cómo hacerlo. Pero si lo hice era para mantenerte a salvo. No quiero que te acerques a mí porque no quiero que te hagan nada.
- Finnick prefiero correr el riesgo a alejarme de ti
- No lo entiendes Annie. No quiero perderte y voy a hacer todo lo posible para sacarte de allí y para traerte de vuelta. Te lo prometo. Pero tengo que advertirte que el Finnick que muestro en el Capitolio es muy diferente. Haga lo que haga, recuerda que te quiero. ¿Lo harás?
- Sí, pero no entiendo...- la callo con un beso que es correspondido.
Salgo de la habitación, esta vez más convencido que nunca de que haré todo lo que esté en mis manos para traerla de vuelta. Me aprovecharé de todos los patrocinadores que pueda conseguir. Todo esto tendré que hacerlo mientras la trato como un tributo más, flirteo con todo el Capitolio y me muestro encantado con la fama. No será fácil.
En cuanto llego al comedor, veo a Mags escuchando atentamente al otro tributo. En cuanto llego me miran y debo empezar mi actuación, no por Mags sino por el chico porque se le puede escapar algo en los juegos y enterarse todo Panem.
- Cada año vienen tributos más impertinentes. Se les brinda la oportunidad de convertirse en alguien importante y así la aprovechan. Qué desperdicio- Mags asiente con la mirada triste, dándome a entender que estoy haciendo lo correcto. El chico me mira expectante, con respeto y admiración. Yo ni siquiera puedo mirarle a los ojos. Ese error lo cometí mi primer año de mentor. Cuando mis tributos fallecieron, veía sus ojos todas las noches antes de dormir. Me miraban con tristeza y sentía que me acusaban. Todavía sigo culpándome. Con los años he aprendido a ignorar ese sentimiento, pero sé que llegará un momento en el que todas esas muertes aflorarán y yo no sé si podré vivir con la culpa.

Soy Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora