Nubes de algodón sin forma.

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Uno mas en el equipo.

El origen de todo.

Capítulo 5.





No había ni un rincón de la granja con una sola mota de polvo, ni uno solo.

El polvo ni se acercaba a la granja de la familia de Kuroko. No había nada viejo amontonado en ningún sitio, ni buhardilla, ni granero, nada de nada.

Lo único destartalado en toda la propiedad era la moto de Himuro, que seguía tirada a un lado del camino.

Junto a la rueda delantera, cuatro muchachos, sucios, llenos de rotos, manchurrones de materia indefinida, y suciedad por todas partes. Por todas.

Los cuatro con la mirada en el infinito, en las nubes sobre sus cabezas, deslizándose a cámara lenta en su río azul de tranquilidad.

– No se parecen a nada. – Akashi murmuró mas para sí mismo.

– ¿Bolas de algodón?. – Murasakibara preguntó, también en voz baja.

– Tío, solo son nubes... estúpidas bolas de gas que no parecen nada. – El cansancio ponía de mal humor al moreno. – Las miradas de los otros tres chicos se posaron en su persona, se limitaron a girar la cabeza en su dirección y mirarle.

Himuro suspiró, entendiendo. Los otros tres también estaban cansados, pero necesitaban todo eso de buscarle forma a las nubes, para evadirse del cansancio, o simplemente para no entrar en la casa, y que la abuela de Kuroko les "pidiera amablemente" que hicieran algo, algo para lo que una ancianita desvalida no tenía fuerzas.

Y una porra.

Ellos eran cuatro adolescentes, llenos de energía, y aún así, esa mujer les había drenado por completo. Murasakibara la había visto cargar un mueble de mas de dos metros sin esfuerzo alguno. Esa mujer no era normal... claro que ya comprendían de donde había sacado lo raro Tetsuya, era totalmente genético.

– Mmm....¿Una vaca montando en bici?. – Los tres chicos volvieron la vista al cielo, mirando la nube mas grande. Ladearon la cabeza a un lado, al otro... fruncieron el ceño.

– Es mas... una cabra. – Tetsuya apuntó con la punta del dedo.

Los tres chicos miraron la punta de su dedo, y después siguiendo la línea la nube en cuestión.

– No, es una vaca. – Himuro volvió a asegurar, tranquilo.

– Si Kurochin dice que es una cabra, es una cabra. – Murasakibara apuntó seriamente.

– Bien, el mas enano gana. – Akashi señaló al peliceleste, y soltó una risita cuando le atizó un pequeño codazo en las costillas.

– ¡¡Vamos, atajo de tirados!!... Por el amor del cielo, ¿Qué demonios coméis en la ciudad que ya estáis tan cansados?... Esta juventud, no aguanta nada.... – La mujer llenó un cubo de agua con el grifo para el riego del jardín delantero, y lo fue tirando encima de los chicos al tiempo que iba caminado a pocos centímetros de sus cabezas, haciéndoles saltar uno tras otro de la impresión.

La anciana se giró al llegar al último de ellos y regresó sobre sus pasos. Se paró frente a Atsushi, y le miró, seria.

– Madre del amor hermoso, criatura. – Murasakibara emitió una sonrisa feliz, ya que siempre que lo veía de pie soltaba alguna frase de ese tipo. – ¿Y tu eres el pequeño de tus hermanos?... Pobre madre la tuya, esa mujer se merece un premio. – Le agarró por la mano, toqueteando su brazo hasta donde llegaba, tirando de él para que se diera la vuelta, a un lado y a otro. – Qué cosas... parece que te has comido lo que le tocaba a estos tres enanos, míralos, se han quedado encanijados...

Uno mas en el equipo: El origen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora