Luna de miel en equipo.

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Uno mas en el equipo.

El origen de todo.

Capítulo 14



Riko le mandó a correr.

Él se moría de ganas por jugar con los demás, y la entrenadora le mandaba a correr.

Pues que bien. Podía decirle que no, pero ¿Cuándo se había equivocado esa mujer?... nunca. Si le mandaba hacer el pino una hora, lo haría sin replicarle.

Todo ese rollo de ir y volver a comprar, le dio tiempo a solas, para pensar en muchas cosas.

Sobre todo en Aomine, y en su juego.

Quería ser mucho mas fuerte, y mas rápido, mejor jugador, pero sin sacrificar su personalidad.

No quería ser un amargado sin amigos como el moreno. Todo el tiempo que tardó en comprar las tres primeras latas lo pasó pensando en en partido contra Aomine.

El origen de su fuerza, era su falta de estrategia. Podía ir rápido,ceñirse al juego antiguo, jugadas mil veces vistas, para cambiar en décimas de segundo y hacer un truco callejero de lo mas sutil. No tenía una manera de tirar definida, ni de correr, ni de moverse...

Aomine era un dios, sin mas. La cancha para él era un patio de recreo.

Cuando la tercera lata entró en la bolsa, el jugador de Tohou fue a su parte mas oscura del cerebro.

Kuroko era su todo.

Su mundo, su vida... amaba sus ojos, tan azules.

Sus sonrisas torcidas... ese gesto de morderse el labio cuando leía algo que le interesaba...

Estaba tan concentrado que no se dio cuenta de en que momento había llenado la bolsa, ni cuando se había hecho de noche.

La decepción al descubrir que el baño del sitio en el que se estaban hospedando le bajó un poco el ánimo, pero un poco.

Se tumbó, frustrado. No tenía ganas de nada, solo de estar tirado, sin mas.

Una mano pequeña le zarandeó, y su voz, pegada a la oreja, le hizo sonreír.

–Kagami kun, sal por la ventana, tengo una sorpresa para ti. –Kuroko deslizó las palabras en un susurro.

Esquivó como pudo a sus compañeros, tan dormidos, que si caía una pared sobre ellos, ninguno se daría por aludido, y abrió la ventana con muchísimo cuidado.

Kuroko le guió hasta uno de los espacios comunes, un banco con vistas al jardín trasero. Le pidió que esperase y volvió minutos después, cargado con un cubo.

Puso hielo, en bolsas, sobre sus muslos. Kagami casi gimió de puro gusto. No sabía como estaba de cargado hasta ese momento. Le quitó las zapatillas y empezó a masajearle los pies, los tobillos, con firmeza. No era un toque delicado, iba mas a relajar los músculos que a parecer una caricia.

Cuando las manos de Kuroko apretaron sus pantorrillas, tuvo que taparse la boca o gritaría. Tomó el hielo y empezó a deslizarlo por toda la pierna, por delante y detrás.

–Gracias. –Alargó la mano a su mentón, dándole una caricia con la punta de los dedos. –¡oh...! ahí, aprieta...¡dios!, cásate conmigo. –Le miró sonriente, y su gesto le fue devuelto en forma de una deliciosa sonrisa, aunque pudo ver un brillo pícaro en esos ojos azules que tanto le gustaban. –¿Tú como estás?

Uno mas en el equipo: El origen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora