Número dos.

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Uno mas en el equipo.

El origen de todo.

Capítulo 10



Midorima Shintarô era un monstruo. Su habilidad innata para encestar desde cualquier punto le había convertido en un enemigo terrible. Pero todo enemigo terrible tiene un punto débil, y solo hay que buscarlo...

Kagami le demostró con trabajo duro, muy duro, que podía vencerle aunque lo lograra con Kuroko y engañándole como un pardillo...

En el restaurante tras el partido, la cosa se tornó casi divertida. La tortilla escurría por su pelo, viscosa y caliente, arrancando a mas de uno una risita traviesa.

Takao lo sabía, cuando le llevó fuera del bullicio del restaurante.

Estaba mal, jodido. Midorima no estaba acostumbrado a perder y mucho menos por una jugarreta en la que había caído como un pardillo de primera.

Y por esa misma razón se dejó pegar por él... pero solo un par de cachetes. Tampoco era tan estúpido como para dejarse dar una paliza solo por que Shin kun no supiera perder.

Pedaleando con ganas subió por su calle, en silencio. Usó la frustración por no haber podido ayudarle como fuente de energía con la que pedalear rápido, para llegar cuanto antes a su casa.

Aunque ya llevaba un par de minutos parado, ninguno de los dos se movió ni un milímetro. Shin seguía sentado en la parte trasera del carro, sin decir nada, sin hacer nada. Solo la mirada seguía las líneas del conductor con cierto interés.

Takao no quiso decir nada. Sabía que estaba dolido, y enfadado, y posiblemente no querría hablarle en los próximos días por el tema de la tortilla, a si que, se limitó a dejarle en la puerta de su casa y esperó que se bajara sin mas.

Durante el camino habían hablado, de cosas sin importancia, con toda normalidad, aunque él sabía que esa normalidad no tenía nada de normal.

Le conocía, conocía a Midorima de sobra como para saber que estaba enfadado, y frustrado, y posiblemente deprimido, aunque eso último no lo pudiera asegurar con certeza.

Estaba tan perdido en sus pensamientos que hasta que no sintió la mano del otro chico en su hombro no se dio cuenta de que se había bajado. Sobresaltado dio un respingo, que le hizo quitar el pie del pedal y bajarlo de un golpe.

–Quédate. –Ni siquiera le estaba mirando cuando lo dijo, su mirada estaba posada en la puerta de su casa.

En la casa de Takao había luz, a si que, sus padres estaban, en la de Midorima reinaba una oscuridad que indicaba que la vivienda estaba del todo vacía.

Lo que le estaba pidiendo iba mas allá de la simple idea de quedarse y aún no sabía si estaba realmente preparado para pasar de los besos y algún que otro roce ocasional, a la siguiente base.

No quería ser el culpable de una nueva decepción el mismo día, si le rechazaba en lo de quedarse con él, pero un polvo por compromiso o por pena sería mucho peor, y eso es lo que temía.

Eran amigos desde que tenía uso de razón, le gustaba su amistad tal y como estaba en ese momento... además eran unos mocosos... alguna vez habían descargado la adrenalina tras un partido ganado toqueteándose mas íntimamente de lo que lo harían un par de amigos, pero ...

No iba a quedarse, no y punto. No para hacer algo de lo que se arrepentiría al día siguiente... además tampoco tenía muy claro que excusa darle a sus padres para no dormir en casa entre semana... por que si decía que era por que Midorima estaba solo, su madre le daría la vuelta, invitando al peli verde a quedarse, y Takao se quedaría sin escapatoria posible.

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