Capítulo 1

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Cuando papá y mamá nos sentaron a mí y a Jimmy en el sofá aquella tarde, sabía que algo no iba del todo bien. Hace meses que mis padres no se miran como se miraban antes, hace meses que mis padres no pueden mantener una conversación decente sin que uno de los dos empiece a levantar la voz y, a continuación, uno de ellos desaparezca por la puerta dejando un gran silencio detrás, pero, sobre todo, hace meses que nada es igual que hace unos años atrás. 

Miro por la ventana y veo como en el exterior se extiende una gran tormenta, la lluvia golpea fuertemente los cristales del gran ventanal del salón y acaba sonando un enorme trueno de esos que parece que vaya a acabar rompiendo cualquier parte del tejado de la casa. Suspiro y vuelvo la mirada hacia Jimmy, mientras veo que sus ojos no paran de mirar a mamá con gran curiosidad.

- Rick y yo tenemos que contaros algo – empieza a hablar mamá con la voz entrecortada a la vez que baja la mirada hacia el reluciente suelo de mármol que se extiende por todo el gran salón.

Sé lo que van a decir. Llevo meses esperando a que alguno de los dos se armara de valor para poder explicarnos lo que pasa entre ellos y lo que han decidido.

- Mamá y yo no podemos seguir juntos – prosigue mi padre al ver que mamá no puede articular palabra por culpa de las lágrimas que se le derraman por la cara.

Lo sabía. Sabía que esto acabaría pasando y todo por culpa de aquella nueva secretaria del trabajo de papá. Él no debería haber contratado a aquella chica, nunca. No sé qué decir en ese momento. En verdad, no hay nada más que decir, todo está dicho. Lo único que se me ocurre es devolver la mirada a esa ventana por segunda vez y observar como cada pequeña gota de lluvia que cae por el cristal se reta a una temible carrera con otra hasta llegar al borde y, ahí, desaparecen.

- No entiendo...

Miro hacia mi hermano pequeño, que se pone de pié y mira a la pareja que está enfrente suya, como si no se pudiese creer lo que acaban de decir, como si no quisiera creérselo.

- Jimmy... no... nosotros... lo sentimos...

Papá se levanta e intenta apoyar su mano encima del hombro de Jimmy, como si eso fuese a ayudar, pero se convierte en un intento fallido cuando este lo esquiva y con un insistente <<¡NO!>>, desaparece por las escaleras que dan a la planta de arriba y, en pequeños nanosegundos se escucha un fuerte portazo. En ese preciso momento, mamá suelta un sollozo y esconde la cara entre sus manos para tapar sus lágrimas, pero no le sirve de nada y opta, también, por desaparecer de nuestra vista. Y, quedamos papá y yo solos en este gran salón.

- Carol... yo... - añade mientras se sienta a mi lado, pero yo me retiro un poco para ni siquiera rozarle. – Mírame, por favor. – Me toca el brazo para llamar mi atención, pero me estremezco y me levanto. Ni siquiera quiero mirarle a los ojos tampoco.

Desde que pillé a papá viéndose a escondidas con esa chica rubia que le traía los cafés a su despacho a primerísima hora de la mañana, no consigo mirarle a la cara, y no es porque no quiera, sino porque no puedo. No puedo aguantarle la mirada y aún menos sonreírle. También evito hablarle y, a veces, cuando quiere entablar algún tipo de conversación, le contesto con monosílabos y él pilla la indirecta.

- No hay mucho más que decir, papá – aprieto los puños lo más fuerte que puedo y desvío mi mirada al suelo, que instantes antes estaba observando mamá. – Se veía venir... llevo meses esperando a que alguno de vosotros lo soltase de una vez.

Le doy la espalda y voy dirección a las escaleras con pasos firmes cuando me parece escuchar un <<lo siento...>> susurrado por el hombre que se encuentra sentado en el sofá con la cabeza entre las piernas y las manos entrelazadas y apoyadas en las mismas.

***

Mi habitación no es gran cosa. Sólo hay una cama, un armario de pequeñas dimensiones y un escritorio debajo de una ventana con cortinas rosa palo. Cierro la puerta tras de mí y me quedo un rato dando vueltas por la habitación, hasta que finalmente opto por encender el ordenador y ponerme una película. <<Todos los días de mi vida, sí, creo que esta me vale>> digo para mí misma. Me siento en mi, no tan cómoda, silla de escritorio y le doy al Play.

Me encanta la parte en que Paige está trabajando en sus obras de arte con la música a todo volumen y el increíble Clanning Tatum la coge por atrás haciéndole cosquillas y acaban por los suelos partiéndose de risa y dándose besos. Me recuerdan a mamá y a papá antes de todo este gran lío. Antes, les encantaba hacerse cosquillas y no paraban de reír juntos. Ahora, ni siquiera se tocan, porque él prefiere tocar a otra.

Estiro la cabeza para atrás y proyecto mi mirada al gran techo blanco que tengo sobre mí. Pienso en todo un poco, pero a la vez en nada en concreto. Bostezo y me doy cuenta de que tengo demasiado sueño como para continuar prestándole atención a la película que está avanzando a poca poco en la pantalla de mi portátil. Decido dejarla en Pause y cerrar el ordenador con mucho cuidado, ya que el verano pasado mi queridísimo hermano pequeño decidió romper parte de la sujeción de la pantalla del ordenador y ya está casi en sus últimas.

Me lanzó sobre mi querido colchón y me dejo caer sobre él con los brazos abiertos. Apoyo mi mejilla derecha en las finísimas sabanas y dirijo mi vista cansada hacía la ventana. La lluvia ya está cesando y ya no queda ni un solo rastro de tormenta. Entre las nubes empiezan a destellar unos increíbles rayos de sol que luchan por salir de esas enormes esponjas grises que se van desvaneciendo a poca poco.

En Seattle esto es normal. La mayor parte del tiempo llueve, aunque sea verano, así que te acabas acostumbrando después de 18 años viviendo aquí, aunque mi mejor amiga Clara dice que nunca se acabará adaptando a este clima tan frío, que dónde ella vivía antes de mudarse aquí: España, era mucho mejor que esto. Pero claro, ella solo lleva 4 años aquí, y yo desde que nací. Yo le digo que todo es cuestión de tiempo el qué le acabe gustando el tiempo de Seattle.

Cierro los ojos y pienso en que mañana llamaré a Clara para ir a tomar algo y, así, me podré desahogar con ella. Seguro que tiene un buen consejo para mí, siempre lo tiene. Y con esa idea me quedo profundamente dormida.

Un lugar diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora