Epílogo

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El concierto empezó con un suave sonido de piano mientras se abría el telón. Era lento, pausado, llenó de sentimiento. Marinette estaba sentada en una de las esquinas del auditorio, bastante alejada del escenario, pero podía ver claramente al pianista Adrien Agreste. Ese tono le trajo muchos recuerdos que creía muertos en su memoria, haciendo que varias lágrimas cayeran sin remedio. Su mejor amiga Alya intentó consolarla, pero sabía que era algo que iba a pasar.

Los recuerdos tenían tres años de antigüedad.

Después de aquella última batalla, le devolvieron los miraculous al maestro Fu, que desapareció con ellos. Adrien sentía grandes remordimientos por lo que había pasado con su padre, algo totalmente comprensible pues, a pesar de haber sido su enemigo, no dejaba de ser su padre. Marinette decidió quedar con Alya y contarle todo para que pudiera dar por cerrado aquel "LadyBlog". Ella fue comprensiva y las cosas fueron mucho mejor de lo que se esperaba en un principio. Sus padres no pudieron evitar suspirar aliviados al ver que ella dejaba de arriesgar su vida. Pero ella no dejaba de sentirse engañada y manipulada. Sentí que se había metido en un asunto familiar en el que no tenía ni voz ni voto. Sus sospechas fueron agrandadas al ver que durante una semana Adrien no fue al colegio y al poco la profesora anunció que ella iba a dejar de hacerlo. Ella mandó mensajes y por videoconferencia, intentó hablar con él. 

- Lo siento, Marinette, me voy hoy a China

Aquellas palabras fueron como un balde de agua fría. Ella intentó alcanzarlo en la puerta de embarque, pero no se giro cuando escuchó los angustiosos y suplicantes gritos de ella para que se despidiera como debía. No sabía porque se iba a ese lugar, solo supo que se fue con su padre y Natalie, la secretaria, estuvo al cargo de todo el lugar. A las semanas, decidió no buscarlo más y encontrar su lugar en el mundo. Tuvo grandes tentativas en seguir con el negocio de la repostería, y aprendió un poco, pero la moda podía mucho más con ella. A sus 18 años todavía era una novata y estudiaba tanto como su cabeza podía. A veces echaba de menos los gritos de ánimo adorables de su kwami Tikki. Se sentía satisfecha con esos años de vida desde que tuvo que entregar los pendientes, pues había sido ella quien tirara adelante con sus decisiones y se estaba volviendo una chica correcta. 

Pero no esperaba volver a verlo a él, tocando el piano con toda la tranquilidad en un pequeño concierto. 

¿La habría añorado? ¿La habría dejado de amar? ¿Por qué viajo?

Eran preguntas que no se atrevía hacerle, pues no se sentía con el derecho de hacerlas. Quizás había regresado con una novia o simplemente la había olvidado y solo podría verla como una amiga confiable. Quería saber de él en esos tres años pero no se atrevía ir a preguntar. 

Al terminar el concierto simplemente se marchó, dejando a su amiga sola. Quería pensar que esos minutos nunca habían existido, que nunca había escuchado ese piano y encerrarse en su casa con sus padres. Con un poco de suerte habrían echo unas galletas o algo suave para poder borrar un poco de pena. La comida ayudaba mucho a eliminar las penas. Maldijo su suerte al ver que había empezado a llover. Con el camino que le quedaba desde el auditorio a su casa se iba a mojar muchísimo. Tendría que tomar dos tazas calientes. 

- Parece que los días de lluvia son nuestros días

Aquella voz era inconfundible. Decidió mirar a otra parte. No sentía ganas de encarar, siquiera de hablar. Él no tardó en abrazarla, pero ella no correspondía. No la podía culpar, es más, sabía que se tenía merecido si ella quisiera apartarse e irse para no verlo más. Se separó para ofrecerle el paraguas.

- Estamos condenados a repetir esto- al final habló ella con una tímida y pequeña sonrisa

- Tengo que hablarte de tantas cosas, presentarte una persona... Pero quiero acompañarte a casa y ver a tus padres

Ella no supo que decir. Estaba entre una pregunta irónica o algo sincero, pero simplemente se quedo sin decir nada. Se puso a su lado y empezaron a caminar juntos bajo la lluvia. Por un momento hubo un silencio realmente incómodo, seguido de intentos de conversación. Al llegar a la casa, se sorprendió de que nadie estuviera y por no parecer descortés, le sirvió uno de los "cafés especiales" de su padre. 

- Te eché mucho de menos todo este tiempo- dijo sin previo aviso- Pero no podía llamarte hasta encontrar algo muy importante

- Ni te giraste aquel día. No me dijiste nada

- Tenía que estar con mi padre... aun no me creía nada de lo que había pasado, Marinette

- ¿Algo más?

Sin previo aviso, se plantó delante de ella para besarla. Fue breve, un choque de labios del que Marinette no sabía que hacer. Se sentía como en aquella vez que lucharon contra Kim akumatizado. Él sonrió al ver la confusión de ella. 

- Te sigo amando, bichito

Solo entonces pensó en aquel akumatizado que les cambio la vida, el chico del teatro. Si no hubiera sido por él, no hubieran llegado a aquello nunca. Pensó en ese teatro e hizo un paralelismo en su cabeza.

Si la vida era un teatro, ese momento era el principio de un nuevo acto.

Los dos juntos.

Dream HouseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora