11. Auto, pizza e historias.(Parte ll)

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Su mirada era seria, intensa y podría jurar que le gritaría en cualquier momento, sin embargo, después de terminar su trago, Mick sonrió con gracia.

—Billy no es plástica, es natural, sus senos son natura...

—¡No quiero saber, Dios, qué asco! —reclamó Moon, interrumpiéndolo y cubriendo sus oídos—. Espera, ¿cómo sabes eso? —preguntó desconcertada luego de unos segundos, descubrió sus oídos y esperó atenta a su respuesta.

—Bueno, anoche tuve un poco de suerte —respondió el chico, mientras servía más Vodka en su vaso.

—Te acostaste con ella... —susurró Moon decepcionada, casi herida—. ¡Teníamos un trato! maldito hijo de...

—No es nada serio, Moon, sólo nos acostamos. ¿Sabes? Soy hombre y tengo necesidades —se excusó su amigo antes de beber su último trago de la noche. Moon asintió a su lado, dió un último trago a su bebida libre de alcohol y bajó del taburete.

—Eso sólo lo hace más asqueroso de lo que ya es. Eres un idiota y ya no quiero que me hables. Has ignorado nuestro trato, genial, yo también te ignoraré a ti —Moon habló antes de comenzar a caminar hacia la salida, agradeciendo entredientes que Norman ya la esperara junto a ésta—. Eye y Murphy están en la oficina de mi padre, dejé a Mingus en casa de su madre y le dije que mañana por la tarde pasarías por él, para llevarlo al partido de baloncesto —explicó posicionándose  a su lado, tomó su brazo y lo condujo a lo largo de un pasillo decorado con viejas fotografías familiares—. ¡Oh no, no veas eso! —pidió avergonzada.

—Eras linda cuando niña... aún lo eres —Reedus habló observando a detalle la fotografía infantil de Moon.

—No mientas, es aquí —dijo la castaña abriendo la puerta. Sin dejar que la pareja entrara a la oficina, Murphy se echó a correr con ánimos a los pies de su dueña, en cambio Eye se mantuvo en el interior de la habitación.

...      ...      ...

—¿Tienes hambre? —preguntó amable a la joven castaña que descansaba en el asiento de al lado.

—Mucha, una pizza sería perfecta, ¿crees qué haya una pizzería abierta?

—Seguramente no, pero podemos buscar —murmuró el hombre comenzando a conducir. Condujo tranquilamente por las iluminadas calles de la ciudad, en silencio y atento a lo que pasaba a su alrededor.

—¿Puedo poner música? —Moon preguntó. Norman asintió aún en silencio, mirándola de soslayo, detallando como la chica, con delicados movimientos, realizaba su hazaña. 

Detestó la canción en cuanto escuchó la entrada, la base de guitarra, la voz masculina y joven que comenzaba a cantar. Su odio disminuyó una milésima en cuanto escuchó los murmullos de Moon, que cantaba acorde la canción en voz baja.

—Espera aquí, yo iré por la cena —dijo Norman aparcando frente a una pizzería, bajó del auto y caminó hasta el interior del local. Moon le veía desde su lugar, sonriendo cada vez que éste hacía un gesto de súplica, de seguro pidiendo que los empleados prepararan el grasoso alimento.

—¡Sí! —chilló emocionada después de largos minutos de espera, al ver como Norman salía del local con una caja de pizza y un par de gaseosas bajo su brazo.

—¡Lo logré! —festejó Norman adentrándose en el auto—. Aquí está nuestra cena —habló dejando el alimento y bebidas en el asiento que les dividía. Sin premura colocó el cinturón de seguridad y comenzó a conducir con ansias de regresar a su casa—. ¡Mierda, pensé que eras de esas chicas fresas, estás escuchando The Doors! —exclamó, moviendo los dedos al ritmo de Peace Frog, aún sobre el volante.

Strange currencies: Norman Reedus. © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora