1. Apuesta.

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Se despertó por el insistente sonido de su celular, aún adormilado, se incorporó en su lugar.
Tomó él moderno aparato entre sus manos, ingresando la clave para desbloquearlo.

—¡Apaga esa cosa Norm! —Chilló enojada la mujer a su lado.

Norman, un tanto molesto, se levantó de la cama y con cuidado de no aplastar al gato que descansaba en la alfombra, salió de la oscura habitación respondiendo la llamada.

—¿Qué pasa Helena? —Preguntó con voz ronca a la madre de su hijo.

—Norman, es Mingus, ha enfermado y ahora estamos en el hospital, no es nada grave pero no quise exponerlo —explicó rápidamente la mujer de cabellos castaños.

—¿Dónde están? —Preguntó el hombre apresuradamente, regresando a la habitación para buscar ropa adecuada.

—En el hospital cercano a mí casa —respondió Helena.

—Voy para allá —sin una despedida concreta, el hombre finalizó la llamada.
Encendió la luz de la habitación para buscar la ropa que había utilizado a lo largo del día.

—¡¿Qué diablos haces?, son las dos de la mañana, necesito dormir! —Volvió a gritar la joven modelo con la que dormía.

—¡Cecilia, cállate! Mingus ha enfermado y voy a ir con él —Dijo el hombre; mientras se vestía, sentía que comenzaba a detestar las exigencias de la modelo con la que tenía una relación.

—¡¿A las dos de la mañana?, ya tiene dieciséis años puede cuidarse solo, Helena está con él, vuelve a dormir —hizo una pausa, abrazó  al hombre por la espalda y besó su cuello, pero al no obtener respuesta alguna se alejó bruscamente—. Si sales por esa puerta, ni te molestes en volver —amenazó cansada de los problemas que rodeaban la relación.

—Es mi jodido departamento y si no aceptas las cosas, puedes irte a vivir con tu madre —el hombre dió por terminada la discusión y salió de aquél lujoso  departamento.

Subió a su auto, con la cabeza repleta de emociones, atemorizado ante el hecho de quedarse sólo.
Pues, a pesar de los amigos, conocidos, fanáticos y su familia; esa mujer, junto a Eye —su gato— y su hijo Mingus, eran lo único que le quedaba.

Recordó lo materialista y superficial que era Cecilia y se relajó notablemente contra el cómodo asiento de cuero.
A su lado tenía lujos, fama y todo lo que ella no podía conseguir por sí sola, no lo dejaría.

***      ***      *** 

Se despertó por los gritos de su hermano, comprendió entonces que pasaría otra de sus ya acostumbradas noches sin dormir.

—¿Qué pasa, peque? —Preguntó la joven entrando a la habitación, detallando como su frágil y pequeño hermano tenía nuevamente esos dolores, productos del cáncer que atacaba su pequeño organismo.

—Naly, me duele mucho —se quejó el niño entre lágrimas.

—Ya, bebé, vas a estar bien —susurraba la joven tocando suavemente el cabello de su hermano.

Se recostó a su lado y lo abrazó sintiendo sus ojos arder por las lágrimas que comenzaban a acumularse en éstos, sintiendo como su garganta comenzaba a cerrarse al recordar a su madre, odiándose al no poder hacer nada por el inocente ser a su lado.

—Me duele Naly, ya no aguanto —volvió a quejarse el niño.

La joven sólo se limitó a intensificar su abrazo y a medida que lo hacía sentía como su hermano se iba desvaneciendo entre sus brazos.

Strange currencies: Norman Reedus. © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora