8. Norman.

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Se acercó con delicadeza a él, tomó su mano y observó con cuidado lo heridos que lucían sus nudillos, su vanidoso amigo había sacrificado la belleza de sus manos por ella.

—Le diste una paliza —murmuró Moon, jugando con sus dedos. Mick asintió a su lado, en silencio y viéndola de reojo, examinando su comportamiento—. Gracias... —dijo apenas, abrazó la longitud de su brazo y ocultó el rostro en la ancha y masculina espalda de su amigo.

—¿Qué pasa? —cuestionó alarmado, al notar que ella no estaba bien—.  Hey, ¿qué pasa? —insistió, levantándose del banco metálico y ubicándose a su frente.

—No han llamado, se fueron hace casi una semana y no han llamado. Sé donde están, podría ir, llamar a Lennie y...

—Y dejarme, dejar a Norman, a Mingus, a tus alumnos, a los niños del hospital... sería dejarlo todo, Moon, no puedes hacer eso —Mick habló hincándose en su lugar e interrumpiendo sus abruptos planes—. Sé que es tu hermano de quién hablamos, pero a él no le gustaría tenerte allá, muerta de nervios, sufriendo cada vez que debe someterse a una quimio. Por la tarde, cuando llamen, les diré que quieres hablar con ellos, de seguro te llaman —aseguró, tomando las manos de Moon, las atrajo hasta él besó sus blancos nudillos.

—¡Parecemos novios haciendo esto, vámonos de aquí! —dijo la chica sonriéndole de lado, tratando de asegurarle que su estado emocional era el de siempre.

Se levantó de la incómoda reposera y comenzó a caminar por los transitados corredores de Central Park, se detuvo unos segundos, a la espera de su amigo, quién tras acelerar el paso logró alcanzarla y acompañarla en su recorrido.

—Entonces... tú y Reedus son... ¿algo? —Mick preguntó, intentando sonar desinteresado, pues tras su advertencia a Norman de mantenerse alejado de la chica, él no había obedecido, en cambio, su relación se había hecho más estrecha después de casi un mes de conocerse.

—Sólo amigos, Mick, como tú y yo —respondió la chica, mientras rodaba los ojos exasperada.

—¿Por qué duermes con él?

—Dormir con Mingus sería extraño, su gato es dueño de los sofás. Me dijo:"eres muy grande para ser tan tímida", y esa noche me quedé a dormir; no somos más que amigos, yo soy su compañía bajo las sábanas, lleno el espacio en su cama. Amigos, como tú y yo.

—Comenzamos como amigos, intentamos algo más y seguimos siendo amigos —respondió Mick, echándose a reír al recordar sus aventuras durante la pubertad.

—¡Oh, cierra la boca! Fueron los dos días más vergonzosos de mi vida —chilló Moon, riendo y empujándolo a un lado.

—Teníamos ¿doce?, fue lo más divertido que hice en mi vida, lo más asqueroso y divertido que hice en mi vida —aseguró Mick, abrazando a la chica por los hombros.

—¿Sabes de qué tengo ganas? —preguntó Moon, dejando las risas.

—Un Sloppy Joe —respondió su amigo, confiado, pues tras veinticuatro años de amistad con Moon, la conocía casi a la perfección.

—No, pero ya que lo mencionas, quiero uno, con patatas fritas y una enorme gaseosa —murmuró, deseosa y hambrienta, fijó su mirada en Mick y sonrió conforme al ver como el chico saboreaba el imaginario platillo.

—¡El último en llegar paga! —gritó Mick, comenzando a correr por el largo corredor.

Sin seguirle el paso, continuó caminando lentamente, disfrutando del cielo nublado y del aire fresco que golpeaba libremente sus mejillas.

Strange currencies: Norman Reedus. © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora