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LU - UNA CONFUSIÓN
Antonio hervía de rabia, de humillación. Jamás, nunca alguien se había burlado de esa forma de él y tenía que ser ella; Glía. No podía ser, esa joven era dulce, inocente, hermosa, no podía estar coludida con esa clase de hombres.
Aventó los papeles sobre su escritorio, furioso, desilusionado. Se acercó a la ventana de la oficina. Se encontraba en el último piso de una gran torre de la cual era dueño. Tener dinero hasta ese momento jamás le dio felicidad; sí comodidades, poder, facilidades, pero nunca felicidad.
Apoyó su brazo sobre el grueso vidrio recordando...
Su mujer, Lidia... Su hijo... Aquel fatídico accidente. No escatimó en gastos, al contrario, puso, como debía, a disposición de los médicos su fortuna si eso lograba salvarlos. No fue suficiente. Los dos sufrían de heridas internas muy graves y una semana después de que ese tráiler los hubiese arrollado, murieron.
Sintió el ya tan familiar nudo en la garganta. Fue feliz de esa forma serena, tranquila. Lidia era la mujer que eligió para compartir su vida desde joven y hacía ocho años lo formalizaron, no obstante, hacía cinco el destino acabó con ese mundo de calma, de sosiego. Ahora, a sus treinta y tres años, se sentía de ochenta.
Su mundo colapsó en aquella época, con aquella enorme pérdida y sin saber cómo, logró salir adelante. Era fuerte, decidido, exigente y contaba con un aplomo envidiable que lo sacó de aquel agujero.
Aun así, su interior permaneció detenido, en pausa. Salía, llevaba una vida normal, o lo más normal posible. Una mujer esporádicamente, nada de ataduras, nada serio. Viajar, seguir produciendo dinero —lo que al parecer sí se le daba muy bien— y ver la vida pasar sin tener ni la menor necesidad de entrar de lleno en ella.
Su padre murió seis años atrás y su madre dos anteriores a su marido. Fue hijo único, tenía un par de tías, hermanas de su padre, que continuaban viviendo en Brasil, lugar donde nació, y de las cuales se hacía cargo en todos sentidos. Ellas eran lo único que le quedaba por lo que no escatimaba en nada para que se encontraran cómodas y sin preocupaciones. De lado de su madre... nadie. Fue huérfana, por lo que no tenía mucha parentela.
Decidió mudarse a México casi al terminar sus estudios. Intentó independizarse de su padre y montar su propia empresa especializada en software de seguridad. Con Lidia a lado lo logró. Ella nació y vivía allí, por lo que sus contactos y su apoyo fueron cruciales.
Pero su vida cambió cuando al fallecer su padre lo nombró heredero de universal. Tuvo, sin remedio, que regresar a Río de Janeiro junto con su mujer e hijo menor de un año. Estar al frente de esa financiera que tenía cedes en casi todo el mundo occidental, no era tarea sencilla. La relación con Lidia comenzó a deteriorarse, a alejarse, no pudo ver los primeros pasos de su hijo, Romano. No estuvo presente en su primera palabra, ni tampoco en ninguna de las subsecuentes. A veces transcurrían días y no lo veía, llegaba y él ya estaba dormido y cuando se iba por la mañana el pequeño aún no despertaba.
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Detestable error © (Versión extendida a la venta por Amazon)
RomanceSin percatarse, se enamoraron en aquellas cinco semanas inolvidables que pasaron juntos. Se dejaron llevar gozando de lo que sentían, olvidándose de la soledad, de su vacío presente. Glía; dulce, fuerte, inteligente. Antonio; poderoso, implacable, h...