Lana del Rey - Summertime sadness
Adelina pasó a verla felicitándola por la bebé. Glía sonreía relajada y la escuchaba atenta sin si quiera parecer consciente de la presencia de Antonio, que hablaba por teléfono con Víctor para organizar su apretada agenda; no se despegaría del hospital, todo lo que pudiera solucionar desde ahí, entonces lo haría, lo demás, tendría que esperar.
Más tarde se dio se duchó en el baño de la suite mientras ella dormía y se pudo cambiar gracias a la ropa que su asistente le llevó. Trabajó en la sala que estaba fuera de la habitación todo el día. Adelina ya se había ido a descansar y Augusta habló para saber cómo iban las cosas; no pretendía ir, no hasta que no cupiera duda de que fue sido un golpe mortal para ella y era evidente que se estaba protegiendo. Cuando el examen confirmara lo que él ya sabía, entonces Augusta bajaría la guardia, no con Glía, pero sí en todo lo concerniente a su hija.
Glía obedeció sin chistar, comió lo que se le llevó, durmió y estuvo tranquila. Por la noche Antonio entró para ver cómo seguía pues en el día intentó mantener la distancia, ella definitivamente lo estaba embrujando.
— ¿Cómo te sientes? —Le preguntó mientras ella comía un par de panqueques. Traía mejor color, aunque aún se le veía cansada. Se detuvo con los brazos cruzados a los pies de la cama. Ella se pasó el bocado avergonzada y regalándole una pequeña sonrisa.
—Mejor...
—Me alegro. Hablé con los médicos, mañana si tú estás en condiciones la bebé podrá permanecer aquí por la mañana y por la tarde, incluso la podrás alimentar —su rostro se iluminó excitada.
— ¿En serio?
—Sí, pero aún te encuentras... delicada... y en observación, por lo que no puedes hacerte cargo de todas sus necesidades, así que decidí que una enfermera se quedará aquí mientras la niña está contigo —su mirada se oscureció un poco.
—No creo que sea necesario —refutó seria. Su disgusto no le molestó, al contrario, sería una buena madre.
—Por ahora sí Glía, si quieres estar bien para ella harás lo necesario —enseguida suavizó la expresión asintiendo.
—Gracias... sé que... todo esto te... incomoda y... prometo no hacerlo más difícil —dio otro bocado a su cena.
— ¿Ya pensaste cómo quieres que se llame? —Glía arrugó la frente desconcertada, ¿desde cuando tomaba en cuenta su opinión? Ella sabía que no tardaría en saber que era su hija y cuando eso sucediera, lo que quisiera saldría sobrando.
—No en realidad —respondió sin verlo. Antonio notó su cambio de actitud, supo exactamente qué era lo que pensaba.
—Creí que lo sabrías, hoy por la mañana demostraste haber invertido mucho tiempo en todo lo concerniente a ella —no era una acusación, sin embargo, ella lo encaró herida.
—No creí que tuviera ese derecho, después de todo, lo que yo quiera es lo de menos, se llamará como tú lo decidas... ¿No es así? —Antonio admiró sus agallas y lo claro que era para ella la situación en la que se encontraba, pero eso no evitó que se sintiera incómodo. Estaba olvidando quién era en realidad y era increíble que fuera Glía quien se lo recordara. Caminó hasta una de las ventanas cromadas con las manos en los bolsillos del pantalón.
—Tienes razón, mañana entregaran los resultados, si es mi hija mañana mismo la registramos con mi apellido y llevará el nombre de mi madre: Camelia —Glía no mostró ninguna emoción, aunque por dentro se sentía furiosa, desgarrada. Sin embargo, en ese momento lo primero era su hija, nada lograría que lo olvidase. Si así se llamaría, entonces así sería. Lo único que no iba a permitir es que la separasen, eso nunca.
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Detestable error © (Versión extendida a la venta por Amazon)
RomanceSin percatarse, se enamoraron en aquellas cinco semanas inolvidables que pasaron juntos. Se dejaron llevar gozando de lo que sentían, olvidándose de la soledad, de su vacío presente. Glía; dulce, fuerte, inteligente. Antonio; poderoso, implacable, h...