CAPÍTULO XI

44.5K 5.5K 1.6K
                                    

Billie Eilish - Sex feet under



Tres semanas después a penas si habían intercambiado monosilábicos. Antonio viajaba, salía temprano de casa y llegaba tarde. Los fines de semana optó por no estar ahí, por alejarse de ese lugar donde todo le recordaba a esa joven tan tierna y peligrosa.

—Aquí estás, Glía —Adelina solía conversar unos momentos con ella en el día, le gustaba su compañía, las cosas que decía y las opiniones tan objetivas que emitía sobre algún tema. Era una chica con conciencia social, con agudeza mental y bastante suspicaz, sin embargo, era humilde y de corazón bueno.

Glía le sonrió poniéndose de pie con esfuerzo, ya tenía siete meses y la barriga había crecido mucho últimamente, ya no se sentía tan ligera y se cansaba con facilidad, por las noches dormir comenzaba a ser incómodo, pues no lograba encontrar la posición adecuada y el calor la hacía tener que ducharse en la madrugada.

—Hola, señora —le sonrió mientras la mujer la ayudaba a volver a sentarse. Se hallaba en una sala del jardín que estaba techada pero que era muy fresca y llena de plantas.

—Siéntate, no te levantes, ya te lo he dicho, como también te he dicho que me digas Adelina o Lina.

—No puedo —le explicó dejando a un lado su libro.

—Pues inténtalo, me haces sentir muy vieja, menina —Glía rió relajada, con esa mujer era con el único habitante de esa casa que se sentía cómoda, tranquila. La servidumbre ni siquiera reparaba en su presencia e incluso a veces hablaban frente a ella en portugués y aunque no entendía el idioma, sabía por algunas palabras similares al español y por sus gestos, que era la comidilla de la casa. Por otro lado, Augusta parecía ni siquiera querer verla, el hacerlo le generaba un malestar generalizado y en cuanto a Antonio; él era la peor parte, cuando coincidían, a veces una o dos veces al día, ni siquiera soportaba posar sus ojos en su ser, la ignoraba deliberadamente, como si quisiera borrar de su mente su imagen, su existencia.

—Adelina —dijo sobándose el vientre.

—Mucho mejor, y dime cómo te has sentido hoy.

—Bien, la bebé ya se encaja si estoy en ciertas posiciones, pero creo que podría ser peor, es muy grande, supongo... —la mujer tocó su vientre como siempre que estaban solas.

—Toda mi juventud soñé con ser madre, pero... fue un regalo que se me negó —Glía no se atrevió nunca preguntarle cuál era la razón de que estuviera sola—. Mi marido murió cuando era muy joven, fue mi gran amor, nunca quise volver a casarme pues... nunca encontré a otro hombre que despertara en mí ni la mitad de lo que él despertaba con una sola mirada.

—Casarse así de enamorada ha de ser muy hermoso.

—Lo es, Glía, pero nuestro amor no tuvo frutos —recordó nostálgica.

—No siempre se tiene todo lo que se quiere —murmuró Glía observando aquella fina mano morena sobre su abultado vientre.

—Lo dices con mucha seguridad... si te refieres a esto.

—No, era sólo un decir.

—Dime una cosa... ¿Cuál es tu sueño?... No pienses en lo que ahora estás viviendo, ni en la bebé... Hace tiempo, cuando todo esto no había sucedido, ¿cuál era tu sueño, cómo pensabas tu vida? —Glía sintió una opresión en el pecho. Desvió la mirada con tristeza.

—Siempre soñé con... terminar mi carrera, ejercerla... Tengo muchas ganas de estar frente a muchos pequeñines explicándoles algún tema o contándoles alguna historia... A lo mejor... más adelante, conocer a un hombre, uno que quisiera lo mismo que yo, que trabajáramos para lograr vivir tranquilamente, casarnos, amueblar poco a poco un pequeño apartamento alquilado —sonrió como imaginándolo con la vista nublada. Qué lejos se veía todo aquello, que imposible sería–, y no se... cuando nos sintiéramos listos a lo mejor tener uno o dos hijos, sacarlos adelante con esfuerzo como cualquiera y al final del día, saber que era lo que elegí, lo que soñé, aunque cada día por la mañana me costara trabajo levantarme por el agotamiento de la rutina.

Detestable error © (Versión extendida a la venta por Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora