3 semanas después.

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Hoy hacía un mes desde que Derek había muerto y en tan poco tiempo mi vida había cambiado tanto, primero que nada, yo frecuentaba a su mejor amigo, iba con él al colegio, y salíamos de vez en cuanto, sino que ahora también salgo a veces con Olivia, nuestra relación había mejorado bastante, mi parasomnia había empeorado pero ya no le daba tanta importancia a eso y los almuerzos de los domingos definitivamente no eran lo mismo. O quizás un poco, no lo sé. Lo que si sé es que estaba siguiendo el consejo de Penny y dejaba a las personas a entrar a mi vida. Salía, conversaba, pero aún seguía faltándome Derek, él era realmente irreemplazable. Me sentía mejor, un poquito mas llena, pero el era como el juguete favorito de un niño, si lo perdía, por más que le dieran 1000 mejores, nunca tendría comparación. Ronny estaba siendo un gran apoyo, un gran amigo, lo que yo necesitaba en días como hoy, días en los que los recuerdos me atormentaban.

La mamá de Derek pasaría a recogerme en 5 minutos para ir al cementerio a verlo, mientras tanto, yo le daba una última ojeada a mi aspecto en el espejo.  Normal. Tomé mi teléfono y escribí:

"Hada:

Ron, deséame suerte."

Inmediatamente llegó su respuesta a mi bandeja de entrada.

"Ronald:

Mejor te lo diré allá, valiente alada."

Solté una risita tonta y respondí:

"Hada:

No más bromas sobre mi nombre, pelirrojo nariz larga."

Solía bromear con él sobre su nombre, porque es igual al Weasley preferido de todos, (aunque no es igual físicamente), y el solía decirme cosas como "ser mágico", "fae" y apodos ridículos que se le venían a la mente. Después de todo, no quería que él se alejase de mi, era importante reír y el me hacía reír, como nadie más.

En ese momento tocaron el timbre y apareció a través de la ventana del auto el rostros del señor Mason, el cual se ve cansino. Este día debe haber comenzado muy difícil para ellos. Obviamente.

Salí por la puerta del frente, con lo necesario, un abrigo, mi teléfono y mi sobre marrón. El señor Mason bajó del auto y en cuanto estuve lo suficientemente cerca el me acorraló en un abrazo.

- Hola, hoy hace un mes desde mi cumpleaños, ¿qué te parece eso? - dije intentando distraerlo.

- Lo sé, 27 de marzo, ¿qué tal te lleva la proximidad del otoño? - las comisuras de sus labios se elevaron, pronosticando una sonrisa.

- Pésimo, ya veo como van a afectarme las gripes, los cambios de temperatura, y los mocos que se caen de mi nariz como si fueran paracaidistas, completamente injusto. - lo expliqué y enumeré con mis dedos y gestos un tanto exagerados esperando levantar su ánimo. 

Tengo ese tema con mis defensas, no sirven para nada. En cada cambio de estación me enfermo. Rodeé el auto e introducí mi cabeza a través de la ventanilla para saludar a la señora Mason, luego de darle un beso en la mejilla y compartir un par de comentarios graciosos, subí detrás, y esa fue la primera vez que vi a Ronald en el auto, no sé por qué, pero verlo en este día, en este auto y rodeado de estas personas se me hacía raro, incómodo. Pero el no se veía en lo absoluto incómodo, se veía triste. Y curiosamente, el tenía un papel doblado en su mano izquierda y un encendedor en la derecha.

- ¿Piensas armar un súper porro con eso? - lo señalé.

El solo rodó los ojos.

- Oye, me hubieras dicho y traía un poco de papel apropiado, dicen que ese no se quema tan fácil. - seguí con mi letanía.

- Es una carta. Ya sabes, para resolver mis asuntos con él. - bajó la voz para que solo yo pudiese oírlo.

- Suerte jóvenes. - dijo Jhon, viéndonos a través del espejo retrovisor y entonces encendió el motor.

El resto del viaje fue en silencio, no silencio incómodo, un silencio sólido, denso. Todos estábamos sumidos en nuestros propios pensamientos. 

- Llegamos. - dijo Martha.

Bajamos del auto y entramos, caminamos por el camino de hormigón hasta llegar a su lápida, que era relativamente la mas nueva. Dejamos a los padres de Derek hablar solos con el, y nos alejamos un poco.

- ¿Por qué el encendedor? - interrogué.

- Porque dicen que si escribes lo que sientes en un papel sobre determinada persona a quien ya no puedes decírselo y luego arrojas las cenizas al viento, todo eso que te aqueja se irá con el. Pero yo quería que las cenizas se quedaran con él. Aquí, para que recuerde siempre lo que escribí. - era una linda filosofía, muy linda.

- Tengo una idea. - le arrebaté su carta de las manos y la guardé en mi sobre. Cuando vi que Jhon y Martha volvían, los abracé con fuerza, con firmeza, como si de alguna forma pudiera transmitirles buena energía, o solo energía. 

Luego tomé la mano de Ron y lo llevé conmigo a la lápida de Derek, tomé el encendedor de sus manos y encendí la esquinita del sobre y vimos como las llamas crecían hasta consumirlo por completo.

- ¿Sabes? Trajimos un par de párrafos, que necesitamos que mantengas siempre contigo, cartas nunca leídas por nadie mas que nosotros y quizás tú. Esto, como tantas otras cosas, es difícil, y así será siempre, pero, aquí, frente a tu lápida y frente a Ron, juro que voy a continuar, voy a seguir, voy a superarte, no a olvidarte, juro que comenzaré a vivir a partir de ahora. - y me sentí liviana, pesada, alegre, triste, todo a la vez. Miles de recuerdos cruzaron mi mente, y sonreí mientras un par de lágrimas resbalaban por mis mejillas.

- Ella me enseñó un nuevo concepto. El del mañana que viene luego de mañana, y quizá el siguiente mañana, me enseñó que hay personas que siempre están ahí y que estarán, en el mañana que y el siguiente mañana, y tú mi hermano, estarás mañana y el siguiente mañana. 

Nunca había visto a Ron llorar, supongo que por eso me chocó tanto, el ver a una chica llorar, lo naturalizamos más, pero ver a un hombre llorar, siempre es algo cruel, triste, algo devastador. Tomé a Ron entre mis brazos y lo dejé llorar, intenté acunarlo, pero el era mucho mas ancho de hombros que yo, era mas grande en todos los sentidos. Lo dejé llorar ahí, aunque mi brazo se durmiera, aunque mis rodillas doliesen, lo dejé ser débil, intenté protegerlo.

- También estaré mañana y el siguiente mañana, no hay forma de que vivamos sin el otro. - le susurré con firmeza en su oído. No sé por qué dije lo último, solo salió de mi boca. Esa situación me ponía extraña, no era algo a lo que yo me acostumbrase.

- Lo sé.

- Debemos irnos - di a entender que me levantaría y el hizo lo mismo, pero en todo el trayecto a casa, el no soltó mi mano.

Cuando estaba en casa me puse a evaluar mi amistad con Ron y nuestras actitudes, pero no quería ponerle un nombre grande, ni uno pequeño, no me encontraba lista para nada que no sea una amistad, así que Ron y yo, imaginariamente volvimos a la casilla de la amistad. Y así quedaría.

Nadie más.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora