Rutina.

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Abrí los ojos. Otra vez aquí. Este siempre fue el lugar que mas odié en mi vida. Estar aquí solo podía significar otra crisis. Otro de esos días, otro pequeño infierno. Intenté incorporarme. No, también ahí estaban ellas. 

- ¡MAMÁ! ¡QUÍTAME LAS CORREAS, ME ORINO! - Grite lo más fuerte que pude. Sabía que esto sería duro para la señora Blythe Fisher, así que ¿por qué no hacérselo un poco más fácil y darle humor?

Explicando la situación, cuando tenía 12 o 13 comencé con los terrores nocturnos, me golpeaba tan fuerte contra las paredes que mis padres intentaban despertarme, pero lograban confundirme tanto que me desmayaba. Entonces buscaron ayuda, porque la situación no solo empeoraba sino que enervaba a toda mi familia, mis hermanas se turnaban para vigilarme en la noche y mis padres por miedo tampoco dormían. Así que como el tratamiento psicológico no ayudaba, porque yo no recordaba nada, probaron con yoga, con un psiquiatra y hasta me llevaban a la iglesia, pero nada servía, nada quitaba que yo por la noche me golpeara y gritara desaforadamente, nada. Hasta que llegó el doctor Smith, experto en transtornos del sueño, y el propuso este "tratamiento", que se basa nada más ni nada menos, que atarme a una cama durante la noche.  Y funcionaba. Pero a May le asustaba verme retorcerme y sacudirme durante la noche. Y le parecía aún mas siniestro la escena que eso representaba. Porque no, no era una linda cama de dosel, ni siquiera debe llamarse cama, solo es una superficie rectangular, con correas a los lados. Y para solucionar el problema que causaba mi nueva cama, mis padres mandaron adaptar el ático para que pareciera un lugar habitable y allí estuve durante 2, casi 3 años, todas las malditas noches, renegada por mi familia y relegada, luego nos mudamos, y otra vez lo mismo, solo que ésta vez en mi propia habitación, porque nadie quería compartir un espacio conmigo. Luego apareció Derek, y la maldita cama, fue llevada al sótano y la mía volvió. No mas gritos, no mas golpes, no mas cortes, no más depresión, no más medicamentos para dormir, ni para regular mi estado anímico, una verdadera cura.

 Pero por alguna razón, estaba otra vez en esta cama. Y no lo recordaba, como siempre. En ese momento sentí los pasos de alguien por la escalera y la puerta se abrió.

- Hola pequeña bestia. - dijo Yem asomándose por la puerta.

- Des-átame, gracias. - Yo me daba cuenta el tono de voz que utilizaba ahora, el de "pobrecita, está loca" eso no significa que ella me tratara mal, solo que no sabía callarse la boca. A mi nunca me gustó hablar sobre mi parasomnia, y ella lo sabía, me hacía ver débil y problemática. Y de alguna manera, me avergonzaba de mi enfermedad. Pero mi hermana, cuando estaba al rededor tenía la maldita costumbre de poner ese tono de voz, como intentando protegerme y no herirme con sus palabras, pero así no funcionaba, si no quieres hacerme sentir mal, no toques el tema y no me hables como una niña vulnerable. 

- Que humor, desde abajo se te oía un poco mas alegre.

- Ya cállate. - solté.

- ¿Algún problema? sabes que  a mamá no le gusta desayunar sin que estemos todos, bajen ya, tengo hambre. - dijo May apareciendo por detrás, ¿ves? así está bien, comentarios casuales.

- Ya, sáquenme de aquí, me orino. - solté por primera vez una sonrisa, ahora todo se sentí bien, menos la cama.

Entonces por primera vez ellas se movilizaron y en cuestión de segundos era libre de vaciar mi vejiga, pero antes de eso Mayela y Yemileth me atraparon en un apretado abrazo.

- Ayer nos diste un susto terrible, tonta. 

- ¿Qué hice ayer? - pregunté extrañada.

- ¿Recuerdas la conversación con tía Sonia y Olivia? 

- Si, ¿por qué? - indagué.

- Luego, en la noche, comenzaste a gritar, y a sacudirte, te golpeaste contra la puerta, y cuando ví que no ibas a dejar de hacerlo te empujé y la abrí, entonces caminaste por el pasillo gritando, y mamá salió de su habitación, te vió rasguñarte hasta sacarte sangre y tu gritabas y seguías caminando, entonces caíste por las escaleras y... - mi hermana no pudo seguir, su voz falló. Pero no pude haber caído, habría muerto o me habría facturado. 

Nadie más.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora