Capítulo 4

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-Estúpido, estúpido....

Hiro se limpió las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos mientras cruzaba la calle sin mirar ni prestar atención al tránsito. Sabía que era una mala idea participar en peleas de robots, pero jamás pensó que terminarían siendo tan violentas- en especial por que jamás le había sucedido antes. Un sonido alto y alterador lo sacó de sus pensamientos. El sonido provenía de un auto que frenó de golpe, a unos pocos pasos de atropellar al joven. La conductora volvió a hacer sonar la bocina para demostrar su disconformidad ante la situación. Hiro la miró con sus ojos como platos, congelado en el lugar. Parecía un siervo ante las luces del vehículo.

-¡Ten más cuidado, mira antes de cruzar! ¡Eres un malcriado!

Sin comentar ante tal acusación, el chico retomó su carrera hasta entrar al café. El sol ya se había puesto hace unos minutos, y la luz de la luna iluminaba las calles. Las escaleras rechinaban con cada paso que daba de manera perezosa, cosa que llamó la atención de Cass.

-¿Hiro? –La castaña miró hacia las escaleras desde la cocina, delantal puesto e ingredientes en sus manos. Se había despertado un par de momentos después de la salida del chico, pero nunca había notado su ausencia. Era normal que Hiro estuviese encerrado en su cuarto sin siquiera hacer un solo ruido- ¿Cuándo saliste? Espera... t-tu ojo! Dime que te pasó, por Dios...

Soltando lo que anteriormente sostenía en sus manos, Cass caminó de manera apresurada hasta Hiro y colocó sus manos en su cara para examinar mejor las heridas. Hiro evitó mirar directamente a los ojos de su tía, sintiéndose levemente avergonzado de ser descubierto a pesar de sus intentos de ser silencioso. Ella pasó su pulgar por el labio del chico y frunció el ceño.

-Está sangrando... ¿Qué fue lo que pasó? Dímelo de una vez, no me mientas.

-Me tropecé –Mentiras- Ni siquiera duele, Cass... -Más mentiras.

-Vamos al baño, te voy a curar. Ahora... cuéntame lo que realmente pasó.

-Ya te lo dije –Insistió el joven de cabellos negros- Me tropecé y me golpeé la cara contra una piedra. Nada más. Déjame en paz.

-¡Solo te quiero ayudar...!

-¡Pues no lo hagas! –Hiro gritó, dándose la vuelta para enfrentarla- ¡Déjame solo!

Se giró sobre sus talones antes de salir disparado por las escaleras hacia arriba, llegando rápidamente a la puerta de su cuarto e ignorando los gritos de su tía. La cerró con un portazo antes de tirarse en su cama. Sus sollozos no se escuchaban gracias a su almohada, la cual escondía sus llantos. Las voces comenzaron a volver lentamente. Se metían en su mente, torturándolo de la peor manera posible. Hiro comenzó a gritar desesperadamente. Trataba de alejarlas, pero eran demasiado fuertes. De repente, una sensación de cansancio invadió su cuerpo. Las voces desaparecieron como por arte de magia, y el chico fue capaz de hundirse en un profundo sueño.

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