Capítulo 7

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Eran las 9 AM cuando Hiro regresó a su casa. Cass se encontraba en la cocina preparando el desayuno, una leve sonrisa plasmada en sus labios mientras tarareaba una melodía. En cuanto Hiro entró a la sala, su sonrisa se desvaneció y sus ojos se llenaron de preocupación.

-P-Pensé que estabas durmiendo en tu cuarto... -Levantó su vista del sartén lleno de aceite y huevos revueltos- ¿Cuándo saliste?

-Nada de tu incumbencia...-Murmuró el chico.

-¿Nada de mi incumbencia? Hiro, soy tu tía. Eres todo lo que me preocupa, además de Tadashi.

-Me pregunto... ¿Por qué no lo aceptas? Tadashi murió, Cass.

-¡No vuelvas a decir esas tonterías!

Su tía levantó el utensilio de cocina que tenía en la mano para apuntar a Hiro, pero esto causó que algunas gotas de aceite hirviendo salpicaran. El chico mordió su labio y cerró sus ojos, cubriendo su cara. El movimiento fue muy lento. Las gotas le cayeron en la mejilla y brazo. Soltó un leve quejido, la sensación de calor y ardor invadiendo las zonas heridas.

-L-Lo lamento tanto, mi intención no era herirte. Hiro, yo...-Cass sacó varios hielos y se acercó a su sobrino, quien le golpeó la mano para no ser tocado por ella.

-¡A-Aléjate de mí, monstruo! ¡Todo esto es porque no puedes aceptar que Tadashi se fue!

Con esto dicho, se levantó y corrió desesperadamente a su cuarto. Luego de cerrar la puerta con llave, se recostó contra está y soltó un suspiro. Un plato con comida fría de la noche anterior se encontraba sobre su mesa. Sabía que no debía, pero...

Hazlo.

Si seguía actuando de esta manera, las consecuencias no tendrían fin.

Solo hazlo, Hiro. Tú sabes que deseas liberar tu ira.

-¡Cállate! -Gritó el pelinegro furioso, tirando el plato lejos y haciendo que se rompiera- ¡Sal de mi cabeza!

La comida y los trozos de cerámica se esparcieron por el piso en cuanto Hiro los pateó. Continuó por tirar una lámpara, haciéndola añicos. Sus cuadernos, papeles, ropa, entre otras cosas, volaron por los aires y otras cayeron al piso. El joven no podía controlarse, solo podía destrozar todo a su alcance de manera descontrolada. En cuanto no quedó nada para romper, frenó en medio del caos con la respiración agitada y la vista clavada en el piso. Necesitaba una mejor manera de descargar su ira. Examinó los restos de su cuarto y encontró un cuaderno de proyectos tirado sobre su cama, sus papeles esparcidos por todos lados. Agarró un lápiz del piso y comenzó a escribir en este, un rápido y simple bosquejo de lo que sería su futuro ayudante en las peleas de robots.

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