Hechizo

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Estoy en medio de una estrella de fuego, hay otras cinco personas paradas en las puntas de la estrella. No puedo ver sus rostros, todos llevamos largas capas negras con capucha.

Tengo en mis manos una daga de plata adornada con rubíes en la empuñadura y me estoy acercando a alguien que está inconsiente a mi lado. Es un chico. De repente abre los ojos y me mira, no tiene miedo, solo parece muy ¿triste?. No tiene sentido, la gente normal estaría aterrorizada, intentando escapar a toda costa pero el no. No movió ni un músculo mientras me acercaba a él. 

Le corto la camisa con la daga dejando su torso desnudo y con la misma daga hago un símbolo en su pecho. Primero, un triángulo boca abajo con una línea horizontal que le atraviesa la punta y luego, una estrella de cinco puntas dentro del triángulo. Observo como empieza a surgir la sangre, roja y brillante. Me hace sentir mal, me pican los ojos como si quisiera llorar, quiero arrodillarme frente a él rongandóle que me perdone y curarle aquella herida que yo misma le he causado, pero no lo hago. En lugar de eso empuño la daga con más fuerza y se la clavo en el estómago. 

Veo el dolor y la sorpresa en su cara y me duele, me duele como si fuera yo la que tuviera la daga clavada. Noto las lágrimas que caen por mi rostro, sé que nadie más puede verlas por la capucha que forma una total oscuridad que impide que nadie vea mi cara.

Sé que hay algo que tengo que hacer pero no puedo apartar la mirada de la cara del chico que tambien ha dejado caer unas lágrimas. Tengo que acordarme, es realmente importante que lo haga, pero la expresión de su rostro...

Abrí bruscamente los ojos y me llevé las manos a la cara, estaba empapada en lágrimas. ¡Mierda! Otra vez ese sueño no. ¿Es que no podía soñar con cosas normales? A estas alturas los conejitos y los arcoiris me estaban empezando a parecer muy preferibles (no es que tenga nada contra los conejitos y los arcoiris, es sólo que no me van para nada las cursiladas como esa).

Escuché unos fuertes golpes en la puerta seguidos de la chillona voz de uno de mis hermanos menores.

-¡Mel, mamá ha dicho que te levantes ya o llegarás tarde a la escuela!

-¡Dile que ya voy! -grité desde la cama.

-¡Ha dicho que no admite un ya voy! -insistió Anthony aporreando más fuerte la puerta.

Me levanté de un salto de la cama y me dirigí con paso firme a la puerta, la abrí bruscamente y con un rápido movimiento de mano la boca de Anthony se convirtió en una cremallera cerrada. Él me miró aterrado por unos segundos luego abrió la cremallera y salió corriendo y gritando escaleras abajo.

-¡Mamá, Melissa me ha hechizado!

Puse los ojos en blanco, no es que odiara a mis hermanos, en realidad eran lo que más quería en este mundo, pero eran mis hermanos al fin y al cabo y era imposible que nos lleváramos bien todo el tiempo, además, mi carácter no era precisamente muy tranquilo, yo lo describiría más bien como radioactivo.

Abrí el armario y saqué un short vaquero artistícamente desgastado, una blusa de tirantes ligera y algo suelta y unos botines negros de tacón con tachuelas cuadradas. Cogí mi bolso y mi chaqueta de cuero del perchero y bajé las escaleras cepillándome el pelo.

Al llegar abajo lo primero que ví fue a un lloroso Anthony sentado en la mesa de la cocina con mamá delante intentando quitarle el hechizo de la cremallera. La magia no es tan fácil como parece, cada hechizo es único y es muy dificil intentar deshacer un hechizo que ha hecho otro brujo o bruja porque cada hechizo lleva ,por asi decirlo, la marca o el toque de ese brujo y esa marca es imposible de imitar pero si se puede vencer aunque solo muy pocos brujos son capaces de lograrlo. Me acerqué a la mesa y saludé a la gemelas Katia y a Casia que estaban sentadas a la mesa, desayunando.

Cuando mamá reparó en mí me lanzó una de esas miradas que decían de-esta-no-te-libras-jovencita, yo solo me limité a mirarla de la manera más inocente que podía.

-Melissa, quítale eso a tu hermano y siéntate a desayunar inmediatamente.

Asentí con la cebaza y me puse delante de Tony, le puse un dedo sobre la cremallera y desapareció debajo de mi dedo. -Quejica -susurré para que sólo él pudiera oírme y me incliné un poco para darle un beso en la frente. Tony me sacó la lengua pero me devolvió el beso. Sonreí y me senté a comerme mis cereales. 

Mientras desayunaba fueron llegando mis demás hermanos, éramos siete en total, contándome a mí. Yo era la mayor con 16 años, luego iba Zara con 14, Katia y Casia con 13, Alaric con 10, Anthony con 7 y Iris con 5 años.

Nuestra casa siempre era un poco caotica, con tanta gente era normal pero por suerte teníamos una habitación para cada uno de nosotros, hasta las gemelas tenían habitaciones separadas pero habían hecho una puerta que conectaba sus respectivas habitaciones para cuando quisieran estar juntas. Mamá y papá tenían su habitación en el primer piso, justo al lado de la habitación de la abuela Claudine.

-Venga niños, todos a la escuela - dijo mamá empezando a echarnos de casa, prácticamente nos cerró la puerta en la cara.

Nos dirigimos lentamente a la parada del autobus que nos llevaría a nuestro primer día de clase en la Escuela de Magia Witchcraft & Spells.

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